El sindicalismo cómplice de Santa Fe

Por Ernesto Edwards / @FILOROCKER / Filósofo y periodista

El gremialismo argentino llevó adelante la cuarta medida general contra la política económica de Mauricio Macri. En Santa Fe llama la atención cómo el sindicalismo local cierra la boca ante la inacción del gobierno socialista frente a la violencia, la inseguridad y el narcotráfico.

Nuestro punto de partida es el absoluto respeto por el constitucional derecho a huelga de los trabajadores argentinos, el mismo que fuera consagrado no por voluntad, como muchos suponen, del expresidente Juan Perón, alguien que en su mejor momento al frente del Ejecutivo Nacional entendía como nadie el juego del poder, y no se le habría ocurrido jamás darles demasiado predicamento. Para confirmar esto, baste con recorrer las carillas de lo que se denominó como la Constitución del ’49, y lo que fue el 14 bis en la reforma del ’57. Dicho lo cual, vayamos directamente al núcleo principal de esta nota.

¿Que todo paro es político? Es cierto. Y no está nada mal. Ya lo anticipaba Aristóteles: todos somos animales políticos en esta polis ampliada que puede ser nuestra ciudad, nuestra provincia, nuestro país. Todos aspiramos a las mejores condiciones de vida posibles. Y es razonable creer que en el caso de los trabajadores los mismos necesitan estar organizados en gremios y sindicatos, en federaciones y confederaciones, para que sus derechos cobren más fuerza a la hora de defenderlos y estar representados. Quizás todo hubiese sido diferente en la historia primordial de nuestro país en los ya lejanos inicios del pasado siglo XX si los pioneros anarquistas o en el contexto de la Patagonia Rebelde esa mano de obra hubiese tenido consagradas las conquistas laborales correspondientes. Aquellas que hoy nadie puede negar ni desconocer. Reitero: que las acciones gremiales tengan un trasfondo político es más que saludable. Pero cuando todo se reduce a una mera acción partidaria, empiezan a desbarrancar.

En estas breves líneas no hace falta reiterar lo de la pesada herencia de ocho (o doce) años, de haber sucedido al gobierno más corrupto de la historia. Ni de que estamos en presencia de numerosos gremialistas destituyentes, ante la evidencia de sus declaraciones. Con dirigentes que hace décadas que se eternizan en sus cargos, haciendo recordar los 13 paros a un gobierno radical que no estaba preparado para la gestión, organizados por una dirigencia que la perspectiva del tiempo y de la historia hace que sea justo evocar que la figura gremial de entonces, cervecero de origen, no era ni por casualidad tan combativo en los tiempos del Proceso militar, tal como se mostraría luego en democracia. Tampoco es para olvidar que las minúsculas expresiones de izquierda, a las que de cualquier modo hay que seguir respetándolas, algunas de ellas, como el PC argentino, conspiraron a favor del genocida Jorge Videla.

Vayamos a lo actual. La modalidad del paro general atrasa. Y mucho si la finalidad es provocar un cambio, o aunque sea convertirse en un llamado de atención para los gobernantes. Quizás no les haya quedado claro que hoy una elección no se define por quién pegó más carteles o reunió más gente en manifestaciones o movilizaciones públicas. La masiva generación joven ni se entera. Nadie, o casi, mira TN o C5N. Ni “Intratables”, Lanata o Navarro. Mucho menos en las respectivas emisiones en vivo. Ni la gente se divide en la lectura exhaustiva entre Clarín o Página 12. Hoy la clave del éxito pasa por la información que se maneje de los focus groups, del big data, de los pocos encuestadores serios que van quedando, y del adecuado manejo de las redes sociales (trolls abstenerse), que son las que avisan qué contenido buscar en las plataformas virtuales, que ya seleccionaron el fragmento que les puede interesar, y que puede ser visto en cualquier momento desde el dispositivo que se disponga y su aplicación correspondiente. Y queda claro que hoy un buen portal digital de noticias tiene muchísima más penetración que la edición en papel de cualquier periódico o revista, porque la nota destacada puede linkearse con facilidad. ¿Todo esto que cuento es ignorado por la dirigencia política o gremial actuales? Uno supondría que no, pero ¿qué los mueve a este disparate poco efectivo en lo concreto como los paros generales? Sin duda la persecución del poder, que nunca fue entendido como servicio hacia quienes los empoderan, sino como el acceso a egoístas condiciones individuales de privilegio y capacidad de decisión. Que generalmente se traduce por el mayor o menor manejo de cada obra social.

Pensemos esto otro. ¿Que el Fondo Monetario Internacional impone sus condiciones para otorgar sus millonarios préstamos? ¿Y qué creían? El FMI no es una entidad de beneficencia. El punto no es si como país nos prosternamos ante Estados Unidos, sino si era conveniente para el Estado volver a endeudarnos de esta manera. Desde ya que al macrismo le está costando encontrar las medidas más adecuadas para superar y sepultar la segunda década infame de nuestra historia. Devaluación, inflación, pobreza y desempleo no hablan bien de la actual gestión. Sí quizás que hoy conocemos números más próximos a la realidad, y que nadie será especialmente perseguido por la AFIP sólo por pensar distinto. Y que a nivel televisivo no tenemos un canal público con un servicio informativo que miente o una programación que censura o la desaparición de producción propia. Muy por el contrario, hoy se ve una cobertura informativa lo más objetiva posible. También el mantenimiento de programas que son hasta injuriantes hacia el gobierno y la figura del actual presidente, como el de la impresentable Hebe de Bonafini. Y por si todo fuera poco, la producción de la mejor ficción nacional, protagonizadas por una mayoría de actores que son manifiestamente opositores. Es decir, hoy tenemos absoluta libertad de expresión.

Volvamos al fondo de la nota. Si se cree que un paro va a modificar algo. Si se está convencido de que apurarse a decir que una medida de fuerza fue contundente y exitosa. Si se piensa que grabar imágenes con cientos, con miles de manifestantes en las calles, significa gran cosa, se quedaron en el siglo pasado, y atrasan por lo menos treinta y cinco años, cuando un acto de cierre de campaña horrorizó a millones de votantes mostrando a un candidato a gobernador, mientras acompañaba al presidenciable de su frente electoral, quemaba un ataúd embanderado con la insignia de la Unión Cívica Radical. Hoy no hubiese sido nada más que una anécdota, una nota de color, de la que se harían varios memes y todos nos reiríamos de la caricaturesca barbarie de este personaje. Porque hoy la definición de una elección no pasaría por el monumental acto final del alfonsinismo, y esa campaña diseñada a imagen y semejanza de la de John Kennedy a comienzos de los ’60 en los Estados Unidos. No.

Aunque en política todo es altamente dinámico, lamento anunciar para este gremialismo que atrasa que Mauricio Macri, así como va, hoy por hoy, será reelecto. Nuestra historia reciente así lo demuestra. No importarán los desaciertos y dislates. Y no sólo por la ausencia de un candidato opositor adecuado y atractivo sino porque el actual modelo que propuso oportunamente Cambiemos todavía no se ha agotado. Pasó con Alfonsín, que recién seis meses antes de la finalización de su mandato decidió anticipar su salida, agobiado por la hiper y un presidente electo ansioso por asumir antes. El menemato no sólo tuvo el plus de lo que abandonó el radicalismo, sino también diez años completos dados por dos períodos consecutivos (reforma constitucional mediante), antes de que todo explotara (convertibilidad incluida) y diera pie para que el naturalmente insostenible Fernando de la Rúa hiciera el desastre que todos recordamos, dando paso a la payasada de los cuatro presidentes en una semana y que Duhalde se tirara de cabeza (valga la metáfora) para ser el piloto que no fue, y dejara su cría en un Néstor Kirchner que accedería al poder tan sólo con el 22 % de los votos y un riojano que abandonó antes del posible papelón.

Cuatro de Néstor para que luego sobreviniera lo peor: su esposa y socia en eso de aprovecharse adueñándose de las propiedades santacruceñas al borde del remate durante lo peor del Proceso militar, esquema de conducta que luego trasladarían a su extensa (y altamente corrupta) gestión gubernamental de doce años. En todos los casos mencionados, lo que sobrevino a cada período pudo hacerlo por el manifiesto y extremo agotamiento del modelo político precedente. No parece aún que lo mismo esté sucediendo con el actual gobierno de Macri, por detalles que convendría desarrollar en otro momento. Pero menos va a agotarse el citado modelo por el supuesto desgaste de estas medidas de fuerza. En Rosario, que es de lo que puedo dar testimonio directo, la actividad laboral, en muchos rubros, fue casi normal. Sólo entorpecida por el acompañamiento huelguista del transporte público. Pero por más piquetes y movilizaciones, por más exhortos y puteadas públicas, y estúpidas bravatas destituyentes de los dirigentes opositores, no van a conseguir ningún avance, ninguna mejora, ninguna superación.

Afortunadamente, el estar jubilado de algunas actividades laborales conlleva el beneficio y el alivio de no estar representado por una dirigencia sindical que atrasa y que ha tenido conductas por lo menos inapropiadas a la hora de defender los derechos de sus afiliados. Lo digo específicamente por lo que es la Asociación del Magisterio de Santa Fe, encabezada por una dirigente que, al decir de algunos de sus colegas, tiene un doble estándar a la hora de manifestarse, considerando que al mismo tiempo encabeza la antidemocrática CTERA. Es decir, que sobre un mismo tema, en territorio santafesino afirma una cosa, y sobre el panorama nacional, dice otra.

Vivimos en la provincia de Santa Fe, y en mi caso, en la querida ciudad de Rosario. La primera, devenida en una especie de gran Zona Liberada para el delito. La segunda, convertida, tristemente, en la Capital Nacional de la Inseguridad y el Narcotráfico. Con un largo período de casi doce años de gestiones consecutivas del socialismo provincial que no supo, no pudo o no quiso encausar y controlar este flagelo. Y este sindicalismo local y regional que, seguro que legítimamente, se preocupa por la situación económica de los trabajadores. Pero sin entender (¿realmente sin entender?) que si a sus afiliados los pueden matar como a moscas, convirtiéndose nada más que en un frío número de estadísticas, a nadie le importará el motivo de sus reclamos. Simplemente porque es obvio que nada importa más que estar vivo.

Señores sindicalistas: primero la vida. Después viene todo lo demás. Seguir callándose, no haber abierto nunca la boca, de manera consistente, contra la inseguridad, no los convierte en otra cosa que en cómplices. Y en esos culpables metafísicos que tan bien denunciaba Karl Jaspers cuando hablaba de todos los alemanes que a comienzos de la década del ’40, pudiendo hacerlo, nunca denunciaron al nazismo. Así de culpables, señores dirigentes gremiales.

Y si de algo deberíamos criticar fuertemente al actual presidente Macri y a la dirigencia de Cambiemos es por no haber pensado seriamente en la posibilidad de una intervención federal a la provincia de Santa Fe. Esta provincia, y su descontrolada inseguridad, no dan para más.

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