Justo Taller de Pan abrió sus puertas en pleno centro rosarino, en Urquiza 1950. Desde entonces, se convirtió rápidamente en uno de los nuevos spots preferidos de quienes buscan mucho más que un simple café: panadería artesanal, bollería con manteca real, laminados irresistibles y un ambiente cálido que invita a quedarse.
“El pan que ves, lleva horas de trabajo. Fermentación lenta, masa madre y un equipo que hornea cada día para que llegue a tu mesa en su mejor punto“, explican desde el emprendimiento. Y esa filosofía se siente en cada bocado. Desde temprano, todos los días, las hornallas de Justo comienzan el ritual: técnica, tiempo y pasión se combinan para ofrecer un producto que honra la tradición panadera.
Claro que el café no se queda atrás. En Justo también ofrecen café de especialidad, ideal para acompañar cualquiera de sus propuestas de panificación. Entre sus platos más buscados, se destacan los huevos benedictinos sobre blinis, con huevo poché, salsa holandesa, panceta crocante y ciboullette, una combinación perfecta para el desayuno o un brunch tardío.
Además, cuentan con gran variedad de laminados, opciones de almuerzos livianos, tapeos y un 10% de descuento en take away para productos elaborados en el día. Y como detalle no menor: el local es pet friendly, por lo que es habitual ver clientes acompañados de sus mascotas disfrutando de un café y una buena charla.
Justo funciona en el histórico Edificio Ferrazzini, una joya del Art Decó rosarino declarada patrimonio de la ciudad. Allí funcionó, desde 1921, la imprenta fundada por el inmigrante suizo Juan Ferrazzini, pionero de la industria gráfica local. Durante décadas, fue sede de talleres y librería, hasta su cierre en 2011. Hoy, el edificio atraviesa un proceso de reconversión, conservando su icónica fachada geométrica mientras abre sus puertas a nuevos usos. En ese contexto, Justo Taller de Pan suma calidez y aroma a un rincón que combina pasado industrial y presente gastronómico.