El efecto dólar en la ganadería

Se beneficia la exportación, pero pierden competitividad los otros eslabones.

Luego de conocerse el dato de inflación de julio, las principales consultoras que relevan mensualmente los precios, indican tasa de inflación mensual de entre 4 y 5%, con un septiembre rozando los 7 puntos, esto siempre que el dólar logre mantenerse debajo de los $60. En base a estas cifras, la proyección de inflación para fin de año, se ve desplazada rápidamente hacia niveles cercanos a los 60 puntos anuales, indica la Bolsa de Comercio de Rosario.

¿Cómo impacta esta situación en el negocio ganadero? Podría pensarse que una devaluación mejora los números de la exportación, lo cual es cierto. Sucede que en el caso de la cadena de la carne, la participación de la exportación -si bien ha estado creciendo fuertemente- no supera en promedio el 20% de la producción total.

Por otro lado, mucho se ha escrito acerca de la desconexión que existe entre la exportación -como último eslabón de la cadena- y el productor primario. Por lo que cualquier mejora que pueda recibir el sector exportador producto de un tipo de cambio más competitivo, difícilmente logre trasladarse hacia el resto de la cadena.

Respecto del mercado interno, es sabido ya que la capacidad de compra del consumidor ha llegado a un nivel de resistencia tal que no ha hecho otra cosa que forzar a una baja sistemática del consumo de carne en los últimos meses. Pero la resistencia del consumo se torna más fuerte aún si se considera que el precio de la carne en mostrador, se ha mantenido durante este tiempo por debajo de inflación.

A pesar del retraso en precios que registra la carne vacuna comparado incluso con otras carnes como el pollo, cuyo aumento interanual supera el 70%, su consumo no ha dado signos de recuperación. En adelante, con una inflación nuevamente en alza, el inevitablemente efecto volverá a sentirse sobre esta variable.

En cuanto al sector productor, primer eslabón de la cadena, las señales no son menos desalentadoras. Las empresas ganaderas ya se encuentran sumamente golpeadas por la fuerte presión fiscal y financiera que vienen soportando durante el último año, con tasas que literalmente ahogan la actividad productiva. Sumado a esto, el precio de la hacienda en los últimos meses ha estado perdiendo contra inflación generando márgenes muy ajustados, especialmente para la cría con un precio del ternero sumamente retrasado. En el caso de los feedlots, si bien durante el último mes han logrado recuperar margen producto de la fuerte baja que registró el precio del maíz, lo cierto es que con su principal insumo dolarizado y un consumo interno planchado, los márgenes deberían volver a erosionarse en los próximos meses.

Durante la última semana, ante la gran incertidumbre cambiaria, el productor naturalmente restringió el nivel de oferta en un intento por proteger el valor de sus animales hasta tanto logren estabilizarse las principales variables económicas.

Sin embargo, dos factores condicionarán esta situación. Por un lado, el bajo margen de maniobra que tiene el productor respecto de la entrega de su hacienda gorda. A diferencia de otros bienes, no es posible retener la mercadería a la espera de mejores condiciones por lo que el nivel de oferta, tarde o temprano, tenderá a normalizarse. Por otro lado se encuentra el consumo, ya sumamente deprimido y con escasa capacidad para absorber nuevos incrementos.

En este contexto, la esperanza esta puesta una vez más en la exportación, claramente favorecida por un tipo de cambio más competitivo. Lamentablemente, volvemos a caer en una situación de dualidad en la cual lo que genera competitividad para un sector, complica al otro.

Fuente: BCR

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