UBER: el cambio tecnológico quiere recorrer nuestras calles

Por Ana Inés Navarro – Doctora en Economía

El arribo de Uber a la Argentina, por ahora a la ciudad de Buenos Aires, desató la protesta instantánea de los taxistas y de sus representantes sindicales, tal como viene ocurriendo en cada país o ciudad donde la empresa intenta operar. El argumento es la competencia desleal.  En muchos países la empresa ha sido prohibida o le han restringido el alcance de sus servicios y en otros, como  Méjico, el gobierno ha decidido abrir un debate público sobre el tema. Pero es obvio que algo les está saliendo bien ya que Uber es una de las empresas de más rápido crecimiento en todo el mundo y su valor actualmente supera el de las automotrices Ford y General Motors, empresas que llevan más de cien años de existencia.

Uber es una plataforma digital que conecta conductores de autos particulares, registrados previamente, con los pasajeros, que acceden al servicio mediante una aplicación que descargan en sus teléfonos inteligentes. No sólo se puede ver cuál es el auto que está más cerca, sino que la aplicación te muestra toda la información del chofer –puntaje obtenido de usuarios anteriores incluidos- y del auto antes que aceptes el viaje. Uber fija el precio del viaje y aproximadamente, 70-80% de la tarifa va al conductor; el resto va para Uber.

El gran atractivo de Uber es el precio, generalmente bastante más bajo que el de los taxis. Un ejemplo: en Lisboa el precio de Uber para viajar desde el aeropuerto al centro de la ciudad es de 9,6 euros mientras que en taxi cuesta 25 euros. Pero los precios son dinámicos y cambian con el tráfico y las horas pico haciendo más eficiente todo el sistema. Como la aplicación muestra toda la información al instante, esta forma de fijar los precios anima a que los conductores Uber ofrezcan más viajes en las horas pico aumentando la oferta. Técnicamente, lo que hace Uber es lo que en economía se llama discriminación de precios por intensidad de uso del bien. Por el lado de la demanda, como los consumidores no son insensibles a los precios, algunos preferirán tomarse un taxi o remís que cobra una tarifa fija. Como los taxis cobran por distancia cuando se mueven, con independencia del tiempo que demoren, cuando el tráfico va lento el taxi puede resultar más barato que un auto de Uber. La ventaja de esta forma de fijar los precios es que así se bajan los costos del sistema ya que muchos usuarios pueden elegir otros medios de transporte o viajar en horarios de tarifas más bajas.

Para entender qué es Uber es necesario entender que, de la mano de la tecnología, los mercados están experimentando cambios mayúsculos. Cambios que generan nuevos conceptos económicos como “consumo colaborativo”, “mercados comunitarios” o más ampliamente “economía colaborativa”. Estos conceptos describen la interacción entre dos o más agentes económicos, a través de medios digitalizados o no, que satisface una necesidad de una o más personas. Cuando se hace a través de plataformas digitales, éstas establecen el marco, donde los usuarios pueden interactuar entre ellos y/o con la misma plataforma. En estos nuevos mercados comunitarios los usuarios seleccionan el rol que desean en cada momento, incluso varios roles simultáneamente (en un momento puedo ser vendedor y en otro comprador); es un sistema abierto y dinámico. Normalmente, existe un sistema de evaluación entre usuarios, mediante el cual, adquieren una reputación y, con ella, la confianza necesaria para seguir llevando a cabo la actividad que deseen. Los ejemplos van desde un vecino de un consorcio de un edificio que presta o alquila su perforadora eléctrica a todos sus vecinos, pasando por la famosa plataforma de arrendamiento de viviendas Airbnb y los sistemas para compartir transporte como BlaBlaCar o Uber. En todos estos casos las regulaciones vigentes no se adaptan a estos nuevos servicios y desde los sectores tradicionales se alzan voces de competencia desleal.

El movimiento del consumo colaborativo supone un cambio cultural y económico en los hábitos de consumo. No puede pensarse con los esquemas tradicionales de regulación de la economía industrial.

¿Se imaginan el lío que se va a armar cuando aparezcan en nuestro mercado los servicios de transporte sin conductor?

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