Libros a medida

“Nosotros siempre decimos que estamos en el negocio de las emociones”, se presenta Eduardo Zemborain, cofundador de My Special Book, una “editorial” que hace libros a medida para personas y empresas. Aquella frase puede sonar un tanto extraña si no se conoce todo el trabajo que hay detrás del regalo que llega a las manos de sus clientes u homenajeados: en esas páginas hay agradecimientos, anécdotas y recuerdos emocionantes recolectados durante meses.

El arquitecto de 55 años fundó la empresa en 2002, luego de que el estallido a fines del año anterior dejara a su estudio sin perspectivas de trabajo por tiempo indefinido. Las opciones, cuenta, eran “irse del país” o “buscar un arca de Noé”. Su “momento Eureka” se disparó gracias a un cumpleaños: el de su esposa.

Cuando Vicky Randle-Zemborain (53), también arquitecta, cumplió 40 años, recibió de las manos de su marido un libro en el cual hijos, amigos y hasta un ex novio contaban episodios y le escribían palabras de agradecimiento. Unos meses después, se convirtió en cofundadora de una iniciativa que pasó del ámbito familiar al profesional. Actualmente, los socios se completan con Juan Zemborain (43) y Carolina Tobías Córdova (52).

“Cuando arrancamos, pensé que no quería ser un taller. Quería ser una corporación. Diseñamos una metodología en la que cada persona era un área y debía pensar como tal”, explica Zemborain. El matrimonio comenzó con 20.000 dólares de sus ahorros y una inversión que implicó “más tiempo que plata”. Cuatro años después, habían ganado el premio Naves del IAE Business School.

Los emprendedores explican que su foco no es “el photobook” o el “e-book” que se puede diseñar con ayuda de herramientas digitales simples, sino un “libro serio con una historia escrita, corregida, bien estructurada y bien impresa”. Las posibilidades son infinitas: desde un in memoriam, pasando por la celebración del centenario de una empresa hasta un regalo sorpresa para un homenajeado.

La tarea de contar historias atractivas lejos de la típica biografía o de un catálogo institucional lleva meses de investigación e incluye, muchas veces, llamados de larga distancia, viajes y la puesta en marcha de mecanismos motivacionales para que las personas que participan en el armado del libro quieran hacerlo. “En las empresas, realizamos pequeñas campañas de marketing para que la gente se entusiasme y venga a contar las historias por sus propios medios”, enfatiza el arquitecto.

Hasta el momento, My Special Book lleva realizados más de 400 proyectos en seis idiomas, que incluyen árabe y holandés. Todos se editaron y se imprimieron en la Argentina. “Es una empresa que emplea recursos locales pero que está abierta a recibir encargos del exterior”, detalla Zemborain. Entre sus páginas se escribieron memorias de un hijo de sobrevivientes del Holocausto y un homenaje a un reconocido financista multimillonario por su cumpleaños. Para uno, la experiencia fue “sanadora”. Para el otro, el “mejor regalo” de una celebración de tal dimensión que el show musical estuvo a cargo de Rod Stewart.

“Al que lo tiene todo es lo mejor que le podés dar, porque no puede comprar qué sienten las personas por él o ella y cómo recuerdan los momentos vividos”, detalla Zemborain. El target de My Special Book se compone mayormente de personas con “cierta disponibilidad como para poder obsequiar un viaje, y no de mochilero”, puntualiza Randle. Los socios subrayan que lo que hacen “es costoso” y no “caro”, ya que “no tiene el valor de un producto sino de un servicio profesional”. Por otro lado, la empresa, que en 2015 facturó $4,5 millones, también tiene clientes corporativos en busca de “humanizar” la empresa y fidelizar empleados.

Aunque los empresarios confían en los libros físicos casi como “objetos de culto”, en el último tiempo comenzaron a ofrecerlos en formato digital e interactivo para empresas. Después de 14 años de trabajo en una Argentina con altibajos, para el futuro quieren continuar enfocándose en sus productos premium y seguir haciéndole honor a su frase de cabecera, de Gabriel García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

Fuente: La Nación

 

 

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