Va por la patriada

Un sector que busca ganar mercado agregando valor y diferenciación

A fines de la primavera y ya entrado el verano comienza la época de cosecha de la miel. Los apicultores, protegidos con sus gruesos trajes blancos, se sumergen en los apiarios para recolectar el fruto de las pequeñas trabajadoras. Sin duda es una actividad donde se pone el cuerpo, ya sea por soportar las altas temperaturas –en especial cuando la vestimenta no colabora–, o por el hecho de rodearse de cientos de insectos con sus aguijones listos para atacar, si es necesario.

Pero es, también, una profesión donde sus protagonistas son verdaderos apasionados. Tantos productores hay en la Argentina –unos 23.000 poseedores de 3,5 millones de colmenas, según el Ministerio de Agroindustria de la Nación (Minagro)–, que lograron posicionar al país como tercer productor y segundo exportador mundial.

El país produce una media anual que ronda entre las 60.000 y 65.000 toneladas, según el mismo organismo, con un dato que llama la atención: el 95 por ciento de la producción se destina a la exportación.

El circuito comienza con los propietarios de las colmenas. Se trata de un sector muy atomizado, con pequeños y medianos productores distribuidos en todas las provincias (a excepción de Tierra del Fuego), pero con especial presencia en la de Buenos Aires, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe. De allí, la cosecha puede correr dos destinos. O venderse a fraccionadores o a exportadores que la comercializan a granel, principalmente a los Estados Unidos y Alemania. Apenas el 1 por ciento de la miel exportada sale envasada, mientras que la inmensa mayoría se va en tambores de 300 kilos con el fin luego de ser mezclada con otras variedades, destinada a la industria o fraccionada por empresas locales.

La miel argentina es reconocida internacionalmente por su calidad y en el país se producen todo tipo de variedades: desde las mieles más oscuras hasta las más claras, según su origen y la alimentación de la abeja. Es en este punto donde la Argentina tiene una ventana para salir a competir.

“Eso te da la oportunidad de diferenciar el producto. Esa es una tarea que todavía tenemos pendiente”, explica Mercedes Nimo, subsecretaria de Alimentos y Bebidas del Ministerio de Agroindustria de la Nación, sobre el hecho de que las abejas, al estar en diferentes puntos del país, varían su alimentación y eso hace que cada miel tenga características y propiedades diferentes. Por el momento, los productores no tipifican al producto y este diferencial queda dejado de lado. “Estamos transitando ese proceso para que, en el futuro, el productor tenga otras alternativas de negociación. Es decir, que pueda diferenciar su producto por calidad y que sea pagado en consecuencia”, agrega la funcionaria.

Si bien el sector hoy muestra signos de crecimiento –en 2016 exportó 76.000 toneladas y cuenta 50.000 en los primeros ocho meses de 2017–, viene de atravesar 2015, que fue uno de sus peores años, donde tocó un piso de exportación de 43.000 toneladas, según Senasa. La caída tuvo varios motivos: políticas de exportación, factores climáticos y caída del precio internacional que llevaron a la sobreproducción. Pero fue también el crecimiento del principal competidor, China, quien dio la estocada final al sector.

“Son la principal competencia internacional. El problema es que son muy baratos y el día que a China le va bien te inunda de miel el mundo y el precio baja. Compite con el precio, por eso nuestro trabajo en materia de calidad es fundamental”, sostiene Nimo.

El gigante asiático salió a competir con una miel que, según las fuentes consultadas por APERTURA, se vende de forma adulterada. Ofrecían un producto con precios por debajo de la media, por lo que algunos mercados tradicionales de la Argentina, como el Reino Unido, Bélgica o España, los prefirieron. “Se dice que China vende una miel sintética. Una miel que no es miel. Eso en Europa trajo una gran preocupación y ahora están haciendo controles extremadamente estrictos, lo que nos ayudó. Esas exigencias adicionales colaboran a que el precio esté un poco mejor”, explica la funcionaria sobre la leve recuperación, aunque para los exportadores China todavía es una amenaza.

Zumbidos en el exterior

La mayor parte de la producción argentina se exporta. En lo que va del año, los principales compradores fueron los Estados Unidos, Alemania, Japón, España y Francia, seguidos por otros países de la Unión Europea y algunos pocos del mundo árabe.

La cosecha de los productores se va a través de empresas tradicionales dedicadas exclusivamente al acopio y exportación, que el Ministerio de Agroindustria calcula son entre 25 y 30. Con el tiempo, se sumaron cooperativas exportadoras para facilitar el acceso de los mercados extranjeros a los pequeños apicultores.

Cipsa es una de las compañías con mayor trayectoria en esta materia. Exporta 900 toneladas mensuales de miel a granel y tiene una red de 4000 apicultores que proveen la dulce materia prima, que se demanda tanto para industria como para fraccionar.

Para la empresa, que espera cerrar 2017 con US$ 25 millones de facturación, la principal preocupación está, también, en China. El 60 por ciento de sus containers tienen a los Estados Unidos como destino, mientras que el 35 va hacia la Unión Europea, y muchos de esos países introdujeron la miel de su competidor. “Hay un problema muy grande de adulteración en el mundo. China te vende –eso lo hemos comprobado en Apimondia (la feria anual más grande del sector)–, un jarabe que no sabemos de dónde proviene, con el cual con un tambor se puede hacer un contenedor de miel. Eso al mercado lo destroza. Porque la miel argentina pasó de valer casi US$ 4000 la tonelada a la mitad”, dispara Julio Fontán, presidente de Cipsa.

En paralelo, firmas que tradicionalmente tenían otros negocios se abrieron hacia el sector apícola. Es el caso de Newsan. La tecnológica abrió Newsan Food, su vertical de alimentos, en 2014, por la que exporta, además de miel, productos provenientes de la pesca, maní, ciruelas y pasas de uva, entre otros.

De las 100 toneladas que despachó en ese primer año saltó a 3000 en 2016 y espera cerrar 2017 con 5500. Con una red de 700 proveedores, Verónica Nohara, gerente de Newsan Food, asegura que todavía padecen el sacudón que vivió el sector en 2015: “Fue complejo porque el precio internacional cayó de forma muy abrupta, con una demanda que no aparecía y encima el dólar estancado. Fue un año bastante difícil. Eso disparó que aparecieran mieles de otros países, como China, que es en muchos casos adulterada y fue ocupando algunos espacios en los mercados internacionales”.

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