El thymos platónico

Las consignas vacías, vuelven a guiar la mayor parte del relato y los discursos que hoy calan hasta los huesos son los que ponen en cada frase un slogan más que un fin.

Por Tocqueville en Rosario – @tocquevilleexROS

Hubo un tiempo en que Fukuyama era un gurú y todo el mundo lo citaba, políticos, politólogos, politiqueros y periodistas.

Incluso recuerdo que una vez, hasta mi madre, ama de casa a quien la filosofía política le quedaba lejos, lo mencionó en una mesa de domingo.

Pero los tiempos cambian y en la política actual está de moda otra cosa. La ideología ha pasado, de nuevo, a ser importante, da igual el espacio que se ocupe, derecha, izquierda o centro. (¡Uff, el centro! Aquel NO lugar donde se busca capitalizar lo que los marketineros llaman efecto compromiso o los economistas ley de Hotelling, “añadir productos en los extremos decanta a los consumidores de la gama media”).

Y justamente en este nuevo ciclo en el que las creencias arraigadas toman valor en los discursos y redes sociales, afloran nuevas opciones a derecha e izquierda, blandiendo dogmas.

Y ya se sabe, dogma mata solución. Yo, por mi parte, como Calamaro, me siento salmón y voy contracorriente. Cuando se ponía de moda el fin de las ideologías, yo era un romántico. Abrazaba las ideas como quien abraza a un amigo y las ponía al frente de cualquier argumento.

Para mı́ la política debía basarse en creencias y me parecían absurdas las ideas sin ideología.

Sin embargo, en aquella etapa lo de ser prácticos y finalistas era mainstream y el mundo acompañaba con sus sucesos.

Y aunque caían los muros y el fin de la guerra fría marcaba aquellos tiempos, yo me resistí a creer en “el fin de la historia y el último hombre”. Pero como decía, las cosas son cíclicas y el péndulo sigue oscilando.

Las consignas vacías, vuelven a guiar la mayor parte del relato y los discursos que hoy calan hasta los huesos son los que ponen en cada frase un slogan más que un fin.

El romanticismo ha vuelto con rabia en la “nueva vieja” lucha de ideologías. Hay una ensalada de valores, tradiciones y todo tipo de “ismos” de izquierda o derecha. Fukuyama decía que el motor de la historia había sido hasta ese momento, el deseo de reconocimiento, el thymos platónico, y que ello había cambiado, las ideologías ya no eran necesarias y habían sido sustituidas por un criterio de eficiencia. Pero como puede verse esto ha quedado demodé.

El thymos, esa parte del ego, fuente de las emociones y de los sentimientos que se creía que residía principalmente en el pecho, vuelve a mandar. Y en esto estamos, asistiendo a estériles debates basados en relatos y slogans en lugar de tener debates serios basados en evidencias.

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