Ubicado en pleno corazón del barrio Pichincha, uno de los polos gastronómicos y nocturnos más consolidados de Rosario, el restaurante TERCO se suma a la oferta del sector con una propuesta que busca correrse de lo clásico. Con una carta centrada en reinterpretaciones audaces y sabores potentes, el lugar apuesta a destacarse dentro de una escena cada vez más competitiva.
Detrás del proyecto están Juan y José, dos emprendedores que decidieron volcar su impronta en un espacio que combina materiales rústicos, una estética cuidada y platos con personalidad. La premisa, aseguran, es clara: evitar lo predecible, tanto en la cocina como en el ambiente.
En ese sentido, la carta funciona como una invitación al juego, a lo inesperado, a lo que no se repite. Platos de invierno con identidad, sabor y carácter. Ejemplos sobran:
- La pizza de Bagna Cauda, una reversión que ya es emblema de la casa: fiordilatte, mozzarella, bagna cauda, anchoas, lechuga fresca y parmesano. Cremosa, elegante, distinta. “El más pedido. El más compartido. El más aplaudido”, aseguran.
- El Panuozzo de costilla, servido con papas fritas, combina pan de pizza artesanal con costilla de ternera braseada, provoleta fundida, criolla fresca y fondo de cocción. Ideal para compartir (aunque cueste soltarlo).
- La pizza Romesco: un guiño a lo napolitano con alma española. Mozzarella, jamón crudo reserva, puerro confitado, salsa romesco y parmesano en una mezcla que “nos lleva un ratito a Madrid”.
- Las croquetas de costilla braseada al horno de leña, con corazón tierno y exterior crujiente, llegan con salsa relish para ese toque justo de frescura y acidez.
- Y para los que buscan sorprenderse: cono frito crocante con stracciatella, morrón asado, pesto y parmesano, o la provoleta fundente con chutney de cítricos, almendras tostadas y perejil fresco.
Cada plato parece responder a una misma lógica: sabores intensos, texturas inesperadas y mucha honestidad culinaria.
El nombre del restaurante tampoco es casual: TERCO busca marcar una identidad propia dentro de un barrio que no deja de renovarse y crecer en términos de oferta gastronómica. En los últimos años, Pichincha pasó de ser un punto nocturno tradicional a un verdadero laboratorio de propuestas culinarias, donde conviven bares, cafés, restaurantes de autor y cocinas de espíritu joven.
En ese contexto, la apertura de TERCO refleja no solo una búsqueda personal de sus creadores, sino también una tendencia más amplia: la de una ciudad que apuesta cada vez más por lo distinto, lo experiencial y lo local.