El 24 de marzo, los golpes y los feriados

Por Ernesto Edwards

Filósofo y periodista

@FILOROCKER

En la Argentina tenemos un serio problema, histórico desde ya, con la elección de los días feriados, en el marco de una tradicional cultura necrofílica que privilegia recordar muertes y desastres por sobre advenimientos y concreciones.

Obviamente que conviene tener memoria. Y aunque mucho se ha dicho y escrito acerca de no olvidar los errores del pasado para no reiterarlos en el futuro, en este país acostumbramos a ser exagerados y desmesurados con todo.

Con la llegada de cada 24 de marzo, las reflexiones son casi obligatorias. Desde el golpe de estado a Don Hipólito Yrigoyen en 1930 a manos de Félix Uriburu, Argentina debió soportar el accionar represivo de los militares, que tuvieran (además de en 1943) renovado protagonismo en el ’55, destituyendo a un Perón desgastado, y que se intensificó a partir de mediados de los ’60, cuando el autoritarismo y la censura suspendían las garantías individuales o simplemente condicionaban la libertad creativa, obligando –por primera vez- a que artistas e intelectuales comenzaran a emigrar. El golpe a Illia, en 1966, y el del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, a Isabel Martínez, 10 años después, configuraron la concatenación de los peores momentos, en todo sentido, de la historia argentina. Golpes en los que, es justo mencionarlo, participaron grupos de civiles pertenecientes a tradicionales partidos de izquierda.

El rock nacional, originado en Rosario en 1965 de la mano de Litto Nebbia y los Wild Cats, parece haber tenido su mejor momento creativo en períodos de represión y persecución, cuando sus principales autores debieron apelar a recursos literarios para describir cada momento histórico. Piero, a comienzos de los ’70, graba dos temas que le valdrían el exilio. En “Para el Pueblo lo que es del Pueblo”, mientras pedía ¡Liberación!, contaba: “Libertad era un asunto mal manejado por tres. Libertad era almirante, general o brigadier”.

Con el inminente derrumbe de la “Revolución argentina” de Onganía y Lanusse, el rock comenzó a adquirir más compromiso y participación. En 1972 Miguel Cantilo hablaba, en “Apremios ilegales”, de “…abusos criminales, tu condición violada a placer. Los perros homicidas mordiendo tus heridas, y el puñetazo cruel, que amorata la piel”. Lo mismo sucedió con Instituciones, tercer disco de Sui Generis, que explicitó la historia de quien por entonces nos podía hacer desaparecer. “Juan Represión viste un saco azul triste.  Vive como pidiendo perdón, y se esconde a la luz del sol. Sabe, no hay nadie que lo ame. La balas que la gente tiene lo asesinaron de pie”. Similar intención tuvo “Botas locas”, que refiriéndose al servicio militar obligatorio de aquellos días, definían: “…Amar a la Patria, bien nos exigieron. Si ellos son la Patria, ¡yo soy extranjero!”.

Por aquellos años comenzó a forjarse lo que sería la auténtica resistencia cultural e ideológica en los años de plomo del Proceso por parte de autores que, como Charly García y León Gieco, uno desde la metáfora y otro desde un lenguaje más explícito, convocaban a un despertar de las conciencias. Gieco, en 1973, con “Hombres de hierro”, se jugaba: “Gente que avanza se puede matar, pero los pensamientos quedarán”.

En las postrimerías del Proceso, Luis Spinetta, en 1983, con Bajo Belgrano, edita “Maribel se durmió”, dedicado a Madres de Plaza de Mayo, y que fuera la metáfora de los desaparecidos. “Maribel se durmió. Vamos a cantarle porque se hundió. Maribel, canta que al cantar, sentirás una brisa inmensa de libertad”.

Aunque los comienzos de la actual democracia parecieron adormecer la lucha y que el rock se quedara sin enemigos con los que confrontar, sin embargo Ricardo Iorio sería el encargado, en etapas diferentes, de denunciar la brutalidad y la hipocresía de los genocidas, desde el heavy metal local. Primero con V8, hablando del torturador: “tu desesperación te ayuda a enfrentarte a ese profesional de la tortura”. Luego, con Hermética, a finales de los ’80, decía: “…Te vi escapando en las horas sin sol de las miradas oscuras que aprobaron las torturas del fugado represor”. Y en su actual ciclo, liderando Almafuerte, en “Los delirios del defacto”, cantaba: “Porque no olviden. Porque recuerden… Cantar en repudio al genocidio ejecutado… La impunidad del perro guardián”.

Andrés Calamaro, en “Alta suciedad”, incluye “Crímenes perfectos”, revelando: “Me parece que soy de la quinta que vio el Mundial 78. Me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor…”

Lo cierto es que el 24 de marzo, a partir de 2002, se convirtió en el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, y que en 2005, impulsado por Néstor Kirchner, se estableció como inamovible feriado nacional, algo que fuera resistido por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y por el propio premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel debido al evidente clima festivo que puede tener un día feriado. Pero de la manera que sea, el debate debiera girar en torno al por qué de la elección del 24 de marzo como única fecha que conmemora, en realidad, los golpes de estado en la Argentina, toda vez que no fue el único, si bien fue el que más se prolongó con sucesivos gobiernos de facto, con numerosísimos asesinatos por parte del estado provocando más de seis mil desaparecidos, y que tuvo ya en sus postrimerías a un Galtieri que entre vapores etílicos decidió desafiar a la N.A.T.O. en un delirante intento por recuperar militarmente las Islas Malvinas.

Queda claro que el 24 de marzo como fecha emblemática era necesaria y convenía al relato político de un oficialismo que en pleno uso de lo que hoy conocemos como posverdad insistía reiteradamente con que Néstor Kirchner y su viuda habían sido una especie de heroicos campeones de los derechos humanos durante el período procesista, cuando la verdadera historia pasaba por el andarivel de dos aprovechadores que se desesperaban por apropiarse de los inmuebles de quienes luego serían desaparecidos en la provincia de Santa Cruz, y que, además está probado, nunca presentaron un hábeas corpus a favor de nadie en todo ese trágico lapso. Y el hecho de asociar el golpe militar de 1976 con la reivindicación de la supuesta lucha armada llevada adelante por el grupo subversivo Montoneros(con el que se embanderaban por considerarlo como una pose progresista), que, dicho sea de paso, siguió funcionando y operando ya en democracia a partir de mayo de 1973, atentando contra ciudadanos elegidos democráticamente, y asesinando incluso al líder de la CGT de entonces, José Ignacio Rucci. No parecía casual que Nilda Garré (madre, además, del exjefe de gabinete Juan Manuel Abal Medina), conocida como la Comandante Teresa en sus tiempos de militancia montonera (aunque luego tratara de negarlo), haya sido ministro de Seguridad de la Nación. Y que en esas mezclas confusas, y no tanto, de devaneos contradictorios, haya sido quien impulsó la designación, por parte de Cristina Fernández, de César Milani como comandante en jefe del ejército argentino, al día de hoy detenido y acusado de haber asesinado soldados siendo un joven oficial.

Como fuere, que el 24 de marzo fuese para el relato kirchnerista la única fecha de golpe de estado nacional que merece ser recordada obedeció claramente a sus intereses mezquinos, aunque efectivamente el período que sobrevino luego haya sido el más sangriento y represivo de la historia. Porque, como todos deben recordar, el país y el mundo parecen haber comenzado recién en 2003, de la mano de Néstor y Cristina, y que de todo lo anterior, lo único que merece ser mencionable es aquello que se vincula con los antecedentes y coyuntura de este matrimonio, para su honor y gloria. Todo un disparate, pero que es un rasgo característico de los personalismos extremos, que siempre hemos conocido como populismos. De ahí el carácter innegablemente partidario de este feriado que se ha convertido en una acción discriminatoria para con todos las demás interrupciones violentas de los períodos gubernamentales democráticos. Y que haya desatado la excesiva ira de los de ese sector a la hora de recibir la noticia de que dicha fecha se convirtiera, para la administración de Mauricio Macri, en un feriado móvil.

Lo único bueno de estas evocaciones lo sintetizó y vaticinó Charly García: “Los que están en la calle, pueden desaparecer en la calle. Pero los Dinosaurios van a desaparecer”. Ya han desaparecido. La democracia está fuerte y consolidada. Pero siempre conviene tener memoria. Sobre todo cuando desde algunos sectores comienzan a agitarse intenciones desestabilizadoras.

Comentarios