“Estamos bailando en la cubierta del Titanic”

La ecología política es una ideología revolucionaria que propone un cambio de rumbo radical en el curso de la historia: plantea el paso de una economía en crecimiento perpetuo a una economía ecológica en estado estacionario, del militarismo al pacifismo, del consumismo al consumo responsable y del darwinismo social a la solidaridad. Así lo resume Carlos Merenson, ingeniero forestal e integrante del cuerpo técnico del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, que por quinto año consecutivo dictó en la FAUBA el seminario “Ecología política”, organizado por la cátedra de Economía General. En una entrevista con Sobre La Tierra, Merenson habló sobre la crisis energética, los bosques nativos, la agroindustria y la importancia de tomar conciencia de la crisis ecosocial actual.
Merenson. copia

Para Merenson, la cuestión energética es la clave para entender la problemática del modelo económico vigente: “Durante más de diez mil años, el consumo energético anual promedio mundial fue de 0,5 barriles de equivalente petróleo (BEP) per cápita (sin petróleo, ya que había otras fuentes energéticas). A partir de la Primera Revolución Industrial, en el siglo XVIII, aparecieron el carbón y el petróleo y el consumo de energía se disparó. En menos de 100 años, trepó a 12 BEP per cápita, en un salto exponencial único e irrepetible. El petróleo es la energía fotosintética del planeta acumulada durante millones de años y el ser humano la ha dilapidado en apenas 300 años.”

¿Cómo se explica este gran salto? Según Merenson, “el modelo económico, impulsado fundamentalmente por el mercado, basado en la competencia y que es expansivo por naturaleza, encontró una fuente energética que parecía inagotable y así alimentó su crecimiento exponencial. ¿Con qué herramienta? Con el consumismo. Mediante estrategias como la obsolescencia programada y la percibida se impuso el consumismo como estilo de vida: el valer por lo que uno tiene y no por lo que uno es. Toda la economía neoclásica considera que el crecimiento puede proseguir sin límites y esto es una enorme utopía. Muchas veces se habla de que el ecologismo plantea una utopía, pero cuando se pretende crecer infinitamente en un mundo que tiene recursos finitos, ¿quién está planteando una utopía?”
Un gigante con pies de barro

Dentro de este panorama convergen diversos factores que contribuyen a su agravamiento, como el vinculado a la conservación de la diversidad biológica. A modo de ejemplo, el caso de Argentina es ilustrativo. La pérdida de los bosques nativos argentinos se vincula estrechamente con la expansión de la frontera agrícola. Para Merenson, el estado de los bosques nativos en el país es crítico y demanda la adopción de medidas drásticas: “El avance de la frontera agrícola ha sido el principal motivo de pérdida de los bosques en nuestro país. El pulso de deforestación más reciente empezó con la salida de la convertibilidad y con una época en que los precios internacionales de la soja, entre otras commodities agrícolas, eran muy altos. Ahí se empezó a expandir la monocultura sojera casi hegemónica. Y gracias al desarrollo de la ingeniería genética, que permite el cultivo de especies agrícolas en ecosistemas frágiles, la frontera se empezó a expandir en el NOA, el NEA, en parte de la selva tucumana-boliviana y en todo el parque chaqueño. La tasa de deforestación que tenemos desde entonces superó con creces los promedios de deforestación mundiales.”

La agroindustria, a su vez, es fuertemente dependiente del petróleo. Merenson describe la situación: “En la agricultura intensiva actual, más del 95% de las entradas energéticas externas en los agroecosistemas provienen de la quema de combustibles fósiles. Esto plantea un doble problema. Por un lado, el uso intensivo de hidrocarburos agudiza el cambio climático, y por otro, la producción de alimentos depende de un insumo en decadencia (porque estamos ante el cenit petrolero, o sea el punto en el que los combustibles fósiles están en caída). Aquí no se trata tanto de agotamiento de las reservas sino de un concepto muy importante: la tasa de retorno energético, que es la energía que hay que usar para generar energía. En la medida en la que las reservas se van agotando, se necesita más energía para extraer energía, hasta alcanzar el punto en que la cantidad de energía utilizada sea igual o mayor a la obtenida, y ahí los hidrocarburos dejarán de ser aprovechables, sin importar su precio internacional. Este horizonte no es muy lejano y estructurar toda una economía sobre una agricultura industrial basada en un combustible próximo a extinguirse no parece ser la mejor estrategia”.

En este sentido, la ecología política aboga por una alternativa para llevar adelante la transición hacia otro modelo de producción agrícola: la agroecología. Según Merenson, “hace falta voluntad política. La agroecología hoy está en condiciones de producir el alimento necesario para alimentar a la humanidad. No obstante, si todo el sistema sigue funcionando igual, con despilfarros de todo tipo y con un consumismo desenfrenado, no tiene sentido. Estamos hablando de un cambio amplio. Porque la agroecología respeta los ciclos naturales, se basa en la diversidad, en la estacionalidad, en el consumo local. Esta es clase de cambios profundos que impulsa la ecología política. Pero requieren de cambios en todos los ámbitos, especialmente en nuestro estilo de vida”
Cambiar todo para que nada cambie: la gran falacia

Para graficar lo que llama “la gran falacia”, Carlos Merenson utiliza una cita de Tony Blair, ex Primer Ministro de Inglaterra, quien aseguraba en el prólogo de un informe sobre cambio climático publicado en el 2006, que “actuar ahora puede ayudar a evitar los peores efectos del cambio climático. Si actuamos con previsión, podremos evitar perturbar nuestra forma de vida”. La gran falacia, aclara Carlos Merenson es “creer que podemos resolver las crisis ecosociales globales manteniendo intactos nuestro estilo de vida consumista y nuestro modelo de producción sobre la base de energías renovables.”

“Las energías renovables no pueden reemplazar a los combustibles fósiles. El que imagine que el mundo como funciona hoy, en base a combustibles fósiles, puede funcionar igual sin ellos y con energías renovables se equivoca totalmente. Creer eso y no prepararse para la transición es un error muy grave. La ecología política propone un modelo distinto, en el que la economía cumpla con las leyes del sistema mayor, que es el ecológico, y no al revés. Posiblemente y lamentablemente, el agravamiento de la crisis ecosocial sea el disparador de los cambios necesarios. Yo creo que vamos en camino hacia una inevitable agudización de la crisis ecosocial actual. ¿Por qué? Porque estamos en un planeta ya vacío. Lo hemos vaciado de recursos y contaminado de mil maneras. El sistema ‘mundo’ en el que vivimos va a colapsar. Tenemos dos opciones: o nos adaptamos o la naturaleza nos va a adaptar a su modo. Pero lo que es claro es que el modelo no va a seguir, y esto no es un problema ideológico. No va seguir por imperio de la realidad.”
Dancing en el Titanic

Merenson utiliza una analogía para definir el momento que está atravesando el mundo: “estamos bailando en la cubierta del Titanic”. En este sentido, resalta la importancia de tomar conciencia del momento histórico que nos toca vivir. “La gran mayoría de la gente está capturada por toda la maquinaria del sistema, que es muy poderosa y nos hace creer que estamos viviendo en el mejor de los mundos. Que el negocio puede continuar como de costumbre, que la ciencia y la técnica van a resolver todos los problemas, que no nos preocupemos y sigamos adelante, consumiendo sin parar. Por eso, es importante que la gente entienda el escenario es totalmente distinto; que sí estamos en el Titanic y que ya chocamos contra el iceberg. Es decir, ni siquiera podemos evitar que se hunda.”

¿No se puede evitar el choque? “¿Por qué el Titanic tomó la ruta que tomó? El capitán fue forzado a tomar esa ruta, incluso sabiendo los riesgos, debido a un tema comercial: la trayectoria era más corta, se podían hacer más viajes y el negocio era más rentable. El iceberg no fue una contingencia. El sistema mismo lo llevó hacia la colisión. Y nosotros estamos en la misma situación. Vamos a chocar por la inercia que llevamos, por el deterioro que hay en todos los sentidos. Miremos la cuestión del cambio climático: primero decían que no había que sobrepasar las 350 ppm de CO2 en la atmósfera. Ya vamos por más de 400. Y en el medio, 20 Conferencias de las Partes en las que se discutió siempre lo mismo y no se hizo nada. O la cuestión de la biodiversidad. Estamos ante un episodio de extinción masiva originado por los humanos. Hay un convenio de biodiversidad que se reúne todos los años. ¿Qué hicieron? Nada. Tomar conciencia es el primer paso. En especial la juventud.”
Dar la espalda al sistema

En un panorama tan adverso, Carlos Merenson retoma el concepto planteado en el seminario: “El cambio debe operar en nuestro estilo de vida”. ¿Cómo hace compatibles su trabajo y su visión del mundo? “Yo soy un agente técnico de la administración pública nacional; he pasado por distintas administraciones, cada una con sus particularidades y sus inclinaciones políticas. Muchos de los técnicos que estamos aquí hemos tratado de mantenernos coherentes en la línea de la defensa de los recursos naturales. A mí me ha tocado el tema de bosques nativos. Lo primero que impulsamos fue el conocerlos. ¿Cómo vamos a proteger lo que no conocemos? Así, pudimos sacar el primer inventario de bosques nativos en la década de los ’90, una década de corte neoliberal que no se distinguía por la custodia de los recursos naturales. Y gracias al inventario y a la posterior monitorización de la deforestación, se promulgó la Ley de Presupuestos Mínimos de Bosques Nativos. Son pequeños pero importantes pasos en la línea que debemos seguir. Sin embargo, no encuentro ninguna etapa de nuestra historia que demostrara una conducción política orientada hacia la cuestión ecológica. Es la gran deuda que tenemos en Argentina y, me atrevería a decir, en Latinoamérica.”

La ecología política, entonces, vuelve a su propósito original: generar conciencias. Merenson resalta la importancia de que cada persona contribuya con ese cambio en el nivel cotidiano. “Insisto en la importancia de tomar conciencia como motor inicial para impulsar acciones concretas. Tratar de desarrollar hábitos cercanos a nuestras ideas ecosociales. Apoyar proyectos de economía local y solidaria. Privilegiar el consumo de productos agroecológicos. Adoptar una dieta más basada en vegetales y menos en proteína animal. Convertirnos en consumidores responsables y dejar de creer que la tecnología y la ciencia al servicio del sistema van a resolver los problemas que ellas mismas generaron. Miremos más a la naturaleza, que ha evolucionado durante millones de años con éxito sobre la base de la diversidad, mientras que los humanos la contrariamos permanentemente queriendo imponer la uniformidad. Una transición así va a requerir el surgimiento de economías locales, con productos regionales. La ecología política plantea una transición pacífica. Así, la gente que cambie sus hábitos se irá uniendo de a poco, formando comunidades y organizándose para vivir de una manera distinta. Es muy difícil ser una isla en un sistema que va hacia otro lado. Pero, tal vez, de la acumulación de estos ejemplos se empiecen a producir verdaderos cambios. ¿Quién dice? Los cambios frecuentemente vienen en formas que ni siquiera imaginamos. Es cuestión de empujar en la dirección correcta”. (Prensa: Fauba)

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