La tendencia de techos verdes

Mientras que el cambio climático asecha al ámbito rural y urbano por igual, existen ciudades en las que se replantean el desarrollo y promueven la resiliencia para minimizar las consecuencias de las amenazas naturales. Así, surgen los techos verdes con numerosas ventajas para sus usuarios.

Silvina Soto –especialista del Instituto de Floricultura del INTA Castelar– destacó el rol de los techos verdes por sus numerosas ventajas: “Disminuyen la polución del aire y el efecto isla urbana, mejoran la estética visual y la calidad de vida, conservan energía, favorecen la formación de corredores de flora y fauna y retrasan el escurrimiento del agua de lluvia”.

Asimismo, explicó que este tipo de techos “otorga créditos para el programa LEED (Leadership in Energy and Environmental Desing standars) que promueve la construcción de edificios que presentan un bajo impacto ambiental brindando ambientes de vida y trabajo saludables”.

Los techos verdes son espacios donde la cubierta vegetal es plantada sobre un sustrato de poca profundidad, livianos, generalmente no son accesibles y presentan un bajo mantenimiento sin suministro de riego, con condiciones más hostiles que acotan la diversidad de especies.

La clave del éxito para un techo verde tiene cuatro pilares: la estructura edilicia, el sistema de impermeabilización, el sustrato y la elección de la comunidad vegetal. Para Soto se trata de un trabajo multidisciplinario en el que tanto los arquitectos, ingenieros, agrónomos, paisajistas y técnicos en floricultura deben trabajar conjunta y mancomunadamente.

“El éxito de la sostenibilidad de estos sistemas a largo plazo radica en darle la misma importancia a la parte edilicia como a la agronómica”, indicó la técnica.

Paso a paso

Para estas cubiertas verdes sustentables, la especialista recomendó utilizar “un sustrato que químicamente tenga bajo contendido de sales y un pH levemente ácido”. Asimismo, deberá tener buen drenaje, ser liviano y con poca materia orgánica.

Y advirtió que “de ninguna manera se debe utilizar tierra”. Ya que presenta propiedades físicas no adecuadas tales como la baja permeabilidad, alta retención de agua pero con poca disponibilidad para las plantas y un peso elevado. Además, podría provocar interferencias en los desagües.

Entre las ventajas de la implementación de un sustrato con adecuadas propiedades físicas y químicas, Soto destacó el mejor manejo de las comunidades vegetales mediante el suministro de nutrientes en forma controlada, lo que nos permitirá que sólo se desarrollen las especies deseadas.

Para su composición, la técnica recomendó utilizar hasta un 80 % de materiales inorgánicos como piedra pómez, zeolita, vermiculita y perlita, mezclado con un 20 %, como máximo, de materiales orgánicos como turba o compost.

“Un sustrato a base de compuestos inorgánicos permitirá que la profundidad no varíe, que el drenaje sea el correcto y se mantenga estable a través de los años, y que –mediante un manejo nutricional adecuado– se logre tener la comunicad vegetal deseada”, detalló.

En referencia a la selección de variedades aptas para estos ambientes, Soto ponderó la necesidad de que sean “altamente eficientes en el consumo de agua con una composición de no menos de un 80 % de especies Crassas”.

Y aclaró que “la diversificación de especies permite aumentar la estabilidad del sistema”, por lo que aconsejó utilizar entre 10 y 15 especies, en porcentajes diferentes dependiendo de la estrategia de cada una con respecto a la velocidad de crecimiento y propagación.

Asimismo, destacó la importancia de considerar el momento del año que va a ser implantando: “Las especies predominantes deberán ser aquellas que respondan mejor a la estación de implantación, para asegurar una rápida cobertura. Con los años cada comunicad adoptará una dinámica determinada para cada época del año”.

Y subrayó: “En estos sistemas, la composición florística responde a las condiciones del lugar y a las estrategias de cada especie, observándose asociaciones sinérgicas que presentan nichos específicos para el desarrollo y la sobrevivencia de cada genotipo”.

De acuerdo con la especialista, “si bien el único género apto para estos ecosistemas es el Sedum (Sedum mexicanum, Sedum acre, Sedum álbum, Sedum kamtschaticum, Sedum rupestre y S. reflexum), existen algunas especies nativas estudiadas en el Instituto de Floricultura que podrían ser adecuadas para este uso”. Entre estas, se destacan Gomphrena celosioides, Phyla canescens, Senecio ceratophylloides, Grahamia bracteata, Portulaca grandiflora, Portulaca gilliesii. (INTA)

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