Adicciones: Vergüenza, la peor enemiga

Generalmente se habla de las adicciones por lo bajo y en secreto, no reconociendo la enfermedad sino intentando ocultarla. El Dr. Juan Pedro Sapene, integrante del Servicio de Psicología y Psiquiatría de Grupo Gamma y especialista en el Tratamiento Integral de las Adicciones de nuestro Centro de Neurociencias Los Manantiales, nos acompaña en el camino de la recuperación y ayuda a dar el primer paso: superar la vergüenza.

Creo que la vergüenza, en relación a la enfermedad de la adicción, es una de las cuestiones que hacen la recuperación más problemática. Muchas personas acuerdan que la vergüenza es la peor enemiga de la recuperación. Pero veamos esto con un poco más de detenimiento.

La vergüenza puede ser definida como la emoción dolorosa que experimentamos cuando nos hacemos responsables por algo inadecuado o impropio. La clasificamos como una emoción o estado mental. Nadie quiere despertar una mañana y decir que tiene un problema con el alcohol, las drogas o elije una carrera tan destructiva porque le parece la mejor opción para su vida. De hecho el aspecto más vergonzoso y que dificulta admitir la enfermedad, es considerarse un adicto.

Inicialmente, la vergüenza puede ser beneficiosa porque lleva a la persona a tener mayor conciencia sobre lo sucedido impulsándola hacia el cambio sostenido. El problema surge cuando quien experimenta vergüenza identifica esta emoción como algo relacionado a lo que es. Puede llevar a las personas a:

-sentir depresión,
-baja autoestima, y
-desarrollar tendencia al aislamiento.

Frecuentemente, las personas que están contemplando comenzar algún tipo de tratamiento dudan en hacerlo porque “no consumo todos los días” o “no estoy tan mal como otros amigos”. Esto significa que el problema no es tal o no es tan serio o complejo. Y es que la vergüenza está detrás de este tipo de maneras de pensar.

Así como no culpamos o nos avergonzamos de tener hipertensión arterial y hacer tratamiento para ello, en el caso de las adicciones siempre existen la auto inculpación y el auto desprecio por haber tenido la enfermedad en primer lugar. He escuchado frases similares a “como me pasa esto a mí, no soy como los otros que consumen” o “yo soy inteligente, no sé cómo me complico tanto”, y siempre me sorprendo. Como cuando, tras haber explicado que la enfermedad no se elige y simplemente sucede, vuelve la vergüenza “pero yo tendría que manejarlo”.

La adicción no tiene que ver con una elección que se realiza y continúa haciéndose libremente. Al comienzo, cualquier persona puede probar una droga determinada para luego no poder decidir sobre el desarrollo de la enfermedad adictiva. Ya no puede elegir responsablemente no consumir, la enfermedad está activa. Es como si le pidiéramos a alguien que tiene artritis que no active su enfermedad cuando tiene una tendencia biológica a hacerlo.

Con el paso del tiempo la vergüenza va diluyéndose en muchas personas. Dejan de sentir que quien tiene este problema es defectuoso o no toma buenas decisiones, entre otras consideraciones. Existe una vivencia de este problema como algo que se padeció y ahora se ha transformado en una situación manejable.

Para muchos esa etapa es una gran oportunidad para volver a sentir que la vida se sigue construyendo hacia etapas más avanzadas. En esta fase del proceso muchas personas se consideran a sí mismas “personas en recuperación sostenida” y no pacientes con la enfermedad de la adicción en actividad.

La primera decisión es comenzar un tratamiento con compromiso, permitiendo que pase el tiempo. El necesario para que los cambios se vayan asentando, progresivamente, logrando la construcción de una identidad distinta. Y dejar que la vergüenza se ocupe de sí misma.

Fuente: Sapene, Juan Pedro – Tratamiento de adicciones

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