Viceversa: la política, desde la actividad gremial empresaria

Hay que mirar desde la política el modelo con se está haciendo funcionar a las cámaras gremiales empresarias. Con insoslayables diferencias y conflictos, hay formas de aglutinar esfuerzos basándose en el objetivo común. El caso de CAME

Los últimos tiempos han estado marcados por un hecho trascendente: empresarios y dirigentes de cámaras empresariales que se suman a la política, ya sea a partidos que ya existen o fundando otros, diversos, sin que haya uno solo que los represente en forma corporativa, pero en todos los casos reclamándoles a la política que no cumplieron con los compromisos asumidos sucesivamente, cada vez que fueron a pedirles su respaldo.

Pero sucede a la vez otro fenómeno, que es inverso. No se trata de la incorporación de dirigentes políticos a la representación gremial empresaria (que la hay, pero cuando acreditan actividad privada y no solamente su permanencia en cargos del Estado) sino de una tendencia a la mayor y eficaz representación por parte de sectores no políticos de ideas políticas.

Básicamente, el desgaste de los partidos, transformados más en instrumentos para competir electoralmente en núcleo concentradores de ideas aglutinantes, está llevando a que quienes sí plantean ideas en torno a cómo gestionar busquen representación en el gremialismo empresario.

Hay una alimentación mutua, entonces, entre las cámaras empresarias y la política, entendida esta en mayúsculas y no solamente identificada con partidos o movimientos ad hoc.

Hay muchos casos en Mendoza en la que sus dirigentes se han vuelto representantes de lo que quieren decir y reclamar que se haga amplios sectores de la sociedad, algo que antes ejercía el Partido Demócrata en unos casos, el radicalismo en otros y el peronismo, siempre intentando liderar espacios de la sociedad civil o “comunidad organizada”, como lo manda su doctrina histórica.

Pero hay un caso singular a nivel nacional que merece atención. Se trata de CAME, la Cámara Argentina de la Mediana Empresa, que aglutina a la mayor concentración de empresarios y emprendedores pyme del país, cualquiera sea su identidad partidaria.

Estuvo recientemente en Mendoza su presidente, el chaqueño Alfredo González. En ocasión del cumpleaños 68 de la Federación Económica de Mendoza, el dirigente dialogó con pares mendocinos, quienes vieron en él a un líder de bajo perfil, pero con una capacidad de representarlos que se muestra como inédita.

González encabeza una nueva etapa en CAME que pasó de ser representada por un solo apellido a congregar a múltiples corrientes comerciales e industriales, cada una con su propia fuerza, características e intereses.

Allí, el modelo es federal. Ninguna provincia puede avasallar a las otras y eso la aleja de ser porteñocentrista, por más que su quehacer deba incidir centralmente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en donde atiende no solo Dios, sino también el Diablo.

El método parece no ser secreto ni imposible de imitar: cada idea en torno a cuestiones de gestión o legislación que se requiera del poder político, pasa por un doble tamiz. Se hace un análisis técnico y otro político. Pero caben todos a la hora de los análisis y el enfoque es puramente práctico: cómo hacer que se puedan implementar.

Y el factor los alienta a trabajar con más seriedad y profundidad es que el tiempo no los apremia, salvo las circunstancias de crisis, y pasa porque allí no juegan los tiempos de los políticos, apurados por la foto y la difusión.

De allí que el poder que logra congregar la entidad que nuclea a cientos de otras entidades y miles de fuentes de producción y empleo, concentrados en un objetivo que analizan ahorrándose las mezquindades (aunque no exentas de conflicto, como es natural) resulta un modelo digno de ser mirado por las instituciones republicanas. No para imitarlo, pero sí para conocer cómo hacer para empezar a solucionar problemas con menos vallas ideológicas y más objetivos en común.

Hay política, hay democracia y ahora que se cumple un nuevo aniversario de la restauración de la institucionalidad vale defender la vigencia en todos los niveles, también en las entidades privadas, con la necesidad de pensar en nuevos modelos y formas en que el Congreso, las legislaturas y los concejos deliberantes aborden las problemáticas, dejando de lado no solo disputas que no le sirven a nadie, sino buscando coincidencias que permitan dar pasos adelante y dejar de pedalear en el barro.

Por Gabriel Conte. Director Periodístico Memo.

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