El restaurante rosarino que desafía lo clásico desde el corazón de Pichincha

En una de las zonas más dinámicas de la ciudad, TERCO abrió sus puertas en Pichincha Bis 123 con una propuesta gastronómica atrevida, creativa y auténtica, donde cada plato rompe moldes y celebra la pasión por lo bien hecho

Ubicado en pleno corazón del barrio Pichincha, uno de los polos gastronómicos y nocturnos más consolidados de Rosario, el restaurante TERCO se suma a la oferta del sector con una propuesta que busca correrse de lo clásico. Con una carta centrada en reinterpretaciones audaces y sabores potentes, el lugar apuesta a destacarse dentro de una escena cada vez más competitiva.

Detrás del proyecto están Juan y José, dos emprendedores que decidieron volcar su impronta en un espacio que combina materiales rústicos, una estética cuidada y platos con personalidad. La premisa, aseguran, es clara: evitar lo predecible, tanto en la cocina como en el ambiente.

En ese sentido, la carta funciona como una invitación al juego, a lo inesperado, a lo que no se repite. Platos de invierno con identidad, sabor y carácter. Ejemplos sobran:

  • La pizza de Bagna Cauda, una reversión que ya es emblema de la casa: fiordilatte, mozzarella, bagna cauda, anchoas, lechuga fresca y parmesano. Cremosa, elegante, distinta. “El más pedido. El más compartido. El más aplaudido”, aseguran.
  • El Panuozzo de costilla, servido con papas fritas, combina pan de pizza artesanal con costilla de ternera braseada, provoleta fundida, criolla fresca y fondo de cocción. Ideal para compartir (aunque cueste soltarlo).
  • La pizza Romesco: un guiño a lo napolitano con alma española. Mozzarella, jamón crudo reserva, puerro confitado, salsa romesco y parmesano en una mezcla que “nos lleva un ratito a Madrid”.
  • Las croquetas de costilla braseada al horno de leña, con corazón tierno y exterior crujiente, llegan con salsa relish para ese toque justo de frescura y acidez.
  • Y para los que buscan sorprenderse: cono frito crocante con stracciatella, morrón asado, pesto y parmesano, o la provoleta fundente con chutney de cítricos, almendras tostadas y perejil fresco.

Cada plato parece responder a una misma lógica: sabores intensos, texturas inesperadas y mucha honestidad culinaria.

El nombre del restaurante tampoco es casual: TERCO busca marcar una identidad propia dentro de un barrio que no deja de renovarse y crecer en términos de oferta gastronómica. En los últimos años, Pichincha pasó de ser un punto nocturno tradicional a un verdadero laboratorio de propuestas culinarias, donde conviven bares, cafés, restaurantes de autor y cocinas de espíritu joven.

En ese contexto, la apertura de TERCO refleja no solo una búsqueda personal de sus creadores, sino también una tendencia más amplia: la de una ciudad que apuesta cada vez más por lo distinto, lo experiencial y lo local.

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