Los juegos del hambre

La erradicación de la pobreza en la región fue el tema central discutido ayer la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que se está teniendo lugar esta semana en Costa Rica. La cuestión es muy importante y amerita más que una mera manifestación de deseos. La experiencia indica que cuando estos encuentros se utilizan para lanzar arengas exclusivamente desiderativas, sin una agenda de propuestas realistas, viables y concretas, los foros se reducen a la foto de familia para la que los mandatarios posan.

Es una lástima desaprovechar una oportunidad como las que representan estas jornadas, en las que se reúnen más de treinta delegaciones y veintiún mandatarios que forman parte de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, para no abordar auténticas iniciativas que ayuden a combatir la pobreza. El hecho es que todo suele limitarse a grandilocuentes y hueros discursos, que no son otra cosa más que un manifiesto de buenas intenciones que no servirá para erradicar el hambre en América Latina.

Por otro lado, resulta un tanto insólito e irritante que esta preocupación la manifiesten con mayor vehemencia precisamente aquellos gobernantes que llevan gobernando sus países desde hace más de una década y cuyo desempeño en materia en reducción de la pobreza, con entornos económicos extraordinarios, resulta manifiestamente mejorable.

No es casual que algunos Gobiernos de la región decidan abordar una cuestión tan importante desde una perspectiva de diagnóstico que evite el debate de propuestas o ideas concretas.  La razón es que en ese cuerpo a cuerpo se sienten incómodos.  ¿Cómo pueden sentirse cómodos en un debate claro y sincero sobre las mejores políticas para generar desarrollo quienes manipulan los datos de la economía sirviéndose organismos oficiales? ¿O cómo pueden debatir con rigor aquellos que encuentran muertos a los fiscales que los estaban investigando, o quienes persiguen a los medios opositores y encarcelan a los miembros de la oposición? ¿Cómo pueden hablar de erradicar el hambre aquellos que con sus políticas impiden que sus ciudadanos accedan a bienes de primera necesidad? Con estas credenciales, es difícil que se encuentren en condiciones de ofrecer soluciones.

Sinceramente, en la cuestión de reducir la pobreza no se trata de ser frívolos ni creativos. No se debe jugar con el hambre de la gente. La fórmula consiste pues en abrir los ojos y fijarse en qué es lo que han hecho y hacen aquellos países que han reducido la pobreza de manera espectacular. El razonamiento es sencillo: los países que más niveles de desarrollo han obtenido en estas últimas décadas han fomentado una serie de variables que se pueden dividir en tres:

Instituciones: Es decir, la democracia representativa como fórmula de gobierno, la economía de mercado como medio de creación de riqueza, la separación efectiva de poderes y el poder judicial independiente para impedir el abuso de poder, la rendición de cuentas a cargo de los representantes para impedir el mal gobierno, la igualdad ante la ley, el respeto irrestricto por los derechos humanos, la libertad de expresión como pilar de una sociedad abierta; así como la alternancia y el pluralismo político para facilitar los cambios pacíficos de gobierno.

Innovación: Los países que apuestan decididamente por la innovación, la tecnología y el conocimiento son los que estimulan el talento que redunda en beneficio de sus sociedades.

Integración: La apertura al mundo, la integración regional y la integración física con infraestructuras modernas son piezas clave para la prosperidad.

Esta ecuación podría denominarse teoría de las tres íes y enunciarse así: a mayor Institucionalidad, Innovación e integración, mayor es el Desempeño Productivo, la Competitividad, el empleo de calidad, el ensanchamiento de las mayores clases medias, y por tanto se reduce la pobreza.

Afortunadamente, se han extendido otros foros como los de la Alianza del Pacífico o la Cumbre Iberoamericana que están impulsando medidas y programas con consecuencias prácticas que eluden la mera retórica para incluir en su agenda cuestiones significativas que facilitan las inversiones para el desarrollo.

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