“Fue una alegría enorme, un desafío importante en mi carrera profesional y personal”. Con esas palabras definió Federico Granillo, consultor técnico en el equipo de ventas de Bayer, su primera participación en un Congreso Internacional de Maíz. Allí presentó un caso emblemático: la experiencia de más de una década en Guatraché, al sudeste de La Pampa, una zona considerada históricamente marginal para este cultivo.
Granillo explicó que el proyecto comenzó en 2012 con un lote de 200 hectáreas en un ambiente complejo, condicionado por suelos de escasa profundidad, presencia de tosca y un clima errático, con lluvias variables y frecuentes extremos de heladas y altas temperaturas. “Era como sembrar en una maceta”, graficó el técnico. A pesar de los pronósticos poco alentadores, se animaron a probar: “Lo que parecía imposible se convirtió en un desafío productivo”.
Los resultados sorprendieron. Tras un primer año con 2.800 kilos por hectárea, en 2014 la siembra se amplió a 500 hectáreas y la producción alcanzó los 7.700 kilos. Con el tiempo, se fueron sumando nuevas tecnologías: mapeo de suelos, imágenes satelitales, monitores de rendimiento y una mejora continua en la elección de híbridos. “Híbrido que gana se queda”, resumió Granillo, destacando que hoy se utilizan materiales de última generación como el DEKALB 7272.
El caso atrajo la atención de la comunidad técnica y académica. Universidades, investigadores del INTA y especialistas de distintas áreas se sumaron para estudiar las particularidades del suelo y acompañar la evolución del ensayo. “Se armó un partido con múltiples jugadores, todos aportaron algo para que esto funcione”, señaló.
Más allá de los números, el consultor subrayó la lección central: “En la Argentina se triplicó la producción de maíz en los últimos 10 años, y aún queda un potencial enorme en zonas donde se creía que no se podía sembrar”. Para él, el futuro de la agricultura pasa por cuatro claves: intensificar, diversificar, digitalizar y ajustar prácticas agronómicas.
“La tecnología está disponible, lo que falta es que el productor la adopte. Ya no hablamos de lotes, sino de ambientes, y dentro de ellos, del metro cuadrado. Eso es agricultura de precisión”, concluyó Granillo, convencido de que todavía queda mucho espacio por ganar.