El mito de las estrellas para calificar hoteles

Las cadenas de establecimientos apelan a normas de calidad privadas para certificar sus servicios

La guía muestra la foto acompaña la descripción de un hotel que promete y mucho. Las dudas sobre sus servicios quedan saldadas al ver las cinco estrellas al lado de la imagen del complejo. El precio coincide con la categoría que ostenta el hotel. En la misma página, otro establecimiento se promociona. Pero es más discreto: sólo tiene dos estrellas.

Detrás de esas hojas existe alguien que decidió que ese hotel contara con pocas estrellas y que otro tuviera una categoría menor. Pero aunque se crea que la categorización de los hoteles está estandarizada, la realidad demuestra todo lo contrario e incluso explica que la puntuación es mucho más subjetiva de lo que muchos imaginan.

Para empezar, hay que explicar que no existe una norma internacional bajo la cual se rijan todos los países. La Organización Mundial de Turismo (OMT) intenta que los estados adecúen sus normativas para que la categorización sea lo más estandarizada posible, pero sin embargo sus intentos son en vano.

En la Argentina, por ejemplo, puntuar de una a cinco estrellas queda en manos de cada provincia. En Tandil, las normas locales no califican con las famosas estrellas doradas, sino con rocas.

El primer intento a nivel nacional por homogeneizar el nivel de los hoteles se dio en 1970, con la sanción de la ley 18.828/70 (luego modificada por el decreto 1818/76). La intención era darle un marco a la construcción de hoteles de cara al mundial 78. Sin embargo, cada provincia sancionó su propia legislación y se rige por ella.

“La categorización en la Argentina es una atribución de cada distrito provincial, cada provincia regula tanto los tipos de alojamiento como las categorías, por eso no es igual a nivel país”, explica Lorena Villamayor, directora de la Escuela de Turismo y Hotelería de la Universidad del Salvador.

Hotel - Estrellas

 

 

 

 

 

 

 

De acuerdo con Villamayor, todo depende del “órgano ejecutivo de cada distrito”, como por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires, el Ente de Turismo de la Ciudad. El poder de cada jurisdicción se refleja en lo sucedido en Tandil. La construcción de cabañas –uno de los hospedajes más conocidos del lugar- no era abarcado por las normas de categorización. “No tenía cómo incorporar las cabañas como oferta”, cuenta la directora. La solución fue más sencilla de lo que muchos piensan: el municipio sacó una normativa propia y en lugar de las famosas estrellas da “rocas”.

En otras partes del mundo, sin embargo, el Estado no interviene en la puntuación hotelera. Tal es el caso de los Estados Unidos, donde el conocimiento para saber si un hotel es bueno o malo depende de las conocidas “guías de viaje”. “Los clientes se guían por lo que dicen los referentes que son los que dan puntuaciones a los establecimientos”, destaca Villamayor y afirma: “En Uruguay y Brasil tienen sistemas similares al nuestro pero más actualizados”. En el caso de las tierras orientales, el mecanismo es mucho más lúdico. Existe un tope de 300 puntos que el hotel debe alcanzar para tener las cinco estrellas. Y si bien existen condiciones básicas para todos, luego depende de la creatividad de cada complejo para alcanzar el objetivo.

Otros hoteles optan por cumplir con normas de calidad como las de IRAM o ISO. La tendencia se repite en cadenas hoteleras, con el objetivo de estandarizar sus servicios en distintas partes del mundo. “Hay establecimientos que pueden tener dos habitaciones y ser cinco estrellas. Todo depende del servicio”, explica la directora. En ese sentido, derriba un mito: no necesariamente un hotel debe tener piscina si la suple con otro beneficio. Por ejemplo, un hotel céntrico puede no tener pileta de natación pero sí ofrecer wi fi gratis, lo que representa un plus si se tiene en cuenta que su ubicación alude al mundo de los negocios y no del ocio.

Los hoteles que, por su parte, ostentan siete estrellas –como algunos en Dubai- buscan, según Villamayor, dar idea de que sus servicios son de “hiper lujo” pero no están regulados por ninguna normativa.

Así, los viajantes que a la luz de las estrellas vislumbren los carteles de los hoteles con sus categorizaciones en intermitentes luces de neón, deberán saber que lo que allí es un servicio excelente, en otro lugar será tildado de óptimo.

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