¿Cuál será la inflación del 2017?

Por Mangement & Fit

Diciembre es una época de balances y, en materia de precios, el saldo no es precisamente positivo. Por algo el tema figura como uno de los principales problemas de la actualidad, apenas por detrás de la inseguridad. Los datos reflejan que el proceso de desinflación está en marcha pero que avanza a paso lento y las proyecciones apuntan a un 2016 con varios puntos más de inflación que el 2015 (40% vs 27% anual). Este resultado es tan cierto como decir que el mismo se debe al sinceramiento de dos precios clave, tarifas y tipo de cambio, que venían siendo reprimidos. Absorbido el impacto del shock inicial, la dinámica de la inflación hoy se mueve al compás de la inercia (que empuja) y la recesión (que tira). Todos estos factores afectarán los precios durante 2017.

La desinflación continuó en noviembre. Según el INDEC, los precios minoristas aumentaron 1,6% el mes pasado, cortando así con la aceleración que venía mostrando desde hace 2 meses. La inflación subyacente (excluye precios regulados y estacionales) fue de 1,7% mensual, algo por encima del objetivo del BCRA para esta etapa del año. Con discrepancias, las estimaciones alternativas se movieron en la misma línea. Por caso, el IPC de la Ciudad de Buenos Aires registró un aumento mensual del 2% (versus 2,9% de octubre), mientras que el promedio de estimaciones reportadas por el Congreso arrojó una suba de 1,9% (frente a 2,9%). Las cifras del interior (no influenciadas como las de CABA por el aumento en subtes, taxis y el arrastre del gas) van en el mismo sentido (ver tabla al final del reporte para detalles). La aceleración de la devaluación (4% mensual, frente al 1% de los 3 meses anteriores) tuvo un impacto acotado sobre los precios debido, principalmente, al deprimido nivel de actividad. En vez de trasladar costos a precios, muchas empresas parecen haber priorizado empujar el volumen de ventas.

La inflación se mueve apenas por debajo de su “velocidad crucero”. Si la dinámica de los precios durante el primer semestre estuvo signada por la devaluación y el incremento de tarifas de los servicios públicos, el segundo semestre dio inicio al proceso de desinflación (a pesar de los idas y vueltas alrededor del tema tarifario). La diferencia entre ambas mitades del año es notoria: la inflación promedió cerca de 4% mensual (dependiendo de la fuente) en los primeros seis meses, frente al 1,5% de la segunda parte del año. Este ritmo de incremento de los precios está por debajo del 2% promedio del segundo mandato de CFK y si no se redujo aún más es por la inercia inflacionaria. Es evidente que se produjo un cambio de régimen (de un BCRA negligente a otro comprometido en la lucha contra la inflación) pero el mismo no ha sido plenamente internalizado, razón por la cual el proceso de formación de expectativas aún mantiene un sesgo retrospectivo que impide una desinflación más rápida y profunda (que estaría más en línea con la situación en materia de actividad).

Precisamente, la persistencia de expectativas desancladas frenó al BCRA. Los analistas esperamos una inflación en torno al 20% (REM, o 21% según LatinFocus), por encima del 17% al cual apunta el gobierno. En tanto, la sociedad en general espera una inflación de 25% para los próximos 12 meses, 5 puntos más que el mes pasado. Algo similar se desprende del comportamiento de los bonos (en pesos a tasa fija vs ajustados por CER). Este desanclaje, que viene desde junio (al menos), llevó al BCRA a frenar el ciclo de recortes de tasa de interés (la tasa de LEBACs a 35 días se mantiene en 24,75% anual desde hace 2 semanas). Para una entidad que decide mirando hacia delante, continuar relajando la política monetaria en este contexto pone en riesgo la credibilidad de la institución sin beneficio importante sobre el nivel de actividad. Peor aún, otorga “oxígeno” al tipo de cambio, lo cual podría afectar la inflación observada.

Que el gobierno acierte a su meta inflacionaria de 2017 depende de varias cuestiones. En primer lugar, de la dinámica del tipo de cambio. El escenario hoy es de una depreciación suave (por debajo de la inflación) debido al ingreso de capitales (blanqueo, deuda e inversiones), pero existen riesgos procedentes tanto de Estados Unidos, como de Europa y de China. En segundo lugar, la continuidad del ajuste de tarifas también afectará la inflación. Cuánto más se avance con el reacomodamiento más lejos quedará la meta del 17%. Un tercer factor se relaciona con el nivel de actividad. Si la economía se recupera fuertemente ello podría dar margen para aumentos de precios.

La clave principal, no obstante, será la dinámica salarial. Las paritarias hoy actúan como principal mecanismo propagador de la inercia inflacionaria, ya que se trata de negociaciones fragmentadas, distribuidas a lo largo de todo el año, de implementación escalonada y que tienen un fuerte componente retrospectivo. En efecto, el único año en el cual el salario (a falta de datos, tomamos el del sector privado formal) perdió la carrera contra la inflación fue 2014 (35% vs 38%), pero recuperó terreno al año siguiente (31% vs 27%). En la medida que los sindicatos intenten recuperar el poder adquisitivo perdido en un 2016 complicado (6% hasta septiembre), más difícil será para el gobierno alcanzar su meta. Yendo al extremo, para amortiguar el impacto de unas paritarias generosas el BCRA debería forzar un mayor atraso cambiario al esperado.

De todos modos, María Eugenia Vidal podría terminar siendo, una vez más, el “as bajo la manga”. Su esquema de paritarias fijas con cláusula gatillo puede facilitar el proceso de adaptación a un nuevo régimen en materia inflacionaria. Si logra sumar a los sindicatos docentes a este esquema (ya aceptado por el grueso de los gremios del sector público provincial) marcará tendencia para el resto de los empleados públicos y, posiblemente, sirva como guía para las negociaciones del sector privado. En el peor de los casos, los gremios habrán protegido el salario de la erosión inflacionaria. En el mejor, habrán colaborado con el gobierno en su lucha contra la suba de precios. Aunque parezca temprano, el partido del 2017 contra la inflación ya se está jugando.

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