Vestuarista rosarino triunfa en Broadway y en Londres

Trabajó en grandes producciones, y diseñó para figuras como Meryl Streep y Natalie Portman

“Cuando fuimos con mi familia a pasar esa Navidad a Nueva York, en 1996, yo sabía que no iba a volver a Rosario”, dice el diseñador de vestuario Alejo Vietti acerca de aquella primera vez en que, a los 26 años, se decidió a buscar su lugar en un mundo sin celulares ni Internet, pero con guías telefónicas. En la Gran Manzana, donde todo parecía más difícil, dio resultado: “Llamé y llamé a gente muy importante, a los diseñadores de Broadway que más admiraba. Y Ann Roth, la ganadora del Oscar por su vestuario en El paciente inglés, me dio mi primer trabajo y me recomendó para el siguiente y uno trajo al otro”, dice Vietti, un argentino que hizo toda su carrera, de asistente a diseñador, en el exterior. Son varios los títulos que prueban su camino, pero, en especial, hay uno: Beautiful, the Carole King musical, desde hace cuatro años en cartel en Broadway y de gira por otras ciudades del mundo, entre otras, Londres, donde en 2015 fue nominado por el vestuario de esta obra a los premios Lawrence Olivier, los más prestigiosos del teatro londinense.

“Desde el principio, nunca contemplé el fracaso. Habrá sido candor o estupidez, pero no lo pensé. El talento es muy importante, pero más es la reputación que lográs conseguir. A mis colaboradores les aconsejo que siempre lo tengan en cuenta, que hay que pulir el nivel de comunicación con la gente, no confrontar y elegir muy bien las batallas”, dice Vietti, que conoce y admira a Eugenio Zanetti. “Tuve una larga charla con él en 1995. «Andate», me dijo”.

Aunque Beautiful sea la obra que más resonó, hasta ahora, en su currículum, la lista es nutrida: asistente de vestuario en Julio César, de Shakespeare, con Denzel Washington; diseñador asociado en Enrique IV, con Kevin Kline, y de La gaviota, de Chéjov, con dirección de Mike Nichols (El graduado) y las actuaciones de Meryl Streep, Kline, Natalie Portman y Christopher Walken, en el Central Park. También preparó varias producciones de ópera para teatros líricos regionales estadounidenses; vistió a las Rockettes del Radio City Music Hall; El jorobado de Notre Dame, basado en la película de Disney, en San Diego; Relativity, de Mark St. Germain (La última sesión de Freud), con Richard Dreyfuss como Einstein; otro musical de Broadway, Allegiance, sobre los japoneses residentes post-Pearl Harbor. Y prepara para estrenar a fines de enero en el off Broadway Amy and the orphans, con Jamie Brewer, la actriz con síndrome de Down que trabajó en American horror story.

Acerca de su trabajo con “famosos”, destaca a la gran Meryl Streep por su talento y, sobre todo, humildad. “Es impresionante. Para La gaviota, trajo un corset, el que había usado en la película La amante del teniente francés; dijo que le iba y podía usarlo, que no gastaran en eso. Con los zapatos, igual, usó unos viejos. «Gasten en Natalie Portman», nos dijo”. También habló bien de Kline (“charlábamos en francés, me lo pedía él”) y de Lynn Redgrave, hermana de Vanesa, con quien trabajó en Nightingale y Grace. No todos le cayeron simpáticos, pero nunca los mencionaría en público. “Hay cuerpos difíciles, claro. Sobre todo en la ópera. Pero ese es nuestro arte. Esas personas están muy vulnerables ante nosotros, desnudas frente al espejo, mostrando virtudes y defectos de sus cuerpos, sus temores y complejos. Debemos comprenderlas y, a la vez, respetar al personaje de la obra y lo que busca el director”, dice el diseñador, a quien todavía no le tocó participar en el cine: “Me interesa, pero no se dio. En los Estados Unidos el camino se te da y una vez que te ponen en un nicho es complicado, pero no imposible, salir de ahí: te convertís en el diseñador de tal cosa y te llaman para eso. Creo que acá también pasa”, dice en comunicación telefónica desde Rosario, su ciudad, adonde vino por unos días a visitar a la familia.

Sobre la situación artística que vive desde que Donald Trump es presidente, dice que disminuyó el apoyo a las artes: “Está claro que no es un gobierno al que le interese ese aspecto. Pero en los Estados Unidos hay mucho apoyo privado, por un lado, y, además, muchos teatros regionales: no se termina el mundo en Broadway”.

Fuente: La Nación

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