La ganadería surfea por la coyuntura

Crecen las exportaciones, pero con un mercado interno deprimido, las variaciones del tipo de cambio no impactan en el precio de la hacienda.

Nuestro país nuevamente transita por turbulencias financieras que nos afectan a todos los ciudadanos. El resultado de las elecciones primarias y determinadas medidas adoptadas por el gobierno, generaron presiones en varios frentes, desde el tipo de cambio hasta las tasas de interés. A partir del 12 de agosto se produjo una fuerte salida de activos argentinos. El riego país subió 80% en un solo día llevándolo a valores actuales de 2000 puntos, nivel máximo registrado desde 2005. Las empresas que cotizan en Bolsa también sufrieron consecuencias, con caídas en un solo día superiores al 40%. El efecto de esta fuerte salida afectó directamente en el tipo de cambio que subió alrededor del 30%. En busca de frenar la corrida financiera se anunció un reperfilamiento sobre las letras de corto plazo y una propuesta a presentar en el Congreso sobre reestructuración de deuda que generó una disparada de las tasas de interés en pesos y una apreciación de los futuros de tipo de cambio, encareciendo así las coberturas sobre la divisa estadounidense. Capítulo siguiente y como resultado de esto, el gobierno impuso restricciones a la compra de moneda extranjera, generando así presión sobre el tipo de cambio y conteniendo esta vez las tasas en pesos. El sector ganadero, no es ajeno a esta realidad. El tipo de cambio (TC) y las mayores restricciones al crédito vuelven a golpear a un sector que brega por una mayor eficiencia que le permita responder competitivamente a las nuevas demandas que se vislumbran desde el exterior y que crecen muy por encima de la oferta de los países productores. Las exportaciones argentinas crecieron notablemente en el último año y medio, pasando de representar un 10% de la faena total a más de un 25% en la actualidad.

A pesar de la mayor participación del sector en el mercado internacional, el precio de la hacienda continúa sin reflejar las variaciones del TC, como ya ha sucedido en otras oportunidades. Si bien en un primer instante, allá por febrero de este año, el precio de la hacienda intentó acomodarse a la suba del dólar, no pudo sostener el incremento. Tras el último movimiento devaluatorio de mediados de agosto, nuevamente la hacienda intenta corregir precios en pesos aunque la presión que ejerce el consumo doméstico no permite convalidar plenamente estas subas. Tomando valores promedio, el TC durante agosto se apreció un 22% respecto de julio mientras que el valor del novillo en pesos acompañó la suba ajustando solo un 7% mensual. Esta misma desconexión también se observa en el sentido contrario. Tomando los precios promedio de la primer semana de septiembre (*) donde el TC se apreció un 3,2% respecto del promedio de la semana previa, el precio del novillo en Liniers no solo no corrigió a la baja sino que incluso mostró una leve suba (+1,5%) respecto del promedio registrado la semana previa. Esta falta de correlación del precio de la hacienda con el TC llevó a erosionar todo el impacto positivo en precios producto de la mayor demanda, volviendo a los niveles de precios mínimo -medidos en dólares- registrados durante el último cuatrimestre del año pasado.

Claramente, el peso relativo del consumo interno explica gran parte de esta falta de correlación. La situación que actualmente presenta el mercado doméstico, totalmente deprimido por una fuerte pérdida del poder adquisitivo del salario producto de un proceso inflacionario ya muy prolongado, hace que el precio de la carne en el mostrador no logre acompañar estas subas.

De acuerdo al último informe de relevamiento de precios minoristas realizado por el IPCVA en el mes de julio, el precio promedio de los principales cortes de carne vacuna registraró un aumento del 53% respecto de julio 2018, quedando por debajo del 54,4% que registraba durante ese mismo período del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Asumiendo que la inflación acumulada durante agosto-septiembre puede ascender a niveles cercanos al 8%, muy probablemente, el precio de la carne en mostrador termine registrando nuevos retrasos en pesos. La falta de respuesta de los precios a este nuevo esquema perjudica mucho a un sector cuyos costos mantienen altos componentes en dólares, entre ellos el maíz que se incrementó en pesos un 40% producto de la devaluación de los últimos 12 meses. De esta forma, el sector se encuentra atravesando conflictos financieros complejos, en donde tiene que cubrir gran parte de sus costos en dólares más caros y con precios de venta más bajos medidos en la misma moneda. A esta situación se suma que el acceso al crédito se restringe cada vez más. Hoy los bancos cerraron prácticamente el grifo a la espera de una mayor claridad tanto política como social, especialmente sobre la respuesta generalizada de los tenedores de depósitos. Esta situación también se vio reflejada en la reducción de plazos de pagos que pasaron de la habitualidad de 60 a 120 días a 30 y 45 días. Más allá de la situación actual y buscando una mirada más optimista, podemos presumir que bajo este nuevo contexto y normalizándose el mercado financiero, podrían empezar a surgir créditos a tasas más bajas que aporten oxígeno al sector, generando niveles de apalancamiento más saludables. A su vez, mirando hacia la exportación, también es válido apoyarnos en la idea de que nos encontramos en niveles de precios muy competitivos con respecto a nuestros principales competidores, situación que siempre debe tomarse como una oportunidad para llegar a mercados hasta entonces poco desarrollados. En definitiva, el impacto final que pueda dejar esta crisis en el sector dependerá en gran medida de cuán rápido se logren reacomodar las principales variables financieras dando la previsibilidad necesaria para seguir invirtiendo en producción y aprovechando las oportunidades excepcionales que actualmente nos ofrecen los mercados externos.

Fuente: BCR

Comentarios