Paulo Freire, CTERA y la Ética ausente

Por Ernesto Edwards

Filósofo y periodista

@FILOROCKER

Es de público conocimiento, y no requiere abundar más en detalles, todo lo acontecido alrededor de la aún no esclarecida desaparición de Santiago Maldonado, el activista a favor de la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), violento grupo indigenista que reivindica infundadamente un territorio como propio. Sin embargo, para el gremio docente kirchnerista CTERA, avasallando la ética que le deben a sus afiliados, y a la sociedad en general, parece todo resuelto.

Cuando damos clase de Ética en la universidad y los profesorados en carreras direccionadas a la actividad educativa, en el marco de la asignatura, diferenciamos una parte general y otra aplicada. Esta última siempre focaliza en la reflexión sobre aquellos aspectos de la actividad docente que deben debatirse para esclarecer en los futuros educadores si lo que harán será ético, o no, en cuanto al vínculo pedagógico y al modo de la selección de saberes, como así también a la transparencia imprescindible a la hora del compromiso de reconocer el posicionamiento ideológico que tiene cada uno al momento de dar clase. Que requerirá decidir metodología, contenidos y bibliografía siempre en función del beneficio del proceso de enseñanza–aprendizaje. Pero la honestidad no se negocia. Es nuestra obligación no sólo aclarar que lo que exponemos es nuestro enfoque, sino también facilitar el acceso a los demás abordajes posibles. Y además, y esto es clave, agregar que aún nuestra propia perspectiva es falible, y por tanto, también motivo de dudas. Así se transmite el conocimiento. Enseñando a nuestros alumnos a dudar aún de nosotros mismos. Sobre todo, por el hecho de saber la dimensión, a veces exagerada, que podemos llegar a tener, desde la supuesta y pretendida autoridad cognoscitiva, con personas en formación.

Recordemos el pasado reciente del kirchnerista gremio CTERA. Hace pocos meses instalaron la actividad denominada Escuela Pública Itinerante, que yo calificara como la Escuela Itinerante de la infamia, justamente por ese inaceptable lema que rezaba: “Escuela Pública Argentina. Enseña. Resiste. Sueña”. ¿Resiste? ¿En tiempos de democracia? Un despropósito que encierra, quizás, una intencionalidad desestabilizadora. Tema vinculado directamente no sólo con la política, sino también con la cuestión educativa, de la que no todos parecen estar aún en condiciones de debatir.

Esa Escuela Itinerante nació de una iniciativa de la cúpula sindical de CTERA (nunca se consultó a sus afiliados) de instalar una carpa frente al Congreso de la Nación, como expresión de protesta reclamando por el incumplimiento de la ley de paritaria nacional y una discusión por una nueva ley de financiamiento educativo, y que tuvo un conflictivo comienzo toda vez que, al momento de su instalación, al no contar con la autorización correspondiente, desató una represión policial excesiva.

Decía entonces que esta manifestación tenía evidentes intenciones políticas. ¿Ello está mal? Obviamente que no. La actividad política siempre es saludable. Ya sabemos, además, que, básicamente, cualquier asociación gremial debería tender a defender los derechos de sus trabajadores, a ofrecerles beneficios sociales y a procurarles nuevas conquistas laborales, sentando firme posición sobre esto, y que ello se enmarca en imprescindibles lineamientos políticos que posibiliten su concreción. Pero es allí cuando comienzan las confusiones y sus oportunistas manipulaciones. Es decir, cuando se pasa de lo político a lo decididamente partidario, como es reconocible, toda vez que se aprecia cómo se subordina la auténtica lucha sindical al objetivo electoralista del anticuado aparato gremial kirchnerista.

Párrafo aparte que no deja de ser llamativo cómo la misma dirigente que a cargo de Ctera pretende mostrar un perfil combativo, al frente de Amsafé provincial se somete con cierta docilidad a las decisiones del gobierno socialista.

Todavía se recuerda, aunque no lo hacen todos (o no quieren), cuando la viuda de Kirchner, en su discurso del 2012 ante la Asamblea Legislativa, fustigó al sector docente por una negociación paritaria empantanada, disparando el enojo de la expresidente, haciéndole afirmar que sólo trabajaban cuatro horas diarias y que tenían tres meses de vacaciones, y que lo único que les importaba era el salario y nunca el hecho educativo. Vagos, materialistas, insensibles. Todo eso les dijo. ¿Reacciones? Silencio, cabezas bajas y renovadas claques de aplaudidores partidarios.

No resisten. Son opositores, y en su oposición pretenden instrumentar a todo un sector trabajador que legítimamente puede estar insatisfecho con la política educativa y salarial que lleva adelante el actual gobierno nacional. Pero nunca al punto de demandar “resistencia”. Insistir con ello hasta suena a fantasía golpista, antidemocrática e intencionalidad destituyente. Y lo siguen demostrando ahora, con el caso Maldonado, y todos los elementos constitutivos de otra infame campaña, que parece más formar parte de la estrategia electoral cristinista que de una legítima acción gremial.

Óscar Brenifier, en “El diálogo en clase”, proponía que la clase debe ser el espacio donde se elaboren y expresen las ideas, propiciando la práctica de la duda, la crítica y el juicio argumentado. El genial rocker Roger Waters, en “The Wall”, inspirado en Althusser, exclamaba “No necesitamos educación alguna. No necesitamos ningún control de pensamiento”. El control que parece quiere ejercer CTERA.

Splitter y Sharp, en “La otra educación”, insistían con que cuando las clases se convierten en comunidades de indagación filosófica, los chicos descubren cómo pensar por ellos mismos, de modo más reflexivo y razonable. Todo lo contrario de lo que instrumentó CTERA con sus libelos para usar en los salones. ¿O acaso adoctrinar, dando por cierto algo que todavía está en curso de investigación, es la bajada didáctica del progresismo?

Escribía el maestro Paulo Freire, un auténtico romántico de la utopía de la transformación, en “Cartas a quien pretende enseñar”, en el capítulo “De las cualidades indispensables para el mejor desempeño de las maestras y los maestros progresistas”, que entre las mismas se encuentran la humildad, que exige valentía, y respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás. Y que implica reconocer que nadie lo sabe todo. Y escuchar al otro, incluido a aquel considerado menos competente. Lo contrario nos convertiría en docentes arrogantes y soberbios, y, por tanto, autoritarios. También se requiere amorosidad, tolerancia y paciencia, decía. Y aunque Freire divagaba bastante sobre cuestiones ideológicas, es justo reconocerle que este mismo capítulo lo cerraba magistralmente convocando así: “A veces es preciso que luchemos junto al sindicato, y a veces contra él si su dirigencia es sectaria, de derecha o de izquierda”. Si parece que se hubiese anticipado a lo que sería CTERA…

No parece casual que AMET (Asociación del Magisterio de Enseñanza Técnica) nacional se haya diferenciado explícitamente de CTERA acerca del caso Maldonado, comunicando oficialmente que “la responsabilidad de los docentes es enseñar a pensar y no inducir a pensar”. Clarito. Sobre todo si lo que se busca inducir con la categoría de desaparición forzada es que estamos viviendo en dictadura, cuando es todo lo contrario. Con la difusión de tres cuadernillos para los niveles inicial, primario y secundario con el fin de que los docentes elaboren clases alusivas, la intención vuelve a ser la de provocar injustificables levantamientos. Aunque ya han tenido la reacción en contrario de decenas de miles de padres, advertidos del despreciable objetivo partidario. Si hasta casi nos hacen recordar la repugnante bibliografía escolar obligatoria del primer peronismo, con eslóganes que iban desde “Perón nos ama. Nos ama a todos. Por eso lo amamos. ¡Viva Perón!”, hasta “Evita ama a los nenes. Los nenes aman a Eva. ¡Viva Evita!”. Parece un chiste. O un invento. Pero no. Bueno, no vayamos tan lejos, porque se ha denunciado que actores en una escuela de Rawson, Chubut, representaron a gendarmes asesinando a Santiago Maldonado, en una “obra” destinada a chicos de 1ro., 2do., 3ro. y 6to. grado, cuando la invitación había sido para ver la puesta de “Caperucita roja”. Aparentemente la institución educativa no tuvo responsabilidad en la organización de esta función teatral. Pero los niños terminaron asustados y a puro sollozo. Así se comportan estos fundamentalistas.

En “Violencia en la Escuela” (2003), junto a Alicia Pintus, ya sabíamos que los principales generadores de violencia en el ámbito educativo, muchas veces, somos los propios docentes. Porque aunque no tengamos el hábito de reconocerlo, sí acostumbramos discriminar. Y mentir. De eso se trata el caso CTERA. Quizás por ello uno de los escasos aciertos de Carlos Indio Solari haya sido cuando cantaba “Violencia es mentir”. Estos sindicalistas mienten, y no se ruborizan al hacerlo. Por el contrario, se ofenden cuando los critican, y se vuelven temerarios al desafiar que nadie sabe de qué se trata cuando se habla de adoctrinamiento. Para hacer una reducción a lo simple, adoctrinar (que está vinculado con el accionar de grupos fanatizados) es formar o informar con contenidos educativos que son en sí mismos mera propaganda sectaria, buscando con ello debilitar la posibilidad de la formación de criterios propios.

Se seguirán organizando marchas y repetitivas consignas en las redes sociales hasta que se sepa a ciencia cierta qué le sucedió a esta persona. Y mi pregunta es: ¿está mal tratar en clase el tema Maldonado? Desde ya que no, por ser una problemática de rigurosa actualidad, que nos moviliza a todos. Pero sí hacerlo desde una perspectiva parcial, interesada y sesgada, como si fuera la única posible. No habría, entonces, gran diferencia entre la propuesta de CTERA con sus infames cuadernillos, si a comienzos del pasado ciclo lectivo 2015 a una entidad gremial, seguramente otra que no sería CTERA, se le hubiese ocurrido similar actividad con panfletos que afirmaran que al fiscal Nisman lo mandó a asesinar el kirchnerismo, en asociación con servicios de inteligencia iraníes. Un disparate, ¿no es cierto? Aunque muchos lo pensaran o lo creyeran. Ese mismo delirio, quizás peor, lo realizó esta impresentable Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina. Y pienso en cuánta razón tenía Paulo Freire. Sí, son dirigentes gremiales sectarios. Ni siquiera tuvieron la paciencia que el gran educador planteaba como imprescindible como para esperar que hubiesen sido los mismos niños y adolescentes los que plantearan en clase, espontáneamente, la necesidad de tratar el caso en cuestión, con la fluidez y avidez por conocer que se tiene en estas etapas evolutivas. Por conocer la verdad.

Otra vez: “violencia es mentir”. Y estos tipos de la CTERA, además de no tener ética y de ser antidemocráticos, son violentos.

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