El vino argentino atraviesa uno de sus momentos más difíciles en décadas. La industria vitivinícola, que históricamente combinó un fuerte arraigo cultural con prestigio internacional, enfrenta hoy un doble frente de crisis: la retracción del consumo doméstico y la caída de las exportaciones.
Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en julio de 2025 las ventas en el mercado interno se desplomaron un 13% interanual, con un consumo per cápita mensual que apenas llegó a 1,39 litros. Se trata de un retroceso del 14% respecto al año anterior y confirma una tendencia de largo plazo: el vino pierde terreno en la mesa de los argentinos. En los años ’70 el consumo anual superaba los 80 litros por persona, mientras que hoy la industria apenas sostiene un promedio de 18 litros.
El impacto de la inflación, la pérdida de poder adquisitivo y la creciente preferencia de los consumidores por bebidas más baratas o de consumo ocasional están detrás de este cambio. En julio, las ventas domésticas alcanzaron 658.677 hectolitros, con un marcado corrimiento hacia alternativas más económicas o hacia la reducción del gasto en alcohol.
Un rasgo relevante es la transformación en el perfil del consumo. Los vinos sin mención varietal siguen dominando el mercado con un 66,6% del volumen, pero registraron una baja de 5,6% en los primeros siete meses del año. En contraste, los varietales crecieron 9,2% y ya representan casi un 30% de las ventas, lo que refleja un viraje hacia el consumo de calidad, aunque en menor cantidad. También los espumosos crecieron 6,2% y los vinos dulces y especiales treparon 51,7%, aunque su participación sigue siendo marginal.
Por color, los vinos blancos retrocedieron 6,5% en julio y 11,4% en el acumulado, mientras que los tintos y rosados cayeron 14,8% en el mes, aunque lograron crecer 3,3% en lo que va del año.
Exportaciones en baja: sin refugio afuera
El frente externo tampoco ofrece alivio. En julio de 2025, las exportaciones totales de vino retrocedieron un 21,1% interanual, con fuertes caídas en segmentos clave. El vino a granel se desplomó un 50,4% frente a competidores como Chile, España e Italia, que colocan mayores volúmenes a precios más bajos. El vino fraccionado cayó 11,3% en volumen y 16,1% en valor FOB.
El mosto concentrado, tradicionalmente uno de los productos más competitivos, mostró una merma marginal de 0,4% en julio, aunque acumula un crecimiento de 7,2% en lo que va del año, siendo el único rubro en alza. El espumoso, por su parte, creció 37,5%, aunque sigue representando una porción menor del total exportado.
En cuanto a destinos, Estados Unidos se mantiene como el principal mercado con compras por 32 millones de dólares, seguido por Reino Unido y Brasil. Sin embargo, todos los principales compradores redujeron sus volúmenes. Entre enero y julio, las exportaciones acumulan una caída del 6,9% en volumen y del 6,2% en valor, confirmando la dificultad de sostener la competitividad internacional.
Envases y tendencias: la botella resiste
El informe del INV también muestra un viraje en los formatos de envase. La botella sigue siendo el recipiente dominante en las exportaciones con el 93,4% del vino fraccionado, aunque cayó 13,3% en volumen. El Tetra Brik creció 35% y representa el 6,6% del total, consolidándose como opción de bajo precio y en mercados populares. En tanto, el Bag in Box, con fuerte aceptación en algunos países europeos por su practicidad y sustentabilidad, retrocedió un 77,5% y no logra instalarse como estrategia exportadora argentina.
En el mercado interno ocurre un fenómeno similar: la botella conserva el prestigio, mientras los envases alternativos avanzan lentamente. Expertos señalan que el cambio cultural y la búsqueda de practicidad por parte de consumidores jóvenes podrían darle mayor espacio al Tetra Brik en los próximos años.
Factores estructurales y desafíos
Más allá de los vaivenes coyunturales, los analistas coinciden en que la vitivinicultura argentina enfrenta problemas estructurales. La inflación, la pérdida de ingresos reales y los altos costos logísticos e impositivos restan competitividad. A nivel cultural, el vino dejó de ser un producto cotidiano y se asocia cada vez más a un consumo ocasional o gourmet, lo que encarece la lucha contra competidores como la cerveza, que domina el mercado local con precios accesibles y fuerte penetración entre los jóvenes.
El desafío para el sector pasa por recuperar cercanía con el consumidor argentino y fortalecer nichos en el exterior, aprovechando atributos diferenciales como la calidad de los terroirs, la proyección internacional del Malbec y la capacidad innovadora de las bodegas. Sin embargo, los datos de julio marcan un alerta: la crisis del vino no es solo coyuntural, sino también cultural y estructural.