El estado se lleva el 43% de la soja

Haciendo soja de primera en campo propio la torta se reparte de la siguiente manera: 43% el Estado, 39% a los costos de implantación y el 18% restante le queda al productor.

Así se desprende de un análisis realizado por Julio Calzada y Sofia Corina, de la Bolsa de Comercio de Rosario. Aunque la tradición del productor de seguir produciendo la tierra es más fuerte que cualquier análisis de inversiones alternativas, se analizan los números de sembrar contra otras dos opciones: letras del tesoro en U$S o inversiones en departamentos.

Se han analizado los márgenes brutos y netos de un productor que decidiría hacer soja de primera en la zona núcleo GEA-BCR en el sur de la provincia de Santa Fe. Siembra 200 hectáreas propias. También se analizó el margen bruto para aquel que arrienda pagando 16 qq/ha de soja.

Hemos observado que el valor de exportación que generaría una hectárea de soja de primera estimado en 1.394 U$S/ha se repartiría de la siguiente forma: a) el 30% los percibiría el Estado Nacional en concepto de derechos de exportación, b) El 13% se asignarían a pagar el resto de los impuestos, c) el 39% de esa torta se asignaría a pagar insumos, labores, gastos de cosecha y de comercialización de la explotación y d) finalmente, al productor le quedaría neto -después de pagar todos sus impuestos-, el 18% de esa torta. Son unos 255 U$S/ha (su margen neto). Las cifras lucen algo desproporcionadas para el hombre de campo que corre con todos los riesgos del negocio. Suena a poco. 

De esa torta de 1.394 U$S/ha, cerca de 602 U$S se los apropian los distintos Gobiernos a través de los siguientes impuestos: Derechos de exportación, Impuesto a las ganancias, Impuesto a la ganancia mínima presunta, impuesto a los bienes personales, impuesto a los débitos y créditos bancarios, la tasa vial o de mejora de caminos, Impuesto de sellos, impuesto inmobiliario provincial e impuesto de sellos. Esto significa que los Estados se quedan con el 43% de esa “torta”. El 57% restante se distribuye entre lo que le toca al productor y lo que recibirán los proveedores de insumos, contratistas, transportistas, acopios, corredores, etc. La presión tributaria en soja de primera sigue siendo alta, teniendo en cuenta que es único cultivo que se realiza en ese campo a lo largo del año.  

En campo propio, el productor percibiría un margen bruto de 439 U$S por hectárea, luego de pagar insumos, labores, gastos de cosecha, fletes y otros gastos de comercialización. Pero si ese hombre de campo tuviera que alquilar pagando 16 quintales de soja por hectárea, el margen bruto es prácticamente nulo: ascendería a 5 U$S por ha. Esto muestra que los números están “muy finitos” para aquel que arrienda en la zona núcleo en soja de primera. Necesariamente se vería obligado a hacer un cultivo de invierno, para luego hacer soja o maíz de segunda. Haciendo solamente soja de primera, prácticamente los números no cierran si hay que alquilar.  

En materia de rentabilidad. ¿Que conviene más? ¿Sembrar soja de primera, vender el campo y alquilar departamentos en Rosario o Buenos Aires o comprar letras del tesoro en U$S? El de menor rentabilidad es sembrar. Este daría una utilidad neta anual que equivaldría a menos del 1,4% del valor por hectárea de su campo. Alquilar departamentos daría una utilidad neta anual equivalente al 2,3% del valor del departamento. Y las letras de tesoro en U$S tienen rentabilidades cercanas al 3,45% anual. Pero ningún productor debería optar por estas dos últimas opciones, si tuviera una decisión de inversiones mutuamente excluyentes. La tradición del productor de seguir produciendo la tierra es más fuerte que cualquier análisis de inversiones alternativas. De todos modos, hoy las LETES pagan elevadas tasas, ante el fuerte déficit fiscal que tiene el Gobierno y la necesidad de financiamiento. En una economía estable, en el futuro, la tasa de estos instrumentos de no más de 365 días debería gradualmente ir bajando. La opción de alquilar departamentos hace un año atrás permitía obtener una rentabilidad anual del 3%. Actualmente baja al 2,3% anual. Incide la devaluación del peso y la imposibilidad de trasladar directamente al valor locativo el efecto de la fuerte inflación anual y la devaluación. El campo emerge como la inversión de menor rentabilidad pero de mayor futuro y sustentabilidad hacia los próximos años. Eso no quita que si el Estado en general se queda con el 43% de esa “torta” y el productor recibe nada más que el 18% de la misma, el peso tributario es muy fuerte todavía y necesita revertirse como ya ha sucedido en maíz, trigo, cebada o girasol con la eliminación de los DEX.

Fuente: BCR

 

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