La reciente decisión del Gobierno nacional de eliminar el Certificado de Importación de Bienes Usados (CIBU) abrió un nuevo frente de debate en el corazón de la maquinaria agrícola argentina. Mientras en ciudades como Armstrong, Las Parejas y Las Rosas —el núcleo metalmecánico del sur santafesino— crece la inquietud por el posible impacto de esta medida, hay empresas que ya venían trabajando con esta lógica comercial y hoy se posicionan con ventaja en el nuevo escenario.
Una de ellas es Italia Maquinarias, firma radicada en el Parque Industrial de Armstrong y liderada por Franco Bosso, quién en diálogo con el portal especializado en agro “Bichos de Campo”, explicó que desde hace años desarrolla un modelo de negocio basado en el reacondicionamiento de equipos agrícolas usados traídos desde Estados Unidos. En su nave gemela, Distribuidora Italia, fabrican repuestos para maquinaria, lo que les permite integrar el ciclo completo: reparación, puesta a punto y comercialización local.
Bosso cuenta con experiencia en el rubro y explica que la estrategia comenzó en Uruguay, donde también operan. Allí probaron el sistema: importar maquinaria usada, reacondicionarla con personal calificado y venderla lista para el campo. La fórmula funcionó y decidieron replicarla en Argentina. Incluso, lograron ingresar una sembradora antes de la desregulación, tras ocho meses de trámites, lo que refuerza su postura de que no son oportunistas, sino industriales adaptándose al cambio.
“La maquinaria llega, se desarma, se revisa electrónica, hidráulica, estructura y motor. Se reacondiciona a nuevo con mano de obra local. Eso también es industria nacional”, sostiene Bosso, que actualmente emplea a 35 trabajadores en sus plantas.
Desde el sector, sin embargo, muchos fabricantes expresaron su preocupación por el riesgo que implica abrir el mercado a productos usados: envejecimiento del parque, riesgos sanitarios, impacto en el servicio posventa y competencia desleal con fabricantes nacionales, especialmente pymes. El temor es comprensible: la región produce sembradoras, fertilizadoras y otras máquinas con altísima calidad e innovación, reconocida en todo el mundo.
Bosso no elude las tensiones, pero plantea una visión más matizada: “También somos industria nacional. Esta apertura nos impacta, como a todos, pero hay que encontrar las oportunidades. Lo clave es hacer las cosas bien: limpiar en origen, controlar lo sanitario, y ofrecer un producto confiable”.
Respecto a los costos, admite que la maquinaria usada puede ser entre un 20 y 30% más barata, dependiendo del estado, aunque con los aranceles, impuestos y logística, el valor final suele acercarse al del mercado local. “No se trata tanto de ventaja, sino de encontrar una buena relación precio-estado, o de ofrecer equipos que acá simplemente no están disponibles”, aclara.
La medida oficial aún genera controversias, especialmente en vísperas de Agroactiva, la exposición donde el sector metalmecánico mostrará sus desarrollos más innovadores. Allí se sentirá el pulso de una industria que combina tradición, tecnología y una fuerte identidad regional, pero que ahora debe repensarse frente a un nuevo entorno de competencia globalizada.