Trump ya llegó hace rato

Por Garret Edwards

Donald Trump juró el viernes 20 de enero de 2017 como el 45º Presidente de los Estados Unidos de América. Un día histórico, con la presencia de los expresidentes Jimmy Carter, Bill Clinton, George W. Bush, y el saliente Barack Obama. Esa fecha, merced al propio Trump, ya tiene nombre populista: Día Nacional de la Devoción Patriótica.

Pronunció, entonces, un discurso de dieciséis minutos. Corto, conciso y contundente. Más corto que los dos anteriores de Obama. El infame Guillermo Moreno dijo hace poco que Trump era medio peronista, y el locuaz Fernando Iglesias explicitó que veía al Partido Republicano parecido al Peronismo, y que Trump era un Néstor. Muchos creen, más bien, que Trump es una Cristina y no un Néstor. Donald pretende que Estados Unidos vuelva a ser sede de los Juegos Olímpicos y del Mundial de Fútbol en el futuro. Las manifestaciones que se dieron para acompañar, por caso, durante el Mundial de Fútbol de Brasil ya las tiene, si sirve de algo.

Este 20 de enero las medidas de seguridad fueron extremas. Inimaginables para los estándares argentinos. Una semana larga para armar todo. El caminito para el desfile, los palcos, el escenario. Gente con gorritas rojas con la clásica consigna –“Make America Great Again” (“Hagamos a Estados Unidos Grande”)-, con un detalle no menor: las oficiales están hechas Made in USA, mientras que las que vendían en la calle eran Made in China. Algo que pareció no gustarle a los trumpistas cuando se dieron cuenta, siendo que empezaron a tirarlas al suelo y a prenderlas fuego.

Trump agradeció a Obama y a su esposa Michelle. Habló de una Nación, un Pueblo, un Destino. Expresó que no tenían que verse como blancos, morenos o negros, que lo que verdaderamente importaba era que sangraban una misma sangre roja de patriotismo. Le echó la culpa de todos los males a la casta política de Washington, y vociferó que era hora de que el poder volviera al pueblo. Se ubicó a sí mismo no como un representante de un partido, sino como el líder de un movimiento. Populismo de libro de texto. Podrían haber proyectado una versión doblada del “Yo vengo a proponerles un sueño” de Néstor Kirchner y no estaríamos demasiado alejados.

Apenas ingresó a la oficina oval hizo sacar el busto de Martin Luther King Jr., y volvió a ubicar en su lugar el de Winston Churchill, que Obama había hecho retirar en su tiempo. Cambió las cortinas, ahora de un dorado fulgurante. Firmó sus primeras Executive Orders, que son símil Decretos de Necesidad y Urgencia vernáculos, y se siguen acumulando unos tras otros con el paso de los días. Conformó, también, el primer Gabinete sin hispánicos desde el Gobierno de Ronald Reagan en 1988. A su vez, despidió a los embajadores y cónsules políticos, casi como si se tratara de una empresa.

En el país del norte ya se habla de #TheDivision, la grieta argentina importada. Reemplazaron el “Clarín Miente” por un “CNN Fake News”. Probablemente echen a los periodistas acreditados de la Casa Blanca, y los muden a otro edificio. Los artistas se multiplican en sus quejas, discursos y gritos. Los ciudadanos de a pie empiezan a tener cuidado cuando hablan de política. Se parece mucho a una Argentina de no hace tanto tiempo.

Del otro lado, Trump sigue sorprendiendo cada día de maneras prácticamente insospechadas, incluso cumpliendo con polémicas promesas de campaña: registró un eslogan para su potencial reelección (“Keep America Great!”), habló a favor de la tortura, defendió su postura de que los medios de comunicación eran el partido de la oposición, prohibió la entrada de nacionales de varios países del Medio Oriente, y la entrada de limones argentinos, que parece tocarnos un poco más de cerca. Y por si ello no fuera suficiente, el Reloj del Apocalipsis volvió a acercarse a la medianoche, y al posible holocausto nuclear, algo que no sucedía desde la Guerra Fría.

Desconozco si Trump está familiarizado con “The Wall” de Pink Floyd. Es un presidente que quiere reducir impuestos, bajar el gasto público y ser proteccionista a la vez. Algo medio extraño. Es el primer presidente latinoamericano de Estados Unidos. Diría que es, casi, el primer presidente argentino de Estados Unidos. A los argentinos no nos debería llamar la atención, Trump ya llegó hace rato, y nosotros lo tuvimos en el poder durante doce años.

La izquierda mundial está enojada. Les molesta Trump pero les gustan los Kirchner, los Chávez, los Maduro, los Correa, los Morales, los Castro. ¿Será que por fin se dieron cuenta de que todos esos estaban mal, y les empezó a gustar el libre mercado? Ojalá que así sea, pero no lo creo.

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