Un país que está genial, pero asintomático: el fantástico relato de Fernández

Fernández dijo que no reformará nada de lo si habría que reformar. Le habló a quienes lo sostienen en pie desde dentro de su partido. Habiendo inclumplido sus 15 propuestas de hace un año, esta vez describió una Argentina fantástica, que nadie siente en su piel.

Por Gabriel Conte – Periodista

Todo el mundo atenta contra el éxito del Gobierno, pero no importa: como buen seguidor del Papa, pone la otra mejilla. Así parece expresarse Alberto Fernández, el presidente, a la hora de dar su discurso anual ante la Asamblea Legislativa, un momento para el balance y el planteo de nuevos horizontes.

Este año se tropezó con los deseos y propuestas del año pasado, que se habían amontonado -como si el tiempo permaneciese detenido a propósito por todos sus enemigos (y no por su inmobilidad)- ya que ninguno de los 15 proyectos que anunció en su discurso anterior fue aprobado todavía.

Al “ah, pero Macri” le sumó, de entrada, el “ah, pero la guerra en Europa”, embanderándose con un pacifismo que rebota de lleno con su reciente viaje a Rusia en donde le entregó la Argentina a Vladimir Putin “como puerta de entrada a América Latina”. Formuló a las Cámaras un minuto de silencio (que Cristina Kirchner le apuró a pedir ante una creciente batahola que pedía la palabra, para así callarlos) y no condenó a Rusia por su sangrienta invasión a Ucrania.

Puso a la guerra en la lista de los obstáculos que opacan su gestión, junto con la herencia recibida, la oposición que no le aprobó el Presupuesto y la pandemia, de cuyo desmanejo acusó, una vez más, a otros. Se autoevaluó como impecable en su manejo de la crisis.

Pero lo más curioso y novedoso fue su relato del país en el que vivimos, en donde todo funciona con indicadores de lujo, propios de una nación próspera, sin desempleo ni pobres, sin inflación y floreciente de inversiones, en cuyo imaginario cabrían, por ejemplo, jóvenes volviendo a realizarse al país en donde nacieron…

El país que relató Fernández en su discurso es aquel en donde todos quisieran vivir, pero que nadie siente en su piel. A poco de encantar con sus palabras y números, despertó a todos quienes le oían en modo somnoliento cuando confesó que hablaba de Argentina, este país, en el que gobierna ahora mismo y al que su diagnóstico le cabe solamente como una ilusión.

Fernández ya incumplió con todo lo dicho en su discurso de hace un año atrás.

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