La anormalidad de la normalidad

Como todos saben, la Argentina fue una de las cinco mayores potencias del mundo hace aproximadamente un siglo atrás, nuestras exportaciones superaban ampliamente las de muchísimos de los países que hoy llamamos de primer mundo, la tecnología llegó muy temprano, nuestra educación fue un ejemplo para el planeta –fuimos los primeros en acabar con el analfabetismo-, nuestras ciudades se expandían e inmigrantes de todas partes del mundo llegaban a nuestras tierras, como nuestros abuelos, eligiendo a este joven país por sobre los Estados Unidos, debido a lo asombroso de nuestro esplendor.

Esos tiempos dorados terminaron hace muchísimos años de la mano de políticos inescrupulosos que nos han llevado a niveles cada vez más vergonzosos de atraso, culminando este proceso con las presidencias de la dinastía Kirchner, quienes durante sus 12 años al frente del ejecutivo se encargaron de alejarnos del mundo productivo y con ello distanciarnos tanto de la prosperidad que hasta llegamos a olvidar de lo que somos capaces en realidad.

Pero lo que es ciertamente sorprendente es ver que a pesar de que los hechos demuestran a través de datos certeros los increíbles desaciertos del pasado período, sus responsables lo siguen defendiendo sin reflexionar ni por un segundo sobre lo que han dejado tras su paso. Nótese la carencia de perspectiva ya que se intenta sostener un sistema que simplemente ha fracasado, lo cual no es una mera opinión sino que es la irrefutable realidad teniendo en cuenta que tras 12 años de gobierno dejaron un país en el que 12 millones de personas –el 28,7% de la población- viven en la pobreza, 2,5 millones de niños sufren déficit alimenticio, 24,3% tienen déficit en su vivienda y el 20,6% no tiene acceso al agua corriente, algo inaceptable en el siglo 21.

De hecho, hace tan solo unos días salió el último índice de Libertad Económica de la Heritage Foundation, donde concluyen que el kirchnerismo cerró su ciclo dejando a la Argentina como la novena economía más reprimida del mundo, en el puesto número 169 de 178 países relevados, teniendo como compañeros Guinea Ecuatorial, Irán, Corea del Norte, y por supuesto a los peores aliados que pudieron elegir en la región: Cuba y Venezuela.

La situación heredada amerita inmediatez en las medidas tomadas por el nuevo gobierno liderado por el presidente Macri, razón por la cual, a tan solo semanas de su asunción ya se giró el timón hacia un nuevo rumbo para nuestra nación.

En los primeros 50 días de su mandato, la cabeza del ejecutivo demostró un rotundo cambio respecto del pasado, cuando su primera actividad como presidente consistió en recibir a todos los gobernadores en una reunión para que planteen qué es lo que necesitan sus provincias, a su vez se dio la primer reunión de gabinete en el interior en conjunto con sus autoridades provinciales, demostrando así su compromiso con el federalismo.  A su vez, las decisiones tomadas en materia económica como la eliminación del cepo cambiario, la eliminación de las retenciones a la industria y al campo, y el cambio en la política exterior ilustrada en la visita por primera vez en más de una década de un presidente argentino al Foro Económico Mundial en Davos –acompañado con uno de los líderes de la oposición, Sergio Massa, y que lo hizo en un vuelo de línea, cosas inusuales en nuestra historia política- son hechos que nos diferencian enormemente de los países de economías castigadas ya nombrados, acercándonos así de a poco a los países que lideran el ya mencionado índice, como Canadá, Nueva Zelanda y Australia, quienes desde hace años han tomado estas medidas y se unieron así al club de los países más prósperos del mundo.

Por mucho tiempo la política nacional se preocupó principalmente por hacer durante su ejercicio cosas “visibles”, ya que eso es lo que la gente compra. Pero debemos tener en cuenta que aquellas medidas que se ven, son en su mayoría cortoplacistas y con meros fines reelectivos, pero por lo que realmente debe preocuparse un gobierno es por aquellas cosas que no se ven, en otras palabras, las medidas a largo plazo, porque mientras la primeras benefician a algunos a costa de otros produciendo enormes efectos negativos como los últimos 12 años han expuesto, son las segundas la que encarrilan a un país en las vías del crecimiento y la prosperidad. Por primera vez en décadas se tomó el camino difícil, el políticamente incorrecto, pero el que sin dudas traerá consigo el mayor bienestar para los argentinos. Volvamos a la normalidad, por más anormal que a estas alturas nos parezca. 

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