Soja en campo alquilado: pese a la baja de retenciones, los números siguen en rojo

El alivio fiscal anunciado por el Gobierno no alcanza para revertir el resultado negativo que enfrentan los productores que no operan sobre tierras propias.

A pesar de la reciente reducción en los derechos de exportación, la rentabilidad de la soja sigue comprometida, especialmente en los campos arrendados, que representan aproximadamente el 70% del área agrícola del país.

El presidente Javier Milei oficializó la baja permanente de retenciones durante su discurso en la Exposición Rural de Palermo, lo que fue recibido con optimismo por el sector agropecuario. Sin embargo, el impacto real sobre la rentabilidad de los productores sigue siendo limitado.

Un análisis realizado por el exvicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Néstor Roulet, muestra que, incluso con esta modificación, la ecuación económica para la soja continúa en terreno negativo cuando se trabaja en tierras alquiladas. Según sus cálculos, el resultado económico por hectárea mejora, pero sigue arrojando pérdidas: pasa de un saldo negativo de 90 dólares a una pérdida de 59 dólares por hectárea.

“La decisión de reducir las retenciones es bienvenida, pero no suficiente. El productor sigue siendo el que más aporta, y aun con estos cambios, el esfuerzo que se le exige es enorme”, señaló Roulet, al tiempo que recordó que el agro seguirá generando unos 8.000 millones de dólares anuales en concepto de derechos de exportación.

El cálculo parte de un rendimiento estimado de 3,5 toneladas por hectárea y un precio FOB de 380 dólares. Con la retención anterior del 33%, la carga tributaria por hectárea ascendía a 438,9 dólares, mientras que con la nueva alícuota se reduce a 345,9 dólares. Sin embargo, al considerar los costos operativos, los gastos indirectos, el arrendamiento y la presión tributaria, el margen neto continúa en cifras negativas.

Este escenario muestra que, más allá de las señales positivas del Gobierno, la situación del productor mediano y pequeño sigue siendo delicada, sobre todo en un contexto de alta dependencia del arrendamiento de tierras y costos en alza.

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