Sequía: factor clave en el sur bonaerense

En tiempos en que comienza la cosecha de la campaña fina, los productores ya tienen puesta la cabeza en su próximo paso. Y allí es donde se plantea la disyuntiva: ¿es conveniente sembrar soja de segunda o es más rentable el maíz tardío? Sin embargo, en un contexto de sequía y déficit hídrico atípico como el que enfrenta gran parte del sur de la provincia de Buenos Aires, la respuesta puede ser otra. 

“Yo estoy aconsejando no sembrar porque me parece un riesgo innecesario”, dispara Andrés Candelo, asesor de la Regional Aapresid Juan Manuel Fangio (ex Mar del Plata). “Coyunturalmente la sequía me tira más para atrás. Así que si no estoy presionado, recomiendo un cultivo de cobertura, como avena, y trataría de que el productor vuelva a integrar el sistema ganadero. Va a ser más ventajoso que forzar una soja o un maíz de segunda”, remata el especialista que trabaja en la zona de Madariaga, Balcarce, Tandil y Miramar.

Sin embargo, el ingeniero agrónomo contempla el caso de aquellos productores que alquilan campos y se ven obligados a sembrar. Para ellos, recomienda inclinarse por una soja de segunda, ya que es más simple el manejo de la comercialización del cultivo. Mientras que para los productores mixtos que cuentan con vacas propias, la alternativa de maíz se torna una opción más interesante. 

Se trata sin dudas de un escenario complejo, con una alarmante falta de lluvias que obliga a los asesores a analizar y dar respuestas para cada caso en particular. En ese sentido, el extensionista del INTA Balcarce, Horacio “Vasco” Sarlangue, coincide con su colega y considera que en el caso de campos arrendados la delantera la lleva la soja porque “es más rustica y más guapa”. “En cambio, en campos propios yo me tiraría un lance y me jugaría por el maíz, que puede usarse como recurso para el sistema mixto”, añade.

Pero la realidad marca que la siembra hasta el momento se encuentra frenada, así también como el despacho de insumos, y que el productor prefiere aguardar hasta último momento para tener un panorama más claro respecto al futuro. “En soja normalmente hay tiempo hasta el 10 de enero para esperar que se humedezca el perfil y sembrar, sin alterar demasiado los rendimientos. En cambio, en el maíz ya es más crítico porque nuestro verano es más corto”, explica Sarlangue. Para los especialistas tampoco el maíz de baja densidad llega a ser una solución, ya que la poca humedad y bajo nivel de nitrógeno en el suelo lo vuelve una opción poco viable. 

Aunque en el mediano plazo no se prevé un cambio importante de perspectivas, todos aguardan con esperanza las lluvias que puedan dar un giro a la situación actual. “Mínimo se necesita de 50 a 80 milímetros -afirma el extensionista del INTA- para recuperar un poco esos 200 milímetros que estarían faltando en el año”. El promedio anual para la zona sur, tanto mar como sierra, ronda entre los 900 y 1000 milímetros. Pero en las últimas tres campañas ha habido regímenes hídricos menores y en lo que va del 2016 solo se han alcanzado entre 550 y 600 milímetros. “La última lluvia fuerte fue en los primeros días de octubre y desde entonces casi no llovió más”, agrega Candelo.

El asesor de Aapresid asegura que si durante el mes de diciembre no llueven los ansiados 80 milímetros de agua va a ser muy difícil alcanzar los 1000 kilos de rinde en soja y cubrir de esta manera los costos mínimos para la producción. “Después por ahí tenés suerte y en febrero se llueve todo y te da 15000. Pero la probabilidad de éxito es muy baja”, ratifica Candelo, quien ve un escenario similar para el caso del maíz. 

Los cultivos de segunda no son los únicos afectados por este efecto climático en la zona y la actual campaña fina se ve también seriamente perjudicada por la sequía, acompañada de fuertes vientos y heladas que alcanzan temperaturas bajísimas, de entre 1 y 2 grados. “Hay daños en cebadas tardías y en trigos candeales, que normalmente se siembran un poco más tarde. También hay lotes de girasol afectados”, apunta Sarlangue, quien acota que las condiciones meteorológicas obligan además a adelantar las cosechas: “En cebada ya va haber lotes esta semana, cuando normalmente estaban alrededor del 15. Y si el clima no cambia, los trigos se harán en 15 días”.

Lo que comenzó como un muy buen año para el trigo, con un crecimiento en el área sembrada del 30% al 40% en la zona, hoy se ve empañado por posibles pérdidas en el rendimiento, que se estiman alrededor del 15%, o incluso superiores. “Hasta la semana pasada se lo veía bien al cultivo, pero ahora ya comenzó a secarse y a sufrir daños por las heladas en zonas bajas y la falta de lluvia”, considera Sarlangue, lo que ocasiona un deterioro en la calidad de los granos y una merma de valor. (Nidera)

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