Las marcas como iconos de la cultura

Adrián Abonizio y por qué la confianza es lo que realmente hace valiosa a una marca.

Si bien son los emprendedores, las pymes y las empresas quienes crean las marcas, son los consumidores quienes le dan SENTIDO a esas marcas.

El significado que las personas encuentran en ellas las ayuda a dar forma y sentido al mundo que las rodea. 

Por eso las marcas son también una parte muy valiosa y representativa de nuestra cultura.

Adrián Abonizio ese gran artista y compositor rosarino, creador de canciones que se volvieron leyendas interpretadas por J.C. Baglietto y otros grandes intérpretes nacionales, también posó su mirada en las marcas y nos regaló toda una explicación acerca de cómo éstas han ido creando mojones a lo largo de nuestras vidas y que su éxito sólo depende de un hecho: que cumplan lo que han prometido.

A continuación les comparto ésta colaboración que agradezco enormemente poder reproducir para ustedes.

“ LAS MARCAS DRUIDAS “

“…es inevitable no ligar las marcas a nuestro torrente sanguíneo, a nuestros bálsamos, a nuestras esperanzas…”

                                                Por ADRIAN ABONIZIO

Los druidas establecían una norma poética para no extrañar el terruño y evitar enemistarse con las distancias fatigosas y la ansiedad. A medida que el viajero se iba acercando de vuelta al sitio- valle, casa, hogar, aldea- debería reconocer sosegado las marcas personales que le anticipaban de un cierto modo la certidumbre del encuentro: unas secuencias montañosas especiales, un árbol y hasta una seña dejada ex profeso, un montoncito de huesos ocultos, cortezas raspadas con una seña, un trocito de piedra semipreciosa en medio de líquenes, servían para garantizar que el corazón, bañado por el sobresalto afectuoso de la inminente llegada, no se saltara del pecho al que tanto añoraba el regreso.

Leído así se asemeja a un tango de Gardel y Le Pera, pero es algo constitutivo de aquella raza mágica y aguda.

De ese mismo modo, cuando éramos niños las marcas de publicidad imperaban en nosotros como mojones. Aún la guerra no existía, la muerte era un pariente muy lejano y la maldad no estaba impresa en las revistas. Las publicidades, mas directas, casi fraternales, eran las marcas druidas que nos auguraban la cercana tierra, el hogar primigenio, la contención. Nada desconfiábamos de ellas. Éramos sus hijos preferidos y hasta la dirección de sus afanes comerciales tenían un tinte de familiaridad. No nos agarraban del cuello, no nos chantajeaban, nos invitaban, nos sugerían. Al menos eso es lo que recogíamos de aquel volumen de propagandas y marcas que surcaban el cielo de nuestra niñez como cohetes perfectos y amigables. Dirán que éramos ingenuos. Dirán que nos manipulaban. Dirán que éramos esclavos. Dirán tantas cosas. Pero es inevitable no ligar las marcas a nuestro torrente sanguíneo, a nuestros bálsamos, a nuestras esperanzas.

Aún no existía la selva caníbal ni la competencia desleal. Nacimos en ese mundo: un universo de productos barnizados, brillantes y animistas. Disney era psicodelia pura, los caramelos Media Hora duraban ídem y los botines de futbol Sacachispas nos permitían hacerle goles al arco iris. Hasta los Beatles en sus saquitos de Sargentos Peppers nos guiñaban el ojo. Por ello mi humilde recomendación: detrás de cada invitación a consumir una marca, habría que recordar a los chicos que fuimos, expectantes y confiados; que al abrir el paquete, lo que hallaríamos dentro sería la gloria, el portento, la salida a un laberinto donde no nos esperaba ni el Cuco ni el Minotauro sino la simple y llana felicidad de tener en nuestras manos el hilo de Ariadna. Aquella marca de los druidas, como el anticipo de una  buenaventura y una certeza que nadie ha jugado mentirosamente con nuestros buenos deseos. Un “algo” legítimo al fin. Y que lo que brillara por fuera, tuviera adentro su otra mitad, honesta y querible, sin engaños. Como el consabido apretón de manos que sellaba una amistad, un regalo, una promesa cumplida.

Como las señales del camino que aconsejaban los druidas sembrar. Como sus recomendaciones para no dañar el alma.

FERNANDO JAVIER SANCHEZ

ABOGADO-CONSULTOR DE MARCAS

fernandosanchez@sanchezyasociados.com.ar

 

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