Facturas truchas: ¿Sólo la punta del iceberg?

De Rosario con amor. El caso de la usina de facturas truchas que salió a la luz días atrás, prendió luces rojas en las oficinas de la AFIP, obligando al organismo que conduce Alberto Abad a implementar cambios en el régimen de facturas electrónicas.

El propio Abad anunció los cambios venideros. Y si bien no se conocen mayores detalles, las principales correcciones serían informáticas: mejoras para que los estafadores no puedan enmascarar su dirección IP (número único e irrepetible con el cual se identifica una computadora conectada a una red). Lo cual, fue uno de los movimientos clave en caso de la usina rosarina de facturas truchas, y que muestra la importancia de expertos informáticos en el fraude.

“El tema de las facturas apócrifas es viejo, en un tiempo era más fácil y ahora se está haciendo más difícil, por lo que el modus operandi se ha sofisticado”, comentó el especialista en impuestos Enrique Lingua, a ON24.

Evolución de la estafa

“En un principio, iba un tipo a una imprenta, se hacía imprimir un  talonario de facturas y las repartía como si fueran  folletos. Después vino la sofisticación, se armaban empresas fantasmas con regímenes especiales,  que trataban de sacar certificados de  no retención (…) Ahora se ha generado un nivel de facturación más evolucionado, en tanto, encontraron un brecha en el sistema para generar facturas truchas para empresas fantasmas que tienen agentes comerciales que salen a venderlas. Sucede que si bien las empresas son fantasmas, los objetos comerciales no son truchos, por lo que generan la facturación y como después no pagan el IVA son descubiertas”, explicó Lingua.

Según el especialista, de las 6 mil empresas a las que se les imputa haber comprado alguna de las facturas generadas por la organización delictiva, “puede suceder que alguna lo haya hecho de buena fe. Por ejemplo, en la época de Moreno (Guillermo) como secretario de Comercio, que exigía que para poder importar también había que exportar, hubo casos en que alguna compañía compró alguna mercadería y la exportó, y después se conoció que la empresa vendedora no pagaba el IVA y era fantasma. Pero la operación era real  y de buena fe”.

“En este caso (el de Rosario), creo que es la punta de iceberg de una organización mucho más frondosa”, concluyó Lingua.

 

REDACCIÓN ON24

 

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