Perotti y la Educación que le deja el Socialismo

El análisis de Ernesto Edwards

Omar Perotti ya es gobernador electo de la provincia de Santa Fe. La campaña terminó y ahora es momento de ponerse a pensar en asumir y gobernar. Es de suponer que para ello tendrá un diagnóstico aproximado de cada área de gobierno y algunos referentes idóneos para cada una. Si todo ello no fuese así, ya es momento de poner atención y manos a la obra. Se sabe que forma parte de una estructura partidaria referenciada a nivel nacional, y que tendrá que hacer equilibrio entre las distintas fuerzas internas del justicialismo a la hora de decidir ministros y secretarios, pero debiendo evitar los graves errores de selección de sus figuras que caracterizaron al Socialismo santafesino.

El término posverdad describe la situación en la cual, formando opinión pública, lo fáctico pesa menos que las emociones y las creencias que despierta. Y ello se hace apelando a la irracionalidad, y reiterando insistentemente afirmaciones sobre cuestiones de debate, las que se desmarcan de los hechos concretos y objetivos. Si este aparentar, y sus repeticiones, son lo suficientemente convincentes, la cuestión de la verdad es descartable. Ya la impulsaban Voltaire y también Goebbels, quien como ministro de propaganda de Hitler parafraseaba al primero con eso de “Miente, miente, que algo quedará”.

En la bota santafesina el socialismo supo construir un relato propio en el que se insistía con algunas cuestiones, que de tanto repetirlas en la pauta publicitaria oficial, y en sus propios gacetilleros militantes, terminaron por aceptárselas naturalmente y sin grandes discusiones. Y hacerles ganar elecciones. Insistían con que tenían la mejor salud pública del país, que Rosario era ciudad turística, que eran un faro para la cultura popular, que desarrollaron una educación de calidad, y muchas distorsiones, falacias y exageraciones más. Todas de facil demostración en cuanto a su inconsistencia. Pero hagamos un breve desarrollo sólo sobre la cuestión educativa. Fueron tres períodos con doce años y un balance final que hace agua por todos lados. Vayamos por partes.

Lo primero. Cualquiera diría que para ser ministro de un área el elegido no necesita ser un técnico especializado y con experiencia y probada trayectoria en el campo en cuestión. Y es probable que en algunos ministerios sólo haga falta alguien que tenga el suficiente panorama general y muñeca política a la hora de tomar decisiones, y que teniendo algún secretario y un par de directores que lo sostengan conceptualmente, estaría todo resuelto. Repasemos entonces los nombres de las tres ministros que tuvo Santa Fe con Hermes Binner, Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz, sucesivamente. Élida Rasino, maestra de gimnasia cuyo mejor antecedente educativo era haber sido secretaria de promoción social en Rosario. Luego vendría Letizia Mengarelli, una maestra jardinera que sería separada escandalosamente del cargo luego de apañar una polémica representación teatral escolar en un primario público. Sería sucedida por Claudia Balagué, una bioquímica que venía siendo decana de su Facultad en la UNR. Pero, lo más importante, a la hora de asumir ninguna había dado ni media hora de clase en el sistema educativo provincial. Ninguna tenía la menor idea de las características propias y las necesidades de cada sector educativo. Y se les notaba. Pero posverdad mediante la efectiva usina propagandística del socialismo rápidamente les dio cobertura como para que todo pasara desapercibido. Total que lo que menos importaba era la educación y el alumnado de todos sus niveles. De la mano de algunas titularizaciones y unas cuantas acciones que fueron más efectistas y demagógicas que soluciones concretas, mantuvieron alejadas las críticas durante varios años. Pero dejando el tendal en cuanto a lo educativo.

A todo esto no menos importante será ver qué hacer con el ministerio de Cultura, que fue el aparato de propaganda socialista, y cuya motivación para ser creado, según reconocían desde el socialismo, era premiar a Chiqui González por su militancia y aporte para configurar una falsa pero exitosa identidad. Un disparate.

Volviendo a los ministros que Santa Fe nos dio, es cierto que el peronismo, desde el ´83 en adelante, no fue un dechado de virtudes. En sus albores, una concatenación de abogados se irían haciendo cargo de estas ubicaciones. Y se justificaba por el lado de que siete años de gobierno militar sólo habían permitido desarrollar pedagogos procesistas. Y era cierto. Pero desde 1991 en adelante, Carlos Reutemann colocando a Daniel Germano y Fernando Bondesío, por motivos diversos, dañó el tejido de la estructura educativa de Santa Fe. Un contador y un ingeniero que sólo pudieron gerenciar, y bastante mal, la estratégica pero poco valorada cartera educativa. Con los resultados ya a la vista de esas experiencias anteriores, queda claro que se trata de gravísimos errores que no debe repetir Omar Perotti. Está más que a tiempo.

En tren de colaborar para un diagnóstico preliminar, conviene repasar algunos detalles de la gestión educativa del socialismo. Partamos del hecho de que nuestro sistema educativo provincial es harto complejo en cuanto a estructura de niveles y modalidades, con instituciones educativas cuya diversidad depende de las disímiles características regionales. A ello hay que agregar que la provincia toda se comportó, en cuanto a niveles de inseguridad, como si fuera una gran zona liberada, conviviendo con la marginalidad, la exclusión y una violencia descontrolada, generando desigualdad y una pauperización a todo nivel.

Y aquí aparecen las primeras falacias. Las estadísticas que ofrece el todavía oficialismo, visibles en el Sub-Portal de Educación, exhibe índices de sobreedad, repitencia, desgranamiento, deserción y abandono, mejorando entre 2008 y 2016. Pero es pura manipulación de la estadística, ya que nada cuentan de la caída de la calidad educativa de los aprendizajes, ni dejan ver las múltiples causas de la deserción escolar.

Recordemos que la educación es, claramente, una política de estado. Requiere consensos mínimos y básicos que respeten y profundicen acciones exitosas. Pero el Socialismo deja poco en ese sentido.

Desde la libertad de ser un especialista independiente, que acostumbra a intercambiar ideas con grupos formados en el tema, me permito sugerirle a Perotti algunas pocas líneas de acción para el próximo ministerio de Educación.

Elaborar un proyecto de Política Educativa que rescate una educación popular, inclusiva y equitativa, generando acciones compensatorias coherentes y sustentables en el tiempo, que promuevan igualdad real y no discursiva, como proclamaba el socialismo. Buscando un adecuado equilibrio entre regionalidad y universalidad, garantizando la exitosa movilidad de los alumnos.

Realizar desde hoy mismo un diagnóstico profundo y serio del sistema, para una racionalización presupuestaria que redireccione recursos, y readecuar la orgánica a las verdaderas necesidades actuales. Atendiendo al ausentismo docente, que resiente la calidad educativa. Reconociendo además la necesidad de abordarlo como síntoma del malestar docente, muchas veces potenciado por el propio Estado, circunstancia en la que el socialismo pareció especializarse. Y designar un secretario de Bienestar Docente (o análogo) que no tenga denuncias por violencia, como sucedió con Leonardo Panozzo.

No menos importante es optimizar recursos e inversión para infraestructura edilicia y equipamiento escolar en barrios vulnerables. Revisar la legislación escolar para su actualización. Algo que el socialismo amagó realizar, pero nunca finalizó. Y también construir nuevos Diseños Curriculares Jurisdiccionales para la Educación Inicial y Primaria, hoy anacrónicos y emparchados. Evaluar el Diseño Curricular Jurisdiccional de Educación Secundaria Orientada, tan criticado por los docentes. Y elaborar nuevos Diseños Curriculares Jurisdiccionales pendientes del Nivel Superior.

Asimismo, trabajar en redes entre instituciones del sistema educativo y otras organizaciones para afrontar problemáticas vinculadas con la marginalidad. Revincular dependencias estatales que tengan puntos de intersección con el de Educación, para optimizar recursos y posibilidades en áreas de integración, como Cultura (que debería retornar al área de Educación), Seguridad, Salud, Trabajo y Producción. Llevar adelante la Educación Sexual Integral. Articular adecuadamente con el subsistema de Educación de Gestión Privada, considerando que el proyecto de Ley de Educación Provincial no introduce explicitaciones respecto de las instituciones educativas de gestión privada, ni deroga normativa al respecto. Manteniendo vigente la Ley Nº 6427 y su Decreto Reglamentario Nº 2880/69. Ambas normas, considerando su antigüedad, requieren revisión y renovación.

Todo ello, finalmente, tendiente a que el cumplimiento estricto de los 180 días de clase (Ley Nacional Nº 25.864) no sea formal sino real y concreto. De aprendizaje de calidad para los alumnos.

Y esto también es clave: rejerarquizar la profesión docente, perfeccionando el ambiente de trabajo, con una mejora cualitativa de las escalas salariales, que tanto se afanó en degradar el socialismo, con la complicidad de los gremios docentes.

Si Omar Perotti es receptivo, y fundamentalmente pragmático, como su trayectoria política lo demuestra. Si además no se come el amague del relato socialista, y decide transitar sus primeros días de gestión en la orientación aquí expuesta, hablará de sus buenas intenciones y de sus serias posibilidades de éxito. Para que nadie termine eligiendo, como alguna vez propuso Moris, “Nunca la escuela. Siempre la vida”.

Por Ernesto Edwards

Filósofo y periodista

@FILOROCKER

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