Infraestructura: Argentina necesita U$S 1.4 billones y la inversión privada “no cubre el vacío”

La economía argentina transita un período de redefinición, con el gobierno de Javier Milei priorizando el equilibrio fiscal y la lucha contra la inflación. En este escenario, la infraestructura se erige como un pilar fundamental para el crecimiento futuro del país, pero su destino genera un intenso debate: ¿será el sector privado el motor de las obras necesarias o el vacío de la inversión pública resultará insostenible?

Gustavo Weiss, una voz autorizada en el sector de la construcción, ofrece una perspectiva crítica y esperanzadora sobre este dilema. Si bien reconoce el valor de la batalla contra la inflación como “aporte esencial” para el crecimiento, no escatima en señalar las consecuencias negativas del drástico recorte en la obra pública nacional. “La infraestructura pública no es un gasto, sino una inversión que determinará el crecimiento futuro del país“, enfatiza Weiss en diálogo con Ambito Financiero, lamentando la paralización de contratos y el impago de obligaciones que deterioran la confianza de posibles inversores.

El Desafío de la Inversión Privada

La administración actual apuesta fuertemente a que sea el sector privado quien asuma el rol protagónico en el desarrollo de la infraestructura. Sin embargo, Weiss es contundente: “la inversión privada en infraestructura aún no logra cubrir ese vacío“. Si bien se observan señales prometedoras en provincias, municipios y sectores específicos como la minería o la energía, el ritmo de estas inversiones no alcanza para compensar la drástica caída de la obra pública, que registra más del 90% de las obras nacionales suspendidas y la pérdida de más de 100.000 puestos de trabajo directos.

Un estudio reciente de la Cámara Argentina de la Construcción (CAMARCO) revela la magnitud del desafío. Reconstruir la infraestructura heredada del país costaría 2,56 veces el PBI, es decir, unos 1,4 billones de dólares. La inversión anual necesaria para simplemente mantener la infraestructura existente en buen estado, sin crecimiento, asciende al 4% del PBI, una cifra que contrasta dramáticamente con el 0,6% del PBI previsto en el presupuesto nacional. Para un crecimiento sostenido del 3% anual, la inversión en infraestructura debería alcanzar un sorprendente 9% del PBI. Claramente, la brecha es enorme y el sector privado por sí solo no puede, al menos por ahora, cerrarla.

Dólar Ahorro y Obras en Pozo: ¿Un Vuelco Positivo?

Si bien Weiss no ve un impacto directo de la liberación del cepo en el sector de la construcción, la considera “imprescindible” para atraer inversión externa en infraestructura.

Más optimismo genera la iniciativa de formalizar los dólares no declarados. “Posiblemente esta medida permitirá transparentar las inversiones inmobiliarias, en particular las llamadas ‘obras desde el pozo'”, señala Weiss. Entiende que, al formalizarse, estos recursos no solo expandirán la base tributaria, sino que también podrían revitalizar un segmento que se ha visto afectado por el incremento del costo de construcción en dólares y la competencia con unidades usadas.

La industria de la construcción, aunque “resiliente”, enfrenta un panorama complejo. La falta de mantenimiento acumulada por años ha dejado la infraestructura en un estado de “muy deteriorada”, con un valor actual del 45% de su valor de reposición. Esto se manifiesta en rutas, ferrocarriles y otros sectores que sufren los embates de la falta de inversión y el impacto de fenómenos climáticos extremos.

Perspectivas y Oportunidades

A pesar de los desafíos, el optimismo es inherente a la actividad constructora. Weiss lo resume: “Para ser constructor se debe ser siempre optimista. La industria de la construcción tiene el mismo futuro que el país. Crecerá con el país.” La clave reside en recuperar la credibilidad a través de un marco macroeconómico estable y políticas institucionales permanentes.

El sector, además, se presenta como un motor inclusivo de crecimiento, generando empleo formal y recaudación fiscal a lo largo de su extensa cadena de valor. La expansión del crédito hipotecario, la implementación de la Hipoteca Divisible y el fomento de un mercado de capitales para la securitización de hipotecas son identificados como herramientas clave para impulsar la construcción de viviendas y atender la demanda insatisfecha.

En definitiva, el panorama de la infraestructura argentina es un complejo entramado de desafíos y oportunidades. La apuesta al sector privado es clara, pero la magnitud de las necesidades de inversión pública y la urgencia de recuperar la infraestructura existente plantean interrogantes sobre la capacidad de este modelo para llenar el vacío de manera efectiva y en el corto plazo. La confianza, la estabilidad macroeconómica y una visión integral de la infraestructura como inversión estratégica serán determinantes para el futuro del país y, con ello, de la propia industria de la construcción.

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