Anochecer de un día agitado

Quedan pocos días para el balotaje en Argentina y se hace necesario hablar sin eufemismos.

Por Ernesto Edwards / Filósofo y periodista / @FILOROCKER                       30/10/2023

A continuación, una breve referencia personal. Mi primera tesis de doctorado en Filosofía, treinta años atrás, iba a ser sobre el Escepticismo en el cine argentino de posdictadura. Alberto Moreno, mi maestro y amigo, y también mi director, un brillante filósofo que debió exilarse en la Oxford University, perseguido por el peronismo a comienzos de los ‘50 nada más que por ser un pensador independiente, vio con agrado que en el listado de películas que iban a fundamentar mi trabajo de investigación, incluyera al filme nacional “Martín (Hache)”.

Alberto, como buen amigo que era, me insistía con que tratara de escribir más como un filósofo. Que no hiciera tanta Literatura y Periodismo. Que fuera más aséptico. Que focalizara en el punto. Que despojara de subjetividades el texto. Pero tres décadas después no lo he resuelto satisfactoriamente. No puedo describir un fenómeno y nada más. Me he vuelto un pensador serial, compulsivo, intratable. Analizo posicionado. Y es lo más honesto intelectualmente que puedo hacer. Soy un viejo anarquista que clama por libertad y desconfía de todos los políticos, sin distinción.

Quizás por ello había incluido a “Martín (Hache)” (Argentina / España, de Adolfo Aristarain, 1997, con Federico Luppi y Juan Diego Botto), que contaba la historia de un guionista cinematográfico argentino, autoexiliado en España, cuyo hijo se quedó viviendo con su madre en Buenos Aires. Cuestiones circunstanciales motivarán que el padre regrese al país para ver a Hache, tras cinco años de desencuentros. El hijo le devolverá la visita a España, y las conversaciones entre ambos se volverán reveladoras. En un recordado diálogo en un bar entre padre e hijo, se da la siguiente conversación sobre Argentina:

“-¿No extrañás? ¿No te dan ganas de volver?”, le pregunta Martín (Hache) a su padre, quien le responde:

-“Eso de extrañar, la nostalgia y todo eso es un verso. No se extraña un país. Se extraña el barrio, en todo caso. Pero también lo extrañás si te mudás a diez cuadras. El que se siente patriota, el que cree que pertenece a un país, es un tarado mental. La patria es un invento. ¿Qué tengo que ver yo con un tucumano, con un salteño? Son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. Son estadísticas. Números sin cara. Uno se siente parte de muy poca gente. Tu país son tus amigos, eso sí se extraña. Pero a veces pasa. Lo único que yo te digo es que cuando uno tiene la chance de irse de la Argentina la tiene que aprovechar. Es un país donde no se puede ni se debe vivir. Te hace mierda. Si te lo tomás en serio, si pensás que podés hacer algo para cambiarlo, te hacés mierda. Es un país sin futuro. Es un país saqueado, depredado, y no va a cambiar. Los que se quedan con el botín no van a permitir que cambie”. Y ese intercambio de palabras, más de un cuarto de siglo atrás, lo decía todo. El cine como Objeto Cultural facilitaba que cualquiera descubriera, o confirmara, que ser escéptico y pesimista sobre el país, y sus dirigentes, no es otra cosa que ser realista.

El pasado martes 25/20, parafraseando a The Beatles, fue el “Anochecer de un día agitado”. Una jornada frenética. La imagen de la implosión. El nirvana. Que recién se verá con más claridad cuando alguna vez el Congreso sesione.
Ni el “Parrilli pelotudo” ni el “Funcionarios que no funcionan”. El primer caso fueron grabaciones que nunca filtró Cristina Fernández. El segundo, era la viuda carajeando en la cara a los ineptos del gabinete de Alberto. Pero ver el desfile, a lo largo de todo el día clamando por “neutralidad”, a personajes como Mario Negri, Gerardo Morales, Martín Lousteau, Horacio Rodríguez Larreta, Elisa Carrió, Carolina Losada, etc., etc., sacando pecho como si la hoy minúscula UCR no hubiera formado parte de la debacle electoral de ese espacio político el 22/10, parecía un skecht de “Telecómicos”, tan anacrónico que parecía el cuadro. Lo que no era antiguo fue la sensación de que estos radicales disfrazados de cambiemitas en realidad parecían haber pactado con Sergio Massa. Puede ser una sensación, claro.

También vimos a Mauricio Macri quejándose de sus exsocios políticos. “Que Morales, Larreta, Losteau y esos que perdieron la interna y se hacen los indignados se saquen la careta y digan a quién van a votar. Yo voy a votar a Milei porque es la única propuesta de cambio que quedó sobre la mesa”, se sinceraba, agregando “Carrió se convirtió en una persona dañina y tiene problemas psiquiátricos”. Parece que se pelearon.

Lo de la U. C. R. puede entenderse si lo miramos de esta manera. El radicalismo, una hoy empobrecida organización que se autopercibe como una expresión socialdemócrata, con varios representantes agarrados a un cargo dado por el kischnerismo, no quiere un Milei presidente. Apuesta a crecer y ser alternativa, ahora desde la oposición a Massa, para las generales del 2027. Algo delirante antes del 22/10. Porque, digamos todo, el PRO murió de muerte súbita, entre halcones y palomas que nunca dejaron de picotearse. Y a JxC ya le dieron el certificado de defunción.

Y hablemos claro: en Argentina siempre dominaron las corporaciones. El poder real pasa por ahí. Y Massa es el candidato de las corporaciones. La corporación política, la económica, la gremial y la mediática. Todo eso concurre a su favor. Y, además, maneja la caja, que la desfinanció por completo. Y por si algo le faltaba, estamos asistiendo a la teatral deskirchnerización del candidato, quien por momentos se alfonsiniza en algunos actos recitando el Preámbulo de nuestra Constitución. Te venden el combo completo.

Para Javier Milei el cordobés Schiaretti ya no es un viejo meado. Ni  Bullrich una tirabombas. Ni tampoco Miriam Bregman es una comunista zurda de mierda. Que ahora piensa todo ello, parece ser cierto. Tan cierto como que de aquí al 19/11 van a querer hacerlo caer en todas las trampas mediáticas posibles. Y aunque no se muestra como el mejor candidato de cara a la segunda vuelta, y parece tenerlo todo en contra si se impusiera, habida cuenta de que el actual oficialismo no le facilitaría ni estabilidad ni gobernabilidad, sin embargo Sergio Massa para muchos es la invitación a caminar hacia el abismo.

Si la batalla cultural a favor del kirchnerismo la dan Lali Espósito, Wos, Moria Casán y las swifties argentinas, y la ganan, es porque el futuro inmediato está perdido. Y acordate, en este caso puntual, para una mayoría la “neutralidad”, el voto en blanco, es casi como sufragar con la boleta de Massa en la mano.

Habrá que hacer algo para que no se siga viniendo la noche. Y ojo con el fraude.

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