El fracaso de la política agro-industrial de los últimos años

Al momento de escribir esta nota el conflicto que tuvo en vilo a toda la cadena agrícola nacional durante más de 20 días llegó a su fin. Finalmente hubo un acuerdo y el gremio firmó por 27,8%, aunque pretenden alcanzar un 36% en negociaciones privadas y sin la supervisión del gobierno nacional.

Lo cierto es que según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, las pérdidas totales computadas ascenderían a más de 185,5 millones de dólares, considerando posibles aumentos en los fletes marítimos que se generarán en el futuro como resultado del conflicto. Este costo adicional de 150 millones de dólares podría repetirse anualmente en los próximos años. ¿Qué significa esto para el futuro? Más riesgo argentino. Otra evidencia más de la necesidad de replantear todo el esquema productivo nacional, desde la estructura de costos del productor, la logística, la falta de infraestructura portuaria, las operaciones en los mercados, los intermediarios y los cambios permanente de políticas.

Hoy el sector agro-industrial sufre la presión tributaria más elevada del país, distorsión cambiaria, falta de infraestructura, aumentos permanentes de costos y escasa transparencia en las decisiones de política comercial. Los avatares que implican los abusos de sectores políticos dejan prisioneros a todos los eslabones de la agro-industria. En definitiva un débil Estado de Derecho es el principal escollo que frena el crecimiento y desarrollo de una pujante cadena de valor agroindustrial que se posiciona como líder en la provisión de aquello que el mundo demanda.

Claramente a lo largo de esta última década el país volvió a darle la espalda al principal motor de la economía nacional, donde más ventajas competitivas y comparativas tenemos. En una década donde los términos de intercambio podrían haber permitido una verdadera revolución tecnológica y de infraestructura, a través de obras viales e hidráulicas que permitan consolidar el posicionamiento del país como no ya del “granero” del mundo sino como el principal “proveedor de alimentos de alto valor proteico”, poco se hizo para potenciar ese desarrollo. Una vez más el fin de un ciclo político marca una nueva oportunidad desperdiciada. Por el bien del país y las generaciones futuras, esperemos que no haya sido la última.

Respecto al mercado poco para decir esta semana, a nivel local los operadores se mantuvieron a la espera de una resolución del conflicto gremial para retomar su funcionamiento natural. Los problemas de logística fueron el principal tema de conversación a lo largo de la semana. Por soja en condiciones Cámara se pagaba $ 1.830/1.850. Entrega hasta julio se negoció nuevamente en niveles de $ 1.900. Por maíz los valores alcanzaban los $ 970 con descarga y $ 980 grado 2.

En tanto desde Chicago, sobre el cierre de semana la soja recibió un impulso luego de que se diera a conocer una nueva propuesta para el uso mandatorio de biodiesel en Estados Unidos. Por si parte el maíz cerró la semana en bajas.Presiona sobre el mercado el buen avance de las siembras en Estados Unidos tanto de la oleaginosa como del forrajero y una demanda externa que se mostró más débil que en meses anteriores. Pensando en las próximas semanas el mercado climático en el hemisferio norte tendrá la palabra. Sin dudas, y más que nunca, el curso de los eventos meteorológicos en el “corn belt” norteamericano y la cuenca del Mississippi será fundamental para poner precio lo que resta cosechar y vender en nuestro país. En una situación financiera límite para muchos productores y rentabilidades en rojo, la mejora en los precios internacionales se plantea como una variable crítica de cara a la próxima campaña.

Por Lic. Adriano Mandolesi, Consultor de Empresas

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