Educación y Calidad: ¿Quién decide lo que se enseña en la escuela?

La falta de diseños curriculares actualizados vuelve la calidad educativa un propósito incierto. Santa Fe tiene esa deuda

Por Alicia Pintus – Educadora y filósofa

Los conocimientos que se enseñan en la Escuela no son neutros ni asépticos. Hubo un tiempo en que la Escuela se proponía a sí misma como una transmisora imparcial de un legado cultural objetivo y universal. 

Esos grandes relatos modernos, que formaron parte de su creación y de su identidad institucional, fueron vapuleados por un contexto social cambiado y cambiante. No tardó en desconfiarse de la validez y eficacia que esa institución había ostentado para desarrollar la tarea encomendada: educar a los ciudadanos de las incipientes democracias contemporáneas. 

Análisis menos ingenuos pudieron visibilizar la relación entre la escuela y el poder hegemónico, y dejaron al descubierto que no sólo no era neutral ni aséptica, sino que respondía a intereses políticos, muchas veces enmascarados de imparcialidad y objetividad. 

Así, entre tensiones y críticas propias del binomio “Modernidad-Posmodernidad” aplicado a la interpretación del fenómeno educativo, nos hallamos frente a una institución que sigue siendo necesaria, pero que tiene que revisar su tarea sustantiva y los modos en que la lleva adelante porque ha sido fuertemente cuestionada desde un malestar de sus integrantes que se torna cada vez más evidente.

Hablar de educación y calidad podría significar remontarse a una historia de encuentros y desencuentros, de sentidos que excluyen, que se rozan con nociones tecnocráticas, y de búsquedas de mejoras que incluyan a todos. En esos avatares de la calidad educativa no puede soslayarse el análisis de los conocimientos que conforman el contenido escolar.

El curriculum escolar es un recorte sociocultural en el que se prescribe una selección, secuenciación, priorización de aquellos conocimientos que deben ser enseñados en las instituciones educativas. Junto con ese recorte y selección de conocimientos habrá fines, propósitos, fundamentos, y otros lineamientos que vengan a operar como marcos para que se plasmen los principios de una Política Educativa determinada.

Entonces: ¿quién decide lo que debe enseñarse en la Escuela? Sin lugar a dudas, el primero que decide qué debe enseñarse en la Escuela es el Estado, a través de sus gobernantes, que establece mediante el conjunto de la normativa escolar, entre otras cosas, los contenidos escolares. 

Esos contenidos están situados y contextualizados. No son arquetipos idealizados fuera del tiempo y del espacio. Son dinámicos, porque también dependen de los avances de las ciencias, que están en constante evolución. También se modifican porque la aceleración de los cambios de la época exige examinar periódicamente las necesidades de formación en función del futuro en el que habitarán los ahora estudiantes.

Entre las decisiones que se toman en la esfera de gobierno, atendiendo a la producción del conocimiento en las comunidades científicas, y lo que el conjunto de docentes hace en el aula, pueden detectarse hilos de coherencia o de disidencias y hasta contradicciones, fundadas en el legítimo ejercicio de criterios profesionales pedagógicos. 

Tal vez nos puede resultar difícil imaginar qué puede haber de ideológico en enseñar a sumar y a restar, o alfabetizar, o aquellos contenidos más elementales de los que tienen que apropiarse los sujetos que aprenden. Pero si observamos con sagacidad podremos desenredar la madeja del acontecimiento del aula, decodificando los supuestos de distinta índole que subyacen a la superficie del fenómeno: pedagógicos-didácticos, psicológicos, antropológicos, filosóficos e ideológicos.

Lo que se hace en el aula no está desconectado de las concepciones acerca de la educación, el ser humano, la sociedad, el modelo de país, y tantos otros componentes de una cosmovisión que se expresa en un proyecto político. No hay neutralidad posible. El conocimiento, a esta altura de la evolución de la humanidad, se ha vuelto inabarcable. Es imposible enseñar y aprender el compendio de todo lo que existe, y mucho menos con el mismo grado de profundidad. Por tanto, el conocimiento escolar está situado en un contexto histórico y tiene una perspectiva desde la cual se decide qué, cuándo y cómo debe ser enseñado.

La educación es una de las herramientas más poderosas para la transformación de las sociedades. Es cierto que lleva dilatados tiempos de implementación que no permiten verificar en lo inmediato logros o fracasos. Pero es seguro que los pueblos que se han determinado a avanzar hacia una mejor calidad de vida para todos sus integrantes han puesto el foco y sus esfuerzos en la educación y, en particular, en la formal.

Si uno de los aspectos más relevantes de la educación formal lo constituyen los contenidos que se deben enseñar en la Escuela puede inferirse que los Diseños Curriculares deberían ser construcciones dinámicas, actualizadas, que se revisen con periodicidad para hacer los ajustes necesarios para la validez y vigencia de esos conocimientos escolarizados, que son el marco desde el cual se toman decisiones institucionales y áulicas para que los estudiantes puedan alcanzar mayores y mejores niveles de calidad educativa.

Santa Fe tiene una deuda pendiente en este sentido. Los Diseños Curriculares de la Educación Inicial y Primaria son los que se elaboraron en concordancia con la Ley 24.195 (Ley Federal de Educación de 1993) que fuera derogada y sustituida por la Ley 26.206 (Ley Nacional de Educación de 2006). Desde 2006 han transcurrido trece años y todavía conservamos Diseños que dicen “Enseñanza General Básica” para el Primer y Segundo Ciclo, cuando la derogación de una ley y la promulgación de la otra cambió la estructura y los fines del sistema educativo para todo el territorio nacional.

Se podrá argumentar que se han propuesto adecuaciones y actualizaciones parciales con otros documentos como los denominados NAPs (Núcleos de Aprendizajes Prioritarios) y NICs (Núcleos Interdisciplinarios de Contenidos). Pero está pendiente una revisión y evaluación integrales para elaboración de nuevos diseños curriculares que atiendan los puntos de partida reales de los estudiantes de la Provincia, y también recepten los cambios que han afectado al conocimiento en este periodo de más de una década.

Sin diseños curriculares actualizados la calidad educativa se vuelve un propósito incierto.

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