Cumbre de las Américas: Obama y Cristina

Son dos Presidentes en retirada, que sin embargo, se niegan a ser “patos rengos”, sin pena ni gloria. Uno, Obama, recién ahora con los deshielos propuestos a Irán y Cuba, dispuesto a justificar el Premio Nobel de la Paz de 2007, animándose a proponer iniciativas que rompan el statu quo y descolocando a adversarios internos (los republicanos más recalcitrantes y el lobby anticastrista) como aliados externos (Israel). La otra, Cristina, negándose a dejar de “marcar la cancha”, intentando siempre conservar protagonismo político, incluso sobre sus posibles sucesores, como Daniel Scioli, a quien trata de presionar con puestos clave en las listas de diputados, para sus jóvenes militantes de la agrupación “La Cámpora”.
 
Son diferentes las responsabilidades de uno y otro, porque Obama conduce al hegemón más relevante del planeta y la Presidenta, lidera un país, que ha entrado hace ya varias décadas, en una declinación marcada, pudiendo estar en un plano mucho más importante del que está. No obstante ello, en ambos se destaca esa tendencia, a evitar dejarse ganar por el ocaso personal. En los políticos del mundo de hoy, tan obsesionados por las encuestas, y tan resignados, al mismo tiempo, a sus ciclos políticos, es loable que ambos Presidentes se nieguen a dicha tendencia.
 
Donde se advierten divergencias, es en el discurso de ambos respecto a la reinserción cubana en el sistema interamericano. Mientras que para Cristina,  como para algunos  progresistas y populistas del continente, con una carencia absoluta de realismo, Cuba ha vuelto al redil porque “ha luchado dignamente por su independencia contra un gigante poderoso”, para el Presidente afroamericano, como para los propios hermanos Castro, el acercamiento se produjo porque ambas partes tomaron conciencia de que el rumbo de sus relaciones mutuas a lo largo de casi seis décadas, no las conducían a nada positivo.
 
Lejos de la heroicidad en la que creen todavía algunos cristinistas, para la dupla gobernante en Cuba, muy distante en el tiempo, la vieja alianza soviética y ya sin satisfacer lo suficiente, los beneficios del turismo internacional o la caridad canadiense o española, Cuba acordó con Estados Unidos porque presenta un drama humanitario y económico de magnitud, realmente “indigno” para su propio pueblo, que sólo puede remediarse en el corto plazo, desde el “gran país del Norte” y su hoy, generoso, desinteresado y honrado Presidente. Desde Estados Unidos, la lectura es también similar. Obama extendió su mano porque con ella, van la promesa de inversiones y más turismo, sobre un país, con recursos humanos calificados pero infravalorados monetariamente, debido a su perverso sistema económico. De esa manera, también destraba un problema interno: el dinosáurico “lobby” anticastrista de Miami.
 
Por lo tanto, si bien, tanto Obama como Cristina pueden mostrar la misma ambición respecto a no perder protagonismo interno o externo, difieren en sus visiones acerca de la realidad. Mientras una, tal vez, digna representante de un país que vive de espaldas al mundo,  desde hace largo tiempo, sigue aferrada a cierta concepción dogmática y cerrada del poder, tanto doméstico como hacia afuera, el otro, como buena parte de este mundo, se mueve en una lógica más pragmática, interpretando aunque no siempre, el rol que Estados Unidos tiene aún en el mundo, donde lejos de caer en el desprestigio o la decadencia, conserva todavía, no sólo una holgada supremacía militar, sino también cierta capacidad de influencia y liderazgo político.
 
Tal ejercicio de capacidades, si se emplea con inteligencia -y no con obstinación como en el caso ucraniano-, puede ayudar a que los demás actores estatales del sistema internacional, también jueguen su parte para que todo el sistema adquiera una mayor estabilidad y certidumbre.

MARCELO MONTES

Doctorando y Magister en Relaciones Internacionales – Politólogo

Comentarios