Vende los caballos de sus calesitas por la crisis: “Tenemos que luchar por reabrir. Los subsidios no sirven”

Sergio Dalmasso lleva adelante un negocio iniciado por su abuelo en 1950 y que no puede sobrellevar la cuarentena

Sergio Dalmasso heredó un negocio familiar que comenzó en 1950 de la mano de su abuelo, quien aprendió sobre los carruseles en un viaje a Alta Gracia, Córdoba, y al poco tiempo instaló uno en Rosario. A setenta años de aquella ocasión, Dalmasso, propietario de dos calesitas, una en Funes y otra en el Parque Nacional de la Bandera, se ve obligado a vender los caballos de madera para sobrellevar la difícil situación económica a raíz de la prolongada cuarentena.

Cuando algunos vecinos lo vieron desarmando el carrusel de Funes y comenzaron a correr la voz en redes sociales. Al poco tiempo, lo llamaron de varios medios de comunicación y el caso tomó relevancia pública. Su malestar pasa por el modo en que su sector fue soslayado por las normativas de la cuarentena. “Vemos que los parques ya tienen circulación, hay ferias, puestos de venta de pochoclos y comida, bares, pero nadie nos preguntó a nosotros si queríamos abrir”, dijo a ON24.

A raíz de la repercusión de la noticia, logró captar la atención del Estado. Según comentó Dalmasso, existe la posibilidad, aunque no hay nada en concreto, de obtener un subsidio. Sin embargo, aclaró: “Tenemos que luchar por la reapertura. Creo que los subsidios no sirven de nada. De hecho, siempre estuve en contra del gasto público. Ahora no puedo aspirar a que me subsidien toda la vida”.

De momento, lleva vendidos la mitad de los caballos del carrusel de Funes y conserva algo de ilusión de poder abrir, aunque no cree lograr un acuerdo con el sector público hasta entrado el mes de agosto. “Tranquilamente se podría establecer un protocolo sanitario con no más de cinco chicos por vuelta y limpiando los caballos cada vez. Es mucho más seguro que mantener el resto de los juegos con solamente unas fajas de seguridad”, apuntó.

En lo que lleva de cuarentena afirmó que estuvo varias veces “a punto de largar todo”, pero que los mensajes de aliento que recibió en los últimos días le levantaron el ánimo un poco. “Es un rubro muy chico, pero con un sentimiento muy grande. La gente quiere a las calesitas. Lo que pasa es que la burocracia termina agotándote”, expresó.

Más allá de la situación actual, Dalmasso se preocupa por el futuro inmediato: “Creo que la post-pandemia será complicada. Todo va a estar muy caro y no podremos cobrar mucho la vuelta en calesita”. De momento, continúa a la espera de una habilitación que permita recuperar el tradicional entretenimiento de las plazas y parques. “Ni siquiera esperamos que venga tanta gente. Lo único que queremos es pagar nuestras deudas y comer sin tener que andar pidiendo plata por todos lados”, cerró.

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