“El Atlas de Brechas de Rendimientos a nivel mundial (www.yieldgap.org) determina para soja que las brechas o porcientos del potencial son 22%, 32% y 45% para Estados Unidos, Argentina y Brasil respectivamente. Estados Unidos siembra 34 millones de hectáreas y representa el 30% de la producción global (las regiones del norte estadounidense representan más del 80%). Los rindes promedios están entre el 75 y 80% del rinde potencial, por lo cual hay una oportunidad para producir más”, expresó Patricio Grassini, Phd, profesor argentino en la Universidad de Nebraska.
El análisis de esas diferencias fue tema de debate en el Congreso Mercosoja 2022, que se desarrolló la semana pasada en Foz de Iguazú, con estudios puntuales realizados en cada uno de los países.
El caso estadounidense fue abordado por Patricio Grassini, quien definió que el “rinde potencial” de un cultivo se alcanza con el aprovechamiento de la radiación, de la temperatura, el tipo de suelo, el nivel de dióxido de carbono y la disponibilidad de agua como los principales factores. Con el ajuste de estas variables, alcanzar 80% del rinde potencial es un objetivo razonable – rinde “alcanzable” – para los productores que tienen acceso a los insumos, los paquetes tecnológicos que brinda el mercado y el asesoramiento.
Grassini aseguró que esa “brecha explotable” es la que existe entre la situación real del productor y la “alcanzable”. Ella es la resultante de la combinación del manejo de los factores limitantes de la producción como el agua y los nutrientes, a los que se debe restar la consideración de que el manejo general del productor está por debajo del óptimo, contando a “los factores reductores del rendimiento” como las malezas, plagas y enfermedades.
Atento a este escenario, Grassini y su equipo en Estados Unidos se propusieron identificar “las llaves de manejo” que ayudan a aumentar los rindes con un uso eficiente de los insumos y el manejo. El estudio se realizó en base a los datos propios de los productores, sin ensayos de campo, contabilizando 8.000 lotes en 200.000 hectáreas.
Con ese universo se procedió a realizar una encuesta que reunía información total sobre uso de semillas, densidades, espaciamiento, tratamiento, manejo de fertilizantes, presencia de nematodos, plagas, déficit de hierro, entre otros ítems. Se dividieron 10 zonas en la región norte de USA (7 en secano y 3 con riego) con combinaciones únicas de clima y suelo, representando 7 millones de hectáreas y se evaluaron los rindes promedio, encontrando grandes diferencias entre regiones y dentro de los lotes de cada región. Comparando los lotes de bajos y altos rendimientos, determinaron qué factor de los encuestados explicaron los resultados particulares.
Los resultados mostraron que en la situación de riego, los mejores rindes fueron determinados por la fecha de siembra, el uso de enmiendas y funguicidas, seguidas de la elección del correcto grupo de madurez de las variedades y el manejo del suelo sin definir siembra directa propiamente dicha y convencional, teniendo menor incidencia el manejo del riego y el tratamiento de semilla.
Para las regiones en secano los factores que determinaron altos y bajos rendimientos en cada región fueron muy variables. En cuanto al manejo del cultivo, la fecha de siembra y el grupo de madurez correcto, el manejo del suelo y la aplicación de enmiendas sobresalieron también, y en alguna región el manejo del suelo con drenaje artificial, y el uso de funguicidas.
La densidad de siembra no tuvo efecto en ninguna región, pero tiene un impacto directo en el margen económico si se siguen las recomendaciones adecuadas. El uso de fertilizantes tampoco tuvo relevancia, pero hay que tener en cuenta que la disponibilidad de nutrientes luego de un maíz es adecuada en la situación de rotación generalizada de SJ/MZ de Estados Unidos. La penalidad por siembra atrasada no fue la misma entre las regiones, pero fue un factor muy relevante y se determinó que se correlacionaba con la disponibilidad de agua en el llenado de granos.
Con el objetivo de validar todo esto, se planearon ensayos específicos que redujeron en 40% la brecha de rendimiento sin riesgo económico o ambiental y se evaluaron los contenidos de proteína y aceite en grano, viéndose una leva caída de la proteína y aumento en el aceite.