Extremos

Hablemos para no oírnos, bebamos para no vernos… Y hablando pasan los días, que nos quedan para irnos “Maldita Dulzura”, canción de Vetusta Morla.

Por Tocqueville en Rosario – @tocquevilleexROS

El concepto de la dependencia del camino recorrido, que proviene de la teoría económica, se refiere a cómo el comportamiento y las decisiones que hemos tomado para llegar a una situación actual, condicionan nuestra realidad futura.

Los premios Darwin, llamados así irónicamente por el creador de la teoría evolucionista, se otorgan a personas que con un comportamiento estúpido han padecido consecuencias nefastas como la propia muerte.

La ironía reside en la interpretación inversa del darwinismo. Lo contrario a la idea de la supervivencia del más apto concebida como un mecanismo de evolución social, es el fracaso de las sociedades con comportamientos egoístas, estúpidos y alejados del bien común.

En esta línea, lo que hagamos hoy y en los días que vendrán, lo que hayamos hecho en los meses que pasaron, la manera en que nos comportemos sistemáticamente configura una visión aproximada de nuestro futuro como sociedad. Dicho de otro modo, el comportamiento es una promesa de lo que vendrá.

Lo bueno de esto es que no estamos ante un final inamovible. Aunque por lo general las acciones traen aparejada la irreversibilidad, la promesa tiene la potencialidad de mostrar lo que seremos y trastocar la línea de tiempo, haciéndola reversible.

La promesa puede verse como una acción propuesta para cambiar el mundo que surge, tal como decía Hannah Arendt, “la acción como lo verdaderamente humano, como ese poder de hacerse parte del mundo espontáneamente, y la promesa como remedio de la imposibilidad de predecir en la caótica inseguridad del futuro.” La sociedad argentina vive en una auditoría permanente de acciones y promesas, y en un estado antagónico perenne, en torno a cómo nos comportamos y al cumplimiento de las promesas.

¿Por qué nos hemos sumido en ese extremismo? ¿Qué explica esa polarización tan profunda?

En un libro titulado “Going to extremes”, el rockstar del derecho americano Cass Sunstein, da una explicación simple: la causa debe buscarse en la dinámica social, en la manera que unos grupos de individuos influyen sobre otros.

“No se trata de un problema anclado en la realidad objetiva, sino en un asunto de relaciones grupales, en la manera en que se habla o se discute, en la mayor tolerancia y urbanidad que se despliegue a la hora de las argumentaciones y las polémicas, en fin, algo que se puede resolver con un poco más de ecuanimidad y sabiduría”, afirma el ex asesor de Obama y creador de la teoría de los nudges. Los prejuicios expresados por individuos al agruparse con quienes piensan de manera similar crecen hasta empujar al grupo en la dirección de más prejuicios y extremismo: los individuos tienden a enfocarse en los puntos de vista más populares dentro de su propio grupo y por eso se radicalizan.

Y hoy, las redes sociales son el caldo de cultivo perfecto para esta proliferación de haters antagónicos.

“A medida que la polarización se pone en marcha, los miembros del grupo se vuelven más reacios a mencionar información que tienen sobre el tema que podría contradecir el consenso del grupo emergente.

El resultado es una discusión sesgada en la que el grupo no tiene la oportunidad de considerar todos los hechos, porque los miembros no los mencionan”, sostiene Patricia Wallace en “The psychology of the internet”.

En “La política en tiempos de indignación”, el filósofo español Daniel Innerarity, habla de la poderosa ola de enojo ciudadano que ha hecho tambalear muchas instituciones, desatando grandes pasiones políticas, pero también generando un especial desconcierto. “Puede que los tiempos de indignación sean también tiempos de confusión. Son momentos en los que es más necesaria que nunca la reflexión acerca de la política, sus instrumentos, sus posibilidades y sus límites”.

También es tiempo de claridad, de cercanía y de un nuevo estilo de liderazgo, más empático, en el que los líderes se pongan en la piel de la gente común y se terminen las élites extractivas.

Adiós a la vieja casta política. Estamos ante el gran desafío colectivo de hacer que la crítica y la pasión se vuelvan medios para lograr transformaciones sociales hacia un mayor bienestar.

Debemos buscar acuerdos para cumplir nuestro deber moral de defender la sociedad como hábitat esencial del individuo, como explica Innerarity en “Ética de la hospitalidad”.

La psicología de masas investiga por qué los individuos se contagian del comportamiento de los demás y se limitan a repetirlo sin cuestionarse nada.

Freud aporta una crítica acertada respecto a la figura del líder, “las masas están gobernadas por lazos afectivos de dos clases: la unión de los individuos entre sı́, pero también la unión con el conductor”. Éste, puede actuar como el catalizador que filtre fobias y filias acercando a los extremos hasta una horquilla en la que sea posible un equilibrio.

Tarea titánica, sı́, pero necesaria y urgente.

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