Política e Inversiones

En materia económica, el año que comienza tendrá a las elecciones presidenciales como tema transversal en lo que refiere al plano doméstico. Las inversiones no serán la excepción y un cambio o continuidad en el rumbo de la política incidirá en la evolución de la bolsa argentina. En este artículo se expone en forma sucinta lo que dejó hasta el momento el ciclo CFK en las cotizaciones y las claves de un año electoral.

Sin dudas, las últimas elecciones legislativas resultaron un punto de inflexión para la bolsa argentina. Entre el mes de agosto de 2013 – cuando las primarias anticiparon el revés que sobrevendría para las listas oficialistas – y septiembre de 2014, el índice Merval ganó un 138% medido en dólares. Un ascenso vertical en un período de tan solo 13 meses pocas veces visto en la maduración de las inversiones. En el último trimestre del año, a fuerza de un contexto externo menos favorable (la caída en el precio del petróleo impactó de lleno en los precios de las empresas vinculadas al hidrocarburo, que justamente tallan fuerte en la composición del Merval) y una serie de medidas tendientes a anestesiar la brecha entre el tipo de cambio oficial y el “contado con liqui” evaporaron parte de la suba que siguió a los comicios. Aun así, el índice Merval ganó en moneda dura un 61% desde las elecciones de mitad de período hasta el comienzo del año en que los argentinos elegirán un nuevo presidente.

 

El 2015 aparece como un nuevo período crítico desde el frente político. En el mes de octubre los candidatos de las distintas fuerzas se medirán y el sufragio determinará el ganador. Es de esperar que esto impacte también en el humor del mercado.

Por cierto, si se consideran los últimos cinco años en los que hubo elecciones presidenciales (1995, 1999, 2003, 2007 y 2011), en estos períodos las cotizaciones de las acciones que se negocian en bolsa se mostraron más volátiles que en el promedio, pero el resultado fue positivo. Esta diferencia se marca especialmente a partir del segundo trimestre del año y obedece a una lógica que va por fuera de las finanzas: tras el verano se definen las listas y comienza a dibujarse el resultado que arrojarán las urnas.

Este panorama invita al optimismo a aquellos inversores más proclives a tomar riesgos. Claramente las decisiones de inversión no serán sencillas en los próximos meses ya que el contexto doméstico ofrecerá una mayor incertidumbre en lo que refiere a la política económica actual y futura. Ante esto, es válido diferenciar a los activos que fueron ganadores en el ciclo político que finaliza (los dos mandatos de CFK) de aquellos que tuvieron un desempeño más pobre.

Si se consideran las acciones más negociadas en la bolsa local – aquellas que integran el Panel Líder de la Bolsa de Buenos Aires – los grandes ganadores han sido los papeles del sector bancario. Entre el 10 de diciembre de 2007, momento en que Cristina recibió el bastón presidencial de manos de Néstor Kirchner, y la última rueda bursátil de 2014 las acciones del Banco Francés multiplicaron su valor 8,5 veces. Sin desentonar, los papeles del Grupo Financiero Galicia subieron un 663% y los del Banco Macro un 633%. En todos los casos las subas superan holgadamente la variación en el tipo de cambio ya que la cotización del dólar en el mercado formal se incrementó en un 172% en igual período. Si en cambio se considera el dólar paralelo, esta variación trepa al 355%, prácticamente la mitad de la valorización que tuvieron las acciones bancarias.

Esto no debe sorprender. Entre 2007 y 2013 el rubro “intermediación financiera” duplicó su participación en el PIB. Los bancos vieron crecer sus ingresos de la mano de políticas tendientes a fogonear el consumo por medio de la financiación a los individuos (vale decir que esto se dio en gran medida a costa de una poda en la financiación para las empresas y sectores productivos).

Sin embargo, no todos los rubros corrieron la misma suerte. Las principales firmas del rubro industrial (Siderar y Aluar, que se desenvuelven en la producción de acero y aluminio respectivamente) tuvieron avances que no llegan a compensar la evolución del tipo de cambio. Siderar ganó un 318% – algo  menos que el blue – y Aluar no llegó  a compensar la devaluación oficial.

YPF, la petrolera que fuera restatizada durante el período de análisis podría haber pasado revista entre las ganadoras, pero el precio del petróleo jugó una mala pasada. Sin poder alejarse de la suerte que corrieron las empresas del sector perdió parte de las ganancias acumuladas, pero no dejó de ser una de las que mayor suba experimentó: un nada desdeñable 300%. Su comparable brasilera, Petrobras, sumó al panorama de precios de su producción un escándalo de corrupción y queda en terreno negativo. Tenaris, una firma global de industria pesada que bien puede agruparse junto a las petroleras por la íntima relación entre su actividad como abastecedora de tubos para la exploración hidrocarburífera con el precio del crudo, empardó al dólar oficial y ganó favoritismo entre los inversores como una reserva de valor más que como una apuesta a la rentabilidad corporativa.

En marcado contraste con los otros activos de renta variable de origen nacional, las grandes perdedoras del ciclo CFK han sido las empresas del rubro energético. En siete años su valor apenas ha mostrado incrementos (medidos en pesos y considerando eventuales pagos de dividendos). Aun cuando el dólar casi triplicó su cotización y el nivel general de precios estuvo expuesto a tasas de dos dígitos durante el período, empresas como Pampa Energía, Edenor y Transener solo lograron subas de entre un 50% y 70%. Posiblemente la asimetría expuesta no sorprenda al lector, incluso aquellos que no resulten espectadores habituales de las variables del mundillo bursátil. Las tarifas de energía eléctrica clara y deliberadamente retrasadas pusieron en jaque no sólo la rentabilidad de las empresas energéticas, sino también sus posibilidades de inversión.

El transfondo eleccionario también pone sobre la mesa las expectativas de que se sostenga – o incluso incremente – el elevado nivel de gasto público. Esta variable no puede ser señalada sin una referencia inmediata al proceso inflacionario vigente en la Argentina. Ante las perspectivas de que los incrementos en el nivel de precios persista en un rango elevado (superior al 30% según el promedio de las estimaciones privadas), las acciones de empresas que pueden trasladar las subas en costos a los precios actúan como refugio de valor. Así, las expectativas inflacionarias se vuelven un aspecto de enorme importancia a la hora de plantear una cartera de inversiones modelo 2015.

En resumen, la historia señala que los años electorales resultan – en promedio – sinuosos para las inversiones bursátiles, pero a fin de cuentas ofrecen rentabilidades superiores a la media. El saldo de los meses posteriores a las elecciones legislativas bien podría resultar una muestra de las expectativas de los inversores de cara a un cambio de ciclo político en el país, aunque las decisiones no resultan simples a la hora de seleccionar los activos a incluir en una cartera de inversiones. Los últimos años dejan claros ganadores y perdedores entre los papeles más negociados en nuestro mercado, y la alternancia de las políticas podría revertir las relaciones o acrecentar las diferencias. Lo que resulta claro es que – en lo que refiere al mercado accionario al menos – el 2015 será un año para seguir de cerca, con sobresaltos garantizados.

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