Esperando las lluvias

Situación hídrica muy adversa para los cultivos y para la planificación de la próxima campaña

Desde octubre del 2017 hasta fin de febrero del 2018, se midieron 250 mm de precipitaciones por debajo del promedio histórico registrado en el INTA Oliveros. Las precipitaciones se registran desde el año 1951 y las acaecidas en esta campaña representan el valor más bajo de los últimos 29 años.

La situación es preocupante, no sólo para terminar de definir los rindes de los cultivos de verano todavía en pie, sino también para planificar las siembras de los cultivos de invierno como: pasturas, cultivos de servicio, cultivos invernales de grano.

En los suelos Argiudoles, característicos de la mayor parte del área centro-sur de Santa Fe, la capacidad de almacenaje de agua útil es de 300 mm hasta los 2 m de profundidad. En ese sector del suelo se desarrollan y crecen las raíces de los cultivos extensivos de la zona, y es donde pueden extraer agua en condiciones de secano y sin presencia de napa freática.

Comparando el consumo de agua de una soja de primera, por ejemplo, que desde su emergencia hasta fin de febrero es de aproximadamente 500 mm, con las lluvias caídas en lo que va de la campaña 17/18, que sumaron sólo 280 mm, podemos apreciar un déficit hídrico de al menos 220 mm. Por lo que se estima que el suelo actuó como el gran reservorio de agua, brindándole al cultivo una parte de esos milímetros faltantes y demostrando, por otra parte, la merma que se espera en el rendimiento final del cultivo.

Ya finalizando el ciclo de verano con los perfiles de suelo extremadamente secos, los primeros 30 cm se encuentran por debajo del punto de marchitez permanente. Esta situación nos lleva a depender por completo de las lluvias que se produzcan en los meses de marzo y abril para ir planificando la campaña de invierno. Se estima, de manera aproximada (basándonos en los registros de Oliveros), que son necesarios unos 210 mm de precipitaciones para recargar el perfil de suelo hasta 1,10 m de profundidad, con lo cual se aseguraría la implantación del próximo cultivo.

No obstante, cabe destacar que la recarga completa del suelo, hasta los 2 metros de profundidad, se podría alcanzar con lluvias de marzo a mayo que totalicen unos 320 mm. Sería necesario que esa cantidad de agua ingrese al suelo, sin tener en cuenta lo que se puede perder por escurrimiento superficial.

En los últimos 67 años, el promedio histórico de lluvias registrado durante el período marzo-abril es de 250 mm, que de repetirse en el mismo período de este 2018 contaríamos con gran parte del agua necesaria para un buen inicio de los cultivos de invierno campaña 2018/19. Es importante resaltar que en nuestra región, durante el invierno, sólo llueve entre el 10 al 12% del promedio anual; por este motivo, es imprescindible acumular agua en el suelo durante los meses más lluviosos.

La mayoría de los pronósticos climáticos para esta zona confirman que la presencia del fenómeno Niña seguirá vigente; esto implica que podrían ocurrir precipitaciones que oscilen desde lo normal hasta por debajo de lo normal, acompañado de una mayor probabilidad de altas temperaturas.

Teniendo en cuenta este contexto, INTA recomienda monitorear, en general y en cada situación particular (calidad de suelo, porcentaje de cobertura, secuencia de cultivo, etc.), las precipitaciones que se registren y la humedad del suelo, al menos hasta el metro de profundidad (abarca el 75% de desarrollo de la masa radical), para así tomar las decisiones de manejo más convenientes en vísperas de la próxima campaña.

Fuente: INTA

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