Cómo enfrentar el estrés de los cultivos

Gran parte del área agrícola nacional encuentra niveles escasos de reservas hídricas

Si bien hay zonas con presencia de napas que pueden asegurar el desempeño del cultivo, hasta que las raíces lleguen a las mismas van ocurriendo situaciones de estrés que generan daños importantes en el futuro rendimiento. En soja, lo que sucede en los primeros 30 días del cultivo sigue siendo determinante en cuanto al potencial de rendimiento a obtener. Por su parte, en maíz puede generarse una reducción en la cantidad y tamaño de las espigas que hace que las pérdidas de potencial sean irreversibles.

Como muestran los mapas precedentes, el agua que realmente es útil para los cultivos es mucho más limitante y condicionante del rendimiento. Ahora bien, conociendo esta realidad, el productor puede resignarse a esperar que las condiciones ambientales mejoren, cosa que puede no ocurrir o, puede comenzar a trabajar con una estrategia nutricional que favorezca el estado de los cultivos y estimule el desarrollo radicular de las plantas, buscando una mayor profundidad y volumen de las mismas y que permita recuperaciones más rápidas de las condiciones de estrés hídrico cuando las condiciones lo permitan.

Para el caso, el maíz es conocido como un cultivo C4. Esto indica que es capaz de seguir fijando reservas a partir de la fijación de carbono, inclusive cuando las estomas están cerradas y la planta corta el intercambio gaseoso y la pérdida de agua. Esto quiere decir que, aun cuando la planta tiene las hojas cerradas, puede seguir fijando reservas, lo que depende fundamentalmente del estado nutricional del cultivo. Pero, la pregunta es cómo hacerlo si no tenemos suficiente agua en la solución de suelo para la difusión de los nutrientes hacia las raíces.

La nutrición foliar es la clave para esto porque permite la incorporación de nutrientes a través de las hojas en las cantidades necesarias para activar los mecanismos fisiológicos de las plantas, fundamentalmente de las raíces, que permita aumentar la eficiencia de absorción de los nutrientes nativos o agregados al suelo y de esta forma mitigar las situaciones de estrés hídrico.

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