Un sobreviviente de los Andes

A 42 años del accidente, decide contar por primera vez su historia. Sobre su libro, Pedro Algorta, advierte que no se encontrarán relatos heroicos, solo el de un hombre que se “ocupó de respirar” para luego meter a los Andes en su mochila y emprender una vida normal con otras montañas, otros desafíos.

Las montañas siguen allí” es su historia vivida a los 21 años. ¿Por qué decide contarla a los 62?

Pasaron casi 42 años, escribí el libro ahora después de haber hecho lo más importante: mi vida profesional. Fui un empresario que hizo mil cosas y ahora con un poco más de tiempo miro para atrás descubro la montaña y también descubro que las cosas que se han dicho sobre lo que nosotros pasamos a mí no me interpretan.

Yo no vi un avión volando porque estaba adentro. Tengo mis imágenes, mis vivencias y escribo como yo lo viví mis 70 días en los Andes y lo que hice después en mi vida normal.

Cómo hice para poner la montaña en la mochila y hacer una vida alegre y sana.

¿Qué hay de diferente entre lo que usted vivió y se contó?

Son relatos contados por otros protagonistas que salieron a caminar, por gente que hizo cosas heroicas y yo lo que hice en la montaña fue sobrevivir los 70 días. Sobreviví viviendo bajito, ocupándome de respirar, de alimentarme, de estar bien. En este libro no van a encontrar actos heroicos. Van a encontrar mi lucha por sobrevivir cada día.

Una lucha por construir un optimismo todos los días, pensar “hoy vienen por mí”. ¿Es un optimista nato?

No para nada, soy una persona absolutamente estándar. Esa fuerza para vivir la tienen todos los seres humanos para superar la adversidad. Nosotros fuimos resilientes porque allí no estábamos solos. Éramos un grupo que siempre  se dio fuerzas.

Cuando salimos de la montaña nadie nos acusó, nos persiguió, nadie revolvió nuestra herida. Eso permitió que mis 15 compañeros y yo, de los Andes hayamos vivido normalmente. Con otras montañas, otros desafíos, otras dificultades, pero una vida normal parecida a la que íbamos a hacer si no nos hubiésemos caído en la cordillera.

Continúa leyendo la nota en la edición de mayo de la revista ON24

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