La marca Shein, nacida en China y especializada en ultra fast fashion, se convirtió en un fenómeno global en tiempo récord. Con una estrategia centrada en precios extremadamente bajos y una renovación constante de su catálogo, logró posicionarse como una de las plataformas de e-commerce más populares del mundo, especialmente entre el público joven. Hoy, su presencia en Argentina es imposible de ignorar.
El contexto local fue clave para este avance. La flexibilización del régimen de importaciones, impulsada por el gobierno de Javier Milei, habilitó el acceso directo de los consumidores a plataformas extranjeras. El límite de cinco compras anuales por persona desapareció y se extendió el tope permitido por envío hasta u$s3.000, generando un aumento exponencial en las compras personales al exterior. Solo en el primer trimestre de 2025, las importaciones de ropa crecieron un 86% interanual, y las de textiles para el hogar, un 109%, según la Fundación Pro Tejer.
Shein se consolidó como uno de los principales proveedores de ropa low-cost, con cifras que sorprenden: entre enero y mayo de este año, ingresaron al país más de 73.000 toneladas de indumentaria, marcando un récord histórico de importaciones textiles. Como resultado, dos de cada tres prendas vendidas en el país son importadas, lo que dejó a la industria nacional con una participación de apenas 33%, el nivel más bajo en diez años.
El secreto de Shein está en su modelo de producción exprés: lanza miles de nuevos productos cada semana y acorta los ciclos de diseño y fabricación a solo 3 a 7 días. Así, logra replicar de inmediato las tendencias de las redes sociales y pasarelas globales. A cambio, la calidad y la trazabilidad de sus productos suelen quedar en segundo plano.
Navegar por la versión argentina de Shein es como entrar a un centro comercial sin fin. Vestidos por menos de $6.000, tops desde $3.684 y jeans por $7.999 son algunos de los ítems más buscados en el sector femenino. Las remeras básicas rondan los $4.100 y hay una variedad inagotable de blusas, accesorios y prendas que cambian todos los días.
La sección masculina también ofrece productos funcionales y accesibles: camisetas, pantalones deportivos, artículos de cuidado personal y hasta cubrezapatos impermeables por menos de $4.000. Para niños y niñas, hay desde sets de maquillaje lavable hasta mochilas escolares o juguetes a precios similares al de una remera de adulto.
El segmento de belleza se destaca con precios difícilmente igualables: labiales desde $1.699, delineadores por $1.559 y paletas de sombras a $2.099, además de brochas, cepillos y organizadores de cosméticos.
La plataforma también ofrece envíos gratuitos a cualquier punto del país en compras mayores a $26.798, cubre impuestos de importación y garantiza entregas en un plazo de 10 a 15 días hábiles. A esto se suma un 20% de descuento en la primera compra para usuarios nuevos que superen los $50.000.
La fórmula parece imbatible: precios bajos, variedad infinita y entregas rápidas, todo con la comodidad de comprar desde casa. Pero también plantea preguntas sobre sus consecuencias.
El furor por Shein no está exento de críticas. Las organizaciones del sector textil advierten sobre el impacto social y económico de este modelo de consumo. A la pérdida de empleos locales se suman los problemas ambientales y laborales asociados al fast fashion: producción masiva, baja durabilidad de las prendas y condiciones de trabajo precarias.
Además, la calidad de los productos no siempre coincide con lo que muestran las fotos. En redes sociales abundan videos con el clásico “lo que pedí vs. lo que me llegó”, y se cuestionan las tácticas de marketing que promueven compras compulsivas, como las alertas de stock limitado o los descuentos con cuenta regresiva.
La apertura importadora, la tecnología de consumo y los precios inigualables parecen haber creado un combo irresistible. Pero el fenómeno Shein, detrás de su estética accesible y tentadora, también refleja los desafíos del consumo globalizado en un país que todavía busca el equilibrio entre apertura económica y producción local.