¿Por qué hay tamaña falencia en la política y el fútbol?

Desafortunada semejanza entre la política económica del Gobierno y la escandalosa  gestión de la AFA en el Mundial

La extraña semejanza entre la desafortunada política económica gubernamental y  la escandalosa  gestión de la AFA con la selección de futbol en el mundial de Rusia, nos lleva a  analizar porque  hay tanta y tamaña  falencia en la política y el fútbol.

Para hacerlo no hay mejor camino que utilizar el método comparativo, consistente en contrastar nuestra triste realidad con un modelo que efectivamente se haya desplegado en otro tiempo o lugar para establecer similitudes y diferencias, sacando conclusiones para mejorarnos.

Roma fue la más grandiosa experiencia política de la humanidad. Duró 1.229 años  y tuvo tres etapas. Comenzó como el Reino Romano etrusco con Rómulo y Remo en el año 753 a.C.  Luego, en el 509 a.C. se convirtió en la República del Lazio con Lucio Junio Bruto.  Finalmente y a partir  del emperador César Augusto funcionó como Imperio desde el 27 a.C.  hasta el último césar Rómulo Augústulo en el 476 d.C. ¡Un milagro histórico, único e irrepetible por siempre!

Los romanos tuvieron ideas sabias y claras.  Adoptaron  los mismos valores éticos  que  admitimos hoy en día.  Pero exigían que sus hombres públicos los encarnaran como virtudes habituales.  Esas virtudes dieron a Roma la enorme fuerza moral para conquistar y civilizar el mundo. De allí surgió la palabra civilización que deriva  de “civis” que significa “civil” o “ciudadano” y representa  la acción y el efecto de civilizar o sea mejorar la educación y el comportamiento habitual de las personas comunes elevando el nivel cultural de la sociedad.

Cicerón denuncia en el Senado la conjura de Catilina, agitador subversivo y demagogo

Cesare Maccari (1880) palacio Madama, Roma.

Los romanos rechazaban la bastarda idea de que el poder político significara tener impunidad,  como se pensaba  en la década  de Carlos Menem. Del mismo modo, repudiaban la creencia de que el poder político consistía  en la sordidez de apropiarse del dinero público para comprar complicidades, como se practicó en la década de Néstor y Cristina Kirchner. Mucho menos aún, concebían el poder político como un acto de mera frivolidad,  intentando gerenciar  un cambio de buenos modales,  sembrando energías positivas y buenas ondas mediante anuncios superficiales.

En sus  extensos períodos,  la  Roma clásica tuvo ideas muy claras acerca de que el  poder político se basaba en tres columnas, que  debían  sostener toda la arquitectura de las Instituciones.  El equilibrio del Estado Romano descansó en  la distinción de  estos tres conceptos claves: la Potestas, el Imperium y la Auctoritas, que les permitieron subsistir  trece siglos.

La POTESTAS surge de tener un  cargo público en el gobierno. Es un poder político que no se cuestiona:  se tiene y se ejerce, porque ha sido establecido por  Ley y reconocido por las Instituciones.  La potestas es la capacidad de imponer decisiones mediante la coacción legal  y la fuerza de las sanciones.  Correspondía a los magistrados y  pretores, pero también a los  padres de familia mediante la Patria Potestas.

Hoy representaría  ser proclamado Presidente de la Nación o ministro del Poder Ejecutivo, asumiendo el  cargo con un  juramento prestado delante del anterior mandatario. Sobre el sabotaje a la Postestas, todos fuimos asombrados testigos cuando la anterior presidente se negó a transferir el cargo, rehuyó la  entrega  del bastón de mando y evitó asistir a la ceremonia del juramento. Una vergonzosa  muestra de barbarie, según criterios romanos.

El IMPERIUM  es el mando efectivo de quien tiene la Potestas, es decir el cargo. En Roma el imperium se tenía contando con el poder militar y la efectiva capacidad policial para prevenir y reprimir los delitos contra la población civil.  El Imperium se aplicaba también a las  legiones romanas en su dominio sobre las poblaciones  de los territorios conquistados. Como evidencia de ese dominio recaudaban tributos para el César, exigiendo sumisión económica y política.

Hoy, el imperium  se manifiestaría  organizando las fuerzas armadas  y disponiendo de  un eficiente sistema policial que garantice a los ciudadanos la seguridad interna en  sus vidas y patrimonios. Pero lamentablemente el imperium  ha quedado circunscripto sólo a un implacable sistema recaudador (tributum imperium)  que esquilma al sector  privado con 96 impuestos y una exacción  fiscal  del 74 % de la renta bruta creada por  las personas físicas.

La AUCTORITAS fue la columna de hierro de Roma. Consistía en un  poder que la Ley no  concedía sino que se ganaba cuando el magistrado demostraba  a los demás, que era digno de respeto y admiración. La Auctoritas es la aptitud moral  ganada con el ejemplo de la conducta personal y su ejercicio habitual en forma prudente, justa y eficiente.  Gracias a esta cualidad del gobernante,  la sociedad acata sus decisiones sin desobedecerlas ni cuestionarlas  porque son sabias y justas. La Auctoritas se aplicaba al liderazgo supremo de los senadores  y emperadores.

Hoy la auctoritas podría aparecer si los ciudadanos perciben  la moralidad de los actos del gobierno y  puedan escuchar, del propio gobernante,  claras   explicaciones racionales, simples y convincentes sobre las razones o motivos de las medidas de  austeridad  y la importancia de las decisiones que adopta.  

Tanto nuestros políticos como las autoridades de la AFA, tienen Potestas, es decir que ocupan un cargo legitimado. Pero por impericia o falta de carácter carecen de Imperium, es decir mando efectivo para  mantener el orden social e institucional. Y sobre todo no poseen Auctoritas  por ausencia de ejemplos y pobre trayectoria de vidas virtuosas. Esa falta de Autoridad  moral les incapacita para pensar con sabiduría, escuchar con humildad y obrar con prudencia haciéndose obedecer por los ciudadanos.

Invitamos a cada uno de  lectores, hacer el esfuerzo intelectual de aplicar estos tres conceptos que hicieron grande a Roma, a la gestión cotidiana de nuestros  gobernantes en la esfera nacional, provincial y municipal y a las indecorosas   autoridades de la AFA. Luego, que comparen esas virtudes con  la decepcionante  gestión política del Estado  en los últimos 20 años  y el vergonzoso  manejo deportivo del  futbol profesional. Comprenderemos lo que nos pasa, mucho mejor que examinando miles de datos, cuadros, gráficos o power-point en Internet o en pantallas luminosas de muchas pulgadas.

Antonio I. Margariti

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