La amenaza de un trapito a una concejal reavivó el debate: ¿prohibirlos o regularlos?

La primera vez que el Concejo Municipal discutió la figura de los cuidacoches fue en el año 2004, con un proyecto de registro del entonces concejal Jorge Boasso.

El tema vuelve a resonar luego de que la concejala de Juntos por el Cambio Renata Ghilotti denunciara ayer por la tarde que fue insultada y amenazada por un trapito de calle Alvear al 700.  Pero esta vez el “apriete” se da, como cada día en la ciudad, en el marco de la actual discusión que tiene lugar en el Concejo Municipal por el tratamiento del nuevo Código de Convivencia, el otrora Código de Faltas que es revisado por los ediles a propuesta del intendente Pablo Javkin.

Punto clave de este código es la figura de los cuidacoches, en la que las posiciones entre prohibir la actividad, regularla o brindarle excepciones en contextos específicos se dan a puertas cerradas, en el recinto, mientras que en la calle las situaciones como las que denunció la edila ayer –que en el 2018 denunció un hecho similar en la zona de la Fluvial- se repiten día a día.

“Insisto en que hay que trabajar desde el Concejo y brindarle herramientas al Ejecutivo para que actúe rápidamente y no caiga esto en la cabeza de los ciudadanos, que tengamos que pasar por estas situaciones de apriete, malos momentos y situaciones conflictivas, esto se da habitualmente”, alertó Ghilotti, y remarcó que su posición es prohibir la actividad, “más aún en lugares donde hay estacionamiento medido”.

En las discusiones de la Comisión de Gobierno se discutió la categoría de “falta” que cometen los cuidacoches: no sólo contra peatones y conductores. “Es una falta contra la libertad y gratuidad del espacio público”, expresó el concejal Roy López Molina. Por su parte, los ediles Ghilotti y Charly Cardozo expresan su “firme convicción de terminar con la figura de los cuidacoches en las calles de Rosario”.

Desde aquel registro de cuidacoches que propuso el entonces concejal Jorge Boasso en el 2004 a esta parte, mucho se ha dicho y poco se ha hecho con la situación. En el 2017 la ONG Sinergía Ciudadana relevó que en la ciudad había, en ese entonces, 800 trapitos ubicados en distintos puntos de la ciudad. El informe daba cuenta también del ingreso promedio que generaban: hasta 25 mil pesos mensuales, valores que cuatro años atrás superaban el ingreso medio. Un negocio que diariamente movía en la ciudad 680 mil pesos.

El relevamiento daba cuenta no sólo de los puntos con más concentración de la actividad, principalmente en espacios de grandes conglomeraciones: estadios, la Fluvial, Pichincha, Puerto Norte, Costa Alta. También mencionaba otros lugares que hoy son la vedette de los espacios más visitados por estos años: instituciones públicas, hospitales, sanatorios.

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