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Ricardo Fort: comprador compulsivo de autos exóticos

El empresario chocolatero y figura de la farándula, Ricardo Fort, falleció ayer en Buenos Aires y se convirtió de inmediato en uno de los temas más comentados del país. El excéntrico millonario llevó una vida donde la fama era un objetivo claro. Y, el exhibicionismo opulente, un camino que le parecía lógico para alcanzarla.

En ese marco, se convirtió en un comprador compulsivo de Rolls-Royce y otros autos exóticos. La marca de lujo británica está representada en nuestro país por BMW Group Argentina y, en los últimos años, contó con sólo dos clientes: Fort y un condenado por narcotráfico.

Esta -y no el elevado precio de sus productos- fue la principal causa de una crisis en la imagen de la marca en nuestro país, que provocó que sus ventas se estancaran por completo en el mercado local, mientras Porsche, Ferrari y AMG batían récords. Y mientras la misma Rolls se expandía en países vecinos como Brasil y Chile.

A Ricardo Fort se le conocieron al menos tres Rolls-Royce, algunos de ellos comprados en la Argentina y otros en Estados Unidos: un Phantom, un Phantom Drophead Coupé y otro Phantom fuertemente personalizado. Pero Fort también tuvo autos de otras marcas, como un Mercedes-Benz SLS y unLamborghini Gallardo Spyder. Además, obsequió a sus parejas autos costosos, como BMW Serie 1 y Audi TT.

Según lo publicado por Autblog.com.ar, el gusto de Fort por cierto tipo de autos marcó tendencia en el mundo de los coleccionistas argentinos de vehículos exóticos. La predilección del chocolatero por determinado tipo de modelo era vetado de inmediato por parte de los usuarios de autos exóticos más históricos. “No seas Fort”, era una frase común en ese círculo, cuando algunos de ellos mostraba interés por un auto que la figura de la farándula ya había comprado antes.

Más allá de su gusto peculiar, de su estilo de vida ostentoso y de su lamentable fallecimiento, Ricky Fort al menos puede jactarse de haber provocado la envidia de más de un fierrero y de haber creado una frase luego repetida hasta el hartazgo para definir a un buen auto: “Es un fuego”.

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