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A los jóvenes que les gusta el vinilo les gustarían los diarios

Nunca se debe descartar una tecnología, aun cuando parezca estar ya enterrada. La mayor sorpresa del aumento en ventas de discos de vinilo es la edad de los compradores. Una encuesta por el BPI, la organización de la industria disquera del Reino Unido, reveló que más de un tercio de los fanáticos de los discos tenían menos de 35 años.

¿Cómo es que saben siquiera lo que es el vinilo? Seguramente sus padres ya los habían pasado a cintas casete, si no a CD, cuando ellos nacieron.

Sin embargo aquí están, entusiasmados con la riqueza de sonido de un disco, con el deleite de escuchar como cae una aguja sobre un LP y la belleza del arte de las cubiertas.

El BPI predice que 700,000 discos de vinilo se venderán en el Reino Unido para fin de año, el mayor nivel desde el 2001 y el doble de la cifra del año pasado.

Lo mismo pasa en todo el mundo. Se vendió más vinilo en 2012 que en ningún año desde 1997, según IFPI, la organización internacional del negocio de la música.

Cualquier tipo de música que uno desee se encuentra con sólo tocar una pantalla. Si pagas una pequeña suscripción mensual a Spotify, puedes oír canciones que no habías escuchado en años, además de toda la música nueva. Y sin embargo, encontramos a personas que compran discos a la antigua. La lección es que no se debe descartar ninguna tecnología, aun cuando parezca haber sido enterrada por lo que vino después. Se supone que el cine debía haber matado el teatro, el vídeo y el DVD debían haber destruido el cine, y las descargas y el “streaming” debían haber acabado con todos.

Sin embargo, casi 14 millones de personas asistieron a los teatros de Londres en 2012, a pesar de la atracción de las Olimpiadas, dice la Society of London Theater. En 1968, la cifra era poco más de 10 millones. Más de dos tercios de los estadounidenses y canadienses fueron al cine el año pasado, según la Motion Pictures Association of America, y, otra vez, los jóvenes que crecieron con películas en línea y enormes pantallas de televisión montadas en la pared se encontraban entre los más entusiasmados. La edad cumbre para ir al cine en EEUU es de 25 a 39. La próxima cohorte de cinéfilos está compuesta de personas entre 18 y 24 años de edad.

¿Qué hace falta para que una tecnología más antigua sobreviva y prospere, a pesar de la llegada de una nueva? Un sentido de la ocasión parece ser la clave.

Al igual que los amantes del vinilo les gusta la rutina de deslizar un disco de su cubierta y colocarlo en el tocadiscos, también existe un aire de anticipación cuando la cortina de un teatro sube y uno disfruta la primera vista del escenario, esperando a los actores que están a punto de poblarlo.

Saber que los actores tienen que hacerlo bien cada vez, la comunicación que crean con el público al progresar la obra y la palpable gratitud y el alivio que demuestran cuando hacen sus reverencias no son recompensas que un público puede derivar de una película.

Las virtudes del cine son menos tangibles, pero existe el mismo conjunto de consabidos acompañantes – los anuncios y los avances, la gran pantalla y, cada vez más, la tecnología 3D.

Hay actividades y tecnologías que imagino no queremos ver más. ¿Alguien siente nostalgia alguna por los casetes de música, con sus mezquinas cajitas de plástico y las cintas que tendían a estirarse y romperse? ¿O por las películas en video cuyo único mérito consistía en que se quedaban en el mismo lugar para que uno pudiera seguir viéndolas donde las dejó la última vez? Es difícil de imaginar. ¿Pero quién sabe? Si el vinilo puede regresar quizás algún día la gente va a renovar el amor que pudieron haber tenido por cintas que se demoran años en rebobinar.

¿Qué otras tecnologías que aparentemente habían sido condenadas van a regresar cuando una joven generación descubra sus virtudes? Aviso: los periódicos.

Eso es lo que diría alguien como yo, uno podría pensar. Pero mientras que el Financial Times mantiene su compromiso con la imprenta, su futuro declarado es “primero digital” y parece que nos va bien con eso. Mi futuro no depende de que sobrevivan los periódicos impresos.

Pero los periódicos tienen ventajas inconfundibles. Yo ya he escrito sobre cómo me gané a un público de estudiantes desplegando las virtudes de los medios impresos: no necesitan recargarse, siempre están “encendidos”, no se pueden hackear. 

Los periódicos tienen ventajas propias. Pesan poco, siempre están disponibles y resisten los caprichos del destino. Recientemente, en el metro de Londres, la mujer de pie enfrente de mí se disculpó profusamente. Mirando hacia abajo, vi que su café había manchado mi Financial Times. Lo sequé y seguí leyendo. No había el pánico que acompaña el contacto entre cualquier líquido y cualquier aparato electrónico.

Hay algo delicioso en abrir un periódico sobre la mesa del desayuno y descubrir al azar artículos que uno no hubiera encontrado en línea. Los jóvenes amantes del vinilo debían darle una vuelta a los periódicos.

Fuente: Michael Skapinker para Apertura.com

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