Perotti y el Capitán América

Omar Perotti cumplió más de sesenta días de gestión y ocho meses desde que fue elegido gobernador, con una finalidad excluyente: controlar la devastadora inseguridad. Todavía no hizo nada, y además eligió el peor gabinete posible. Especialmente, a Marcelo Saín. Mientras, casi 40 asesinatos en Rosario este 2020

Por Ernesto Edwards – Filósofo y periodista

@FILOROCKER

Desde que fuera elegido gobernador Omar Perotti tuvo seis meses para armar su gabinete, en una prolongada como absurda transición impuesta por el exgobernador. Después podemos hablar de por qué lo eligieron a Perotti. Pero respecto de sus ahora ministros pueden pensarse dos cosas. O lo tuvo siempre claro desde el momento mismo de su victoria electoral, y el desfile de diferentes nombres fue sólo una intencional distracción, o estuvo dando vueltas 180 días mientras cavilaba acerca de sus propias dudas, inseguridades y desconfianza generalizada. Con la fantasía de estar decidiendo en el marco de un gran juego de la política, como si fuera un estratega de la rosca.

Omar Perotti nunca quiso hacerse cargo de que su triunfo electoral de junio de 2019 se debió, fundamentalmente, al hartazgo de los santafesinos por un desgobierno socialista de 12 años que terminó por convertir a Rosario en la Capital Nacional de la Inseguridad, y a toda la provincia en una Gran Zona Liberada, si se tienen en cuenta los millares de asesinatos llevados a cabo en los períodos de Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz, en el marco de un estado que no pudo, no supo o no quiso darle un cauce, y con un rotundo fracaso en la gestión del exministro Pullaro. Querer verlo de otra manera y pensar que el electorado se transformó repentinamente en peronista es desconocer que en Rosario ganó para intendente Pablo Javkin y que en octubre globalmente se impuso Juntos por el Cambio. Y que la debacle del macrismo relegó las chances electorales del candidato radical José Corral. Por tanto, Perotti quedó con la enorme responsabilidad de cumplir con los deseos y el mandato fundamental de todos sus votantes: reencauzar y controlar la desbordada inseguridad que obligó a sus vecinos a modificar sustancialmente sus hábitos, sobre todo porque el Estado no los protegía ni cuidaba. Hoy, Perotti y casi el peronismo todo, hacen de cuenta de que lo que pasó no sucedió nunca.

Jurassic Park”, el filme de Steven Spielberg, narraba las aventuras de un grupo de gente en un parque de diversiones cuya máximas atracciones eran dinosaurios clonados de todo tipo y tamaño. Y esa película hace pensar en el gabinete que terminó presentando para la inauguración de su período Omar Perotti. Porque aparece como un despropósito el cuestionable criterio a la hora de seleccionar a sus ministros, compuesto por un plantel sub-70, algunos de los cuales tuvieron su desempeño específico… ¡en el siglo pasado!

Se decía, con reiteración, que Perotti quería gente que supiera qué botones tocar en cada ministerio al momento mismo de asumir. Pero se le pasó que las botoneras cambiaron varias veces en los últimos 15 años. Y que, en todo caso, si cada uno se diera maña para manejar su respectivo joystick, enseñar cómo funciona (una metáfora del protocolo burocrático) nunca puede llevar más de una conversación de media hora. ¿O es que Perotti quería revivir una estudiantina con los viejos muy viejos excompañeros del reutemismo y obeidismo, sin darse cuenta de que lo que más importa es estar a la altura de las exigencias? Lo que también queda claro es que Perotti no quería sentados a su mesa a ningún jefe político con tropa propia, recurriendo para ello a cuadros técnicos. Eso sí: la mayoría atrasando alrededor de un par de décadas.

Es que hay un argumento que es de fondo: no se puede pensar con seriedad y responsabilidad que ante problemas nuevos se los puede enfrentar con soluciones viejas. Porque eso será lo que puedan ofrecer estos muchachos que en general ya van superando la edad jubilatoria, y que, es justo recordarlo, en su momento tampoco fueron un dechado de virtudes políticas.

No se trata de descartar o despreciar aportes por las edades más o menos avanzadas de sus aportantes. Por el contrario, la experiencia de los mayores muchas veces es insustituible, y a veces los coloca en lugares de sabios. Que deben estar, siempre, para orientar, para guiar, para asesorar. Para ser un faro que alumbre entre tanta oscuridad en la gestión. Y casi nunca para someterlos al estrés de tener que decidir sobre cuestiones que ignoran o están desactualizados. Porque mucho cambió el mundo en salud, economía, producción. Y también en educación y cultura.

Detengámonos en Marcelo Saín, elogiado por su fracasado predecesor Maximiliano Pullaro (de quien fuera colaborador), y declarado admirador del dictador Fidel Castro. No parecen buenos antecedentes, aunque recientemente se le haya querido inflarle el currículum para justificar su designación, mencionándose su reciente paso por el Organismo de Investigaciones y por la PSA. También como fracasado viceministro de Seguridad de Buenos Aires entre 2002 y 2003. Ni hablar de sus vínculos políticos, entre ellos los inefables Horacio Verbitsky y Nilda Garré.

Recordemos el eslogan de campaña de Perotti: “AHORA LA PAZ Y EL ORDEN”. Lo tenía claro. Era el tema que importaba, y que volcaría los votos a su favor. Entonces, ¿por qué designar a un personaje como Saín al frente del Ministerio de Seguridad? A un antidemocrático bloqueador de periodistas y ciudadanos en Twitter, tan sólo por discrepar con él, en una red social que utiliza no sólo para pelearse con la gente, sino también para difundir información oficial de su cartera. No sólo una irresponsabilidad institucional extrema, sino además una cobardía antidemocrática de aquel que no se siente en condiciones de debatir políticamente. Ex extraño, porque nos han querido convencer de que Saín es un académico con formación de posgrado. ¿O es que Saín fantasea con ser realmente “el picante”, como algunos le dicen, burlonamente?

Parece pasar demasiado tiempo peleándose por twitter, como con Patricia Bulrich, con esa respuesta a su tuit que decía “Nuestro aporte a la seguridad en Rosario ha sido relevante así que, menos ideología y más trabajo, Marcelo Saín”, respondiendo con eso de “Vos de ideologias sabes mucho porque en tu vida tuvisteS muchas…” (sic). Comentario: alguien que no sabe pensar no sabe escribir. Menos, actuar. Lo propio con el periodista Eduardo Feinmann, con esa confusa réplica que decía “No tengo plata”, ante el pedido de que renuncie al cargo. Sus declaraciones públicas tampoco ayudan: “Los rosarinos creen que viven en un cantón suizo”. Tampoco que fuentes periodísticas porteñas insistan con que Saín nunca se habría radicado completamente en Santa Fe, y que aún hoy seguiría viviendo en la zona palermitana de CABA. Ni hablar del bochornoso espectáculo de seleccionar como foto de perfil en redes a él mismo con su cara sobreimpuesta sobre el cuerpo del Capitán América. ¿Se está burlando de la gente, o le gusta la actividad circense? Abundan rumores de que Saín es resistido en su propio partido y entre sus pares del gabinete provincial. Pero Perotti siempre fue un muchacho testarudo. Y ello es una mala señal política.

Como sea, la inseguridad en la provincia de Santa Fe no mengua. Por el contrario, va en un crescendo alarmante. Se suceden situaciones violentas de todo tipo. Ni hablar de Rosario, donde no hay zonas, días ni horarios en que parezca que podemos estar a salvo. Queda claro que no sólo de asesinatos se trata la inseguridad en Santa Fe. Suceden todo tipo de delitos. Violentos, muchas veces cruentos. Y los marginales no parecen preocupados ni sienten el menor respeto por las autoridades provinciales ni por las fuerzas de seguridad.

Habrá que analizar, alguna vez, cuál es la génesis de todo este descalabro para poder hacer prevención. Pero ahora la urgencia es otra. No hay tiempo para demasiadas reflexiones acerca de las carencias afectivas, educativas y sociales en la infancia de los criminales. Ni para hacer una exégesis del narcotráfico. Tampoco para compadecerse de los asesinos. Lo que importa son las víctimas y sus derechos humanos, de los ciudadanos honestos, de la gente decente que cumple con todas sus obligaciones. Ahora es momento de actuar, aunque Perotti parece estar durmiendo una larga siesta de la que le cuesta despertar, distraído como está en actividades protocolares, politiquería intrascendente y reuniones sociales prescindibles. O en hacer declaraciones periodísticas para justificar lo injustificable, defender lo indefendible, e insistir con conseguir superpoderes.

Mientras tanto, todavía no se hace sentir el hartazgo de santafesinos y rosarinos. Van naturalizando un horror con el que de otro modo, si no se hiciera una negación, sería muy difícil de sobrellevar. Aunque tengamos un gobernador que notoriamente deja todo librado a los imprudentes y agresivos impulsos de un muñeco de Twitter.

Es cierto que la flácida legislación no acompaña, que carecemos de jueces capacitados y comprometidos, que los niveles de corrupción policial deben ser importantes y estarían lidiando con su propia interna y división territorial. Y que las reestructuraciones de cúpula los pone nerviosos. Pero un gobernador y un ministro pendientes y preocupados por lo que dice la prensa y lo que circula en redes sociales, no ayuda para nada. Tampoco las declaraciones irónicas ni la imagen de modistilla ofendida. Asimismo no es un logro aumentar los salarios ni los adicionales policiales. No es el primero ni el único en hacerlo. Santa Fe reclama soluciones concretas, y no hay más tiempo que perder.

Por último: flaco favor le está haciendo Omar Perotti al peronismo santafesino. No trabaja. O no se ocupa lo suficiente. Hoy por hoy, y tan rápido, está consiguiendo él solito que en 2023 vuelva a gobernar el socialismo en Santa Fe.

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