Javier Milei: El economista argentino que podría convertirse en el primer presidente libertario de la historia moderna

Hubo un tiempo, antes de la Primera Guerra Mundial, en que Argentina se situaba cómodamente entre los diez países más ricos del mundo. Pero poco después de que Juan Perón tomara el poder en 1943, el país se embarcó en una serie de reformas socialistas que hundirían la economía y la convertirían en un remanso económico, del que aún no ha salido. El país era considerado una “nueva Europa”. Ahora sus edificios parecen más viejos que sus antiguos antepasados europeos.

El libertarianismo, o liberalismo como se le llama en América Latina, nunca ha acaparado tanta atención como hoy. Javier Milei es una de las principales razones. Milei, un economista bullicioso y personalidad de la televisión, ha rebautizado la tradición liberal clásica de una manera que habla de la experiencia de los argentinos y de su lucha de toda la vida contra el estancamiento económico.

“El liberalismo se basa en el principio de no agresión”, afirma en su discurso de victoria ante un grupo de simpatizantes tras su sorprendente victoria en las primarias presidenciales argentinas de este mes. Si Milei triunfa en las elecciones generales de octubre, que probablemente desemboquen en una segunda vuelta, sería el primer presidente libertario de la historia moderna.

Muchos analistas políticos pronosticaban un tercer puesto para el excéntrico economista, pero su infatigable campaña ha galvanizado a muchos argentinos, impulsándole a la cabeza de la carrera. A pesar de su retórica populista, Milei es un libertario convencido. Incluso sus perros llevan nombres de economistas populares de tendencia libertaria, como Murray Rothbard, Milton Friedman y Robert Lucas.

“El liberalismo”, dice Milei, “defiende el derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Las instituciones del liberalismo apoyan la propiedad privada, la movilidad laboral, la división del trabajo, la cooperación social y los mercados libres con una intervención limitada del Estado. Es servir al prójimo ofreciéndole mejores bienes y servicios. Esto es en lo que creemos”.

Según los resultados de las primarias, aproximadamente un tercio del país cree o simpatiza con estos principios. Con más del 40% de los argentinos viviendo en la pobreza, el aumento de la delincuencia y la corrupción, y una tasa de inflación anual que supera el 100%, no es de extrañar por qué.

Muchos votantes dicen estar hartos del statu quo. “Hay que echar a los que llevan 30 años y no han hecho nada. Estamos podridos”, dijo un votante.

Otro votante comentó: “Me gusta lo que piensa Milei. No nos miente y no se lleva nuestro dinero con los impuestos”. En un giro sorprendente, los principios básicos del liberalismo clásico -mercados libres, gobierno limitado y Estado de derecho- están resonando entre millones de ciudadanos argentinos.

Lo más sorprendente, sin embargo, no es cuántos votos ha obtenido el incendiario libertario, sino quiénes le han votado a él y a su partido, Avances Libertarios. Desde las últimas elecciones presidenciales de hace cuatro años, Milei ha dado la vuelta a doce provincias muy favorables al peronismo, el partido de la izquierda dura del país. Ganó dieciséis provincias en total y reunió más de siete millones de votos, una cifra sin precedentes para un candidato presidencial libertario. El último político libertario que obtuvo tanto apoyo fue Ricardo López Murphy en las elecciones presidenciales argentinas de 2003, pero incluso entonces obtuvo el 16% del voto popular, menos de la mitad que Milei.

En ninguna parte fue más fuerte este apoyo que entre los votantes más jóvenes. La aguda capacidad de Milei para conectar con los jóvenes, muchos de los cuales han vivido la mayor parte de su vida en recesión económica, explica gran parte de su éxito. “Cuando empecé a hacer apariciones en televisión hace diez años, la palabra ‘liberal’ era una mala palabra”, afirma Milei en su discurso.

Lo que a los liberales clásicos les falta en comunicación, Milei lo compensa con estilo y sinceridad. La promesa de Milei de dolarizar la economía argentina, por ejemplo, se ha convertido en un eslogan popular. “Todos los países que han sido dolarizados acabaron avanzando y dejaron de tener inflación”, dice un partidario.

La promesa de Milei de defender los derechos de propiedad y reducir la carga fiscal del Estado se defiende utilizando un lenguaje que conecta con el votante medio. También planea eliminar los controles de precios, permitir el porte legal de armas y autorizar el mercado de órganos humanos. Incluso la propuesta de Milei de cerrar el banco central está ganando adeptos entre los descontentos por la deuda que el país mantiene desde hace décadas con el Fondo Monetario Internacional.

Aunque Milei no llegue a las elecciones generales, su meteórico ascenso es una lección no sólo de política, sino de ilustración del poder de las ideas. El liberalismo clásico es una rica tradición que a menudo no encuentra eco entre las personas que más se identificarían con él. En otras palabras, las ideas del liberalismo clásico tienen un enorme potencial para crear un cambio real, pero han pasado de moda.

Las personalidades no deberían llevar el peso de una tradición, pero encontrar formas de comunicar eficazmente estas ideas es a menudo tan importante como las propias ideas. Al capturar las mentes y la imaginación de millones de argentinos, Javier Milei demuestra, una vez más, que la libertad puede empaquetarse de más de una manera.

Comentarios